OPINAN ESCIALISTAS EN LA MATERIA

Los riesgos de la mala utilización de la financiación en épocas de inflación

Los economistas aconsejan no pagar el mínimo de los resúmenes de las tarjetas de crédito porque los intereses se elevan considerablemente. Bajo qué circunstancias conviene endeudarse. Además, opciones para invertir ahorros.

Hace tiempo que la inflación está entre los principales problemas en la consideración de los argentinos. Se trata de un tema cuyas consecuencias van más allá de que los aumentos de sueldo compensen la escalada de precios.
En efecto, la retracción en el consumo impulsa a los comercios a fomentar el uso de la tarjeta de crédito y el pago en cuotas, muchas veces sin interés, o con tasas inferiores a la inflación. A su vez, para los consumidores –que ven restringidas sus posibilidades de gastos– resulta tentadora la opción de la compra financiada.
Sin embargo, el mal uso de las tarjetas de crédito puede hacer que sea “peor el remedio que la enfermedad”.
Ante este panorama, el dilema es cuándo conviene endeudarse o, al menos, en qué circunstancias podría hacerse.

El problema de la inflación
Carlos Alberto Salguero, profesor adjunto de la materia Microeconomía en la Unnoba, sostiene que “el problema de la Argentina es la inflación, que genera una distribución arbitraria de los recursos financieros”. Y profundiza: “Cuando los precios cambian constantemente no cumplen con su rol, que es el de transmitir información para decidir. Entonces, el horizonte de decisiones se vuelve de muy corto plazo y eso genera una distribución enteramente arbitraria de los recursos financieros, porque no se puede pensar en el largo plazo, y la consecuencia es que se genera ineficiencia en la economía”.
Salguero, que es licenciado en Economía, máster en Economía y Administración de Empresas y doctor en Economía, considera que “el problema de la inflación no es porque todos los precios crecen todos al unísono, al mismo tiempo”, sino que “se van generando distorsiones en los precios relativos, y algunos suben más, otros menos, y esa información con la que la gente cuenta para tomar decisiones se ve trastocada”.

Cómo defenderse
Ante este panorama, surge la pregunta de cómo defenderse de la distorsión de precios.
Para el licenciado en Economía Gustavo Gómez, “ahora es más fácil porque ha bajado bastante” la inflación.
En tal sentido, Gómez cree que “cualquier iniciativa productiva con un nivel de endeudamiento no muy expuesto, se puede encarar, ya sean proyectos pequeños o de mayor envergadura”.
Es allí cuando surge la tentación del uso de la tarjeta de crédito como forma de financiación, ya no solo para cuestiones específicas, sino –inclusive– para los gastos diarios.
“Las tarjetas son para las personas que tienen autocontrol”, resume Gómez, que es docente de las materias de Macroeconomía y Microeconomía en la Unnoba.
Del mismo modo, el economista Santiago Aguiar pone el acento en el cuidado que hay que tener en el uso de los plásticos: “Uno de los principales errores que comete la gente el pago del mínimo cuando le llega el resumen porque la tarjeta refinancia lo que queda a una tasa altísima, porque ese es su negocio”.
Aguiar señala que en ocasiones se hacen esos pagos y luego el consumidor no entiende por qué tiene que seguir desembolsando dinero, y es el costo de financiación por no pagar en término.
“Y por otro lado –continúa el concejal– sólo sirve pagar sin interés cuando uno tiene bastante consumo en la tarjeta y los gastos administrativos, de mantenimiento, de emisión de resumen y demás terminan siendo marginales respecto de lo que uno gasta”.
Continuando con su análisis, Aguiar remarca que “no es lo mismo la tarjeta que emite un banco de primera línea, que las otras de consumo que existen en el mercado, muchas de las cuales están asociadas a bancos o comercios”, que también suelen tener altos intereses.
Estas últimas resultan tentadoras porque se piden menos requisitos para acceder a ellas, y ahí suelen sumarse “los que no están dentro de la economía formal o los que tienen parte de su sueldo en negro y, por tal motivo, el límite que les pone el banco es muy bajo para su nivel de gasto”.
Finalmente, Aguiar sostiene que en nuestra ciudad hay opciones más informales, que serían inviables o imposibles en otras urbes más grandes: “En Junín todavía está la posibilidad de, si uno conoce al comerciante, arreglar directamente con él mismo, que por ahí dice ‘llevalo y me lo vas pagando’, y a veces conviene más eso que sacar cuotas sin interés, porque no pagás resumen ni gastos. Seguramente tendrás menos cuotas, pero existe esa alternativa, y al comerciante también le conviene porque evita los descuentos que les hacen las tarjetas de crédito”.

Cuándo endeudarse

El escenario plantea, entonces, el dilema de cuándo conviene endeudarse y cuándo no. O, al menos, en qué circunstancias podría hacerse.
“Yo recomendaría endeudarse en cosas que pueden reemplazar alguna cuestión productiva –como podría ser una maquinaria– o electrodomésticos que consuman menos energía, ahora que van a aumentar las tarifas, y en ese sentido uno se podría permitir este tipo de inversiones”, señala Gómez.
No obstante, aclara que, desde su óptica “la medida de endeudamiento debe ser lo suficientemente razonable como para que pueda ser pagado” en tiempo y forma.
Para Salguero, en tanto, “hay que afinar mucho el lápiz, empezar a comparar y analizar cuáles son las diferentes alternativas que puede tener y ver cuál lo lleva, en un contexto inflacionario, a perder menos. Porque cuando hay inflación, todos salimos perjudicados”.

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