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SOCIEDAD

La difícil tarea de tener que volver a empezar

El Hogar para Madres Solteras Adolescentes, el único centro de su tipo en la ciudad, se había quedado sin sede a principio de año. Luego de una incesante búsqueda, en los próximos días inaugurará su nuevo espacio, en donde volverá a funcionar este centro de día.

Por SebastiAn Martino

Las mujeres de la ONG “Luz de Esperanza” no se especializan en estadísticas.
Para llevar a cabo su tarea no necesitan saber que, según los registros del Ministerio de Salud de la Nación, en el país 3 de cada 20 bebés nacen de madres adolescentes.
Tampoco fueron ellas quienes llegaron a la conclusión de que hay 900 mil niñas madres en todo el territorio nacional.
Ni siquiera necesitan llevar ese conteo a nivel local.
Lo que ellas hacen en nuestra ciudad es ayudarlas. Ni más, ni menos.
Las convocan, les brindan la oportunidad de aprender algún oficio y les ofrecen contención, a ellas y a sus hijos.
En 2007 crearon el Hogar para Madres Solteras Adolescentes, pero, a principios de este año, se quedaron sin un lugar físico para realizar su tarea. Esto no les hizo bajar los brazos, sino que redoblaron el esfuerzo en busca de un nuevo sitio para seguir adelante.
Hoy, a punto de inaugurar su nueva sede, Beatriz Palacios y Nilda Ahumada, dos de las colaboradoras de la organización, cuentan a DEMOCRACIA cómo es el trabajo que llevan a cabo, por qué eligieron este camino y cuáles son sus expectativas para el futuro.

El antiguo hogar

“Luz de Esperanza” es una organización que lleva varios años de trabajo en la ciudad. Nació gracias al esfuerzo y las ganas de un grupo de mujeres con una gran vocación de servicio, muchas de las cuales, eran participantes activas de acciones sociales de la Iglesia Cristo de las Respuestas.
“Junto con Susana Gatica comenzamos con esta aspiración en el 2007, el objetivo era ver a las madres queriendo salir adelante”, relata Beatriz.
Ese proyecto era el Hogar para Madres Solteras Adolescentes, una casa de día que comenzó a funcionar hace dos años, en donde a las concurrentes se les daba posibilidad de aprender cocina, panadería, repostería y tapicería.
La obra fue creciendo, y ya no contenía solamente a adolescentes. “Terminamos ayudando a un montón de mujeres -cuenta Beatriz-, porque venían abuelas con sus nietos, madres con hijas embarazadas y obviamente, también adolescentes con sus chiquitos”.
Detrás de esta acción había y hay no menos de 7 mujeres. A través de este proyecto se brindaba un servicio a unas 20 chicas, dependiendo la época del año.
Durante varios meses el hogar funcionó en la sociedad de fomento de la calle Quintana y Chilavert, pero a principios de este año debieron dejar ese sitio.
Parecía que la empresa se venía abajo y se esfumaba. Pero nunca dejaron de creer y jamás renunciaron a su sueño. Por eso, mientras buscaban un nuevo lugar para reestablecerse, siguieron manteniendo contacto con las chicas que asistían a los talleres, para que no se pierda la misión que venían cumpliendo hasta el momento.
Luego de una incesante búsqueda, tras largos meses de espera, finalmente tienen su flamante sede, casi lista para ser estrenada.

El nuevo hogar

Cada vez que el cronista de DEMOCRACIA llamaba a Beatriz, ella estaba en el inmueble de la sociedad de fomento La Celeste, ubicado en la calle Intendente de la Sota. Es que ahí va a funcionar el hogar para madres adolescentes, probablemente a partir de esta semana, entonces hay que terminar de limpiar, instalar la luz, lavar y demás tareas, muchas de las cuales las realizan Beatriz y sus compañeras.
“Más de 20 chicas no creo que podamos atender en este lugar”, dice Beatriz, pero eso no la desanima. Y Nilda agrega: “Si nosotros podemos ayudar y ‘salvar’ a una sola de estas chicas, nuestra tarea ya está cumplida”.
En este nuevo centro van a mantener los talleres que tenían anteriormente, y piensan agregar una huerta, carpintería de cosas pequeñas, como manualidades, y la confección de acolchados.
“Mientras tanto los chicos están en el lugar, con sus madres”, explica Beatriz.

Ser madre adolescente

Las chicas que concurren a este centro están inmersas en situaciones de vulnerabilidad, en donde conviven con muchas necesidades. Y para quien tiene poco o casi nada, un hijo es una posesión. “Para ellas, lo suyo, lo que les es propio, es el hijo”, afirma Nilda, y Beatriz continúa: “Nosotros queremos enseñarles que no es un juego el hecho de ser madres tan jovencitas”.
Para ello están acompañadas por un grupo de profesionales que incluye una médica, una psicóloga, una psicopedagoga y una asistente social. Además, Nilda enfatiza que “algunos especialistas comprometieron su palabra para ayudar a las chicas en cuanto a los métodos preventivos y los cuidados que deben tener para su salud”.
Ambas destacan que eligieron ayudar a estas madres adolescentes porque son un grupo social muy frágil y desprotegido, cuyas carencias no son cubiertas por quienes tienen que dar respuestas. Para Nilda “nadie se ocupa de estas chicas, el Estado está ausente y no tienen oportunidades”.
Beatriz destaca que estas muchachas “son las que están más al descubierto y nosotros queremos contenerlas, ayudarlas para que puedan hacerse cargo de su bebé. Buscamos que puedan tener una salida, aunque sea pequeña, pero estando con su hijo, que si quieren aprender algo no tengan que dejarlo. Vemos muchas jovencitas que quieren salir adelante con un trabajo, con su esfuerzo y sus ganas por hacer cosas. Además, de esta manera, otras chicas pueden ver que si alguna pudo salir adelante, ella también lo podría lograr”.
Es por esta razón que Nilda hace un llamado a la sociedad: “En Junín tenemos una problemática muy cruda. Nosotros esperamos que la comunidad se interiorice porque la verdad es que es un tema bastante profundo y muy delicado, porque estas chiquitas son el futuro. Si tuvieron un bebé, trataremos de que puedan criarlo de la mejor forma posible y que puedan tener un trabajo para poder hacerse cargo de ese chiquito”.

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