UN DESAFIANTE DE LA VIDA

Julio González, el nadador discapacitado que quiere hacerse grande en el Paraná

Después de haber completado el Cruce Grande de la Laguna de Gómez por tercera vez, el juninense -que padece la falta de su pierna izquierda- se puso como objetivo probarse en uno de los ríos más importantes de América del Sur.

La de Julio González es una historia digna de ser llevada al cine. De ser un hombre común que amó el deporte desde niño y que hizo del fútbol sabatino con amigos una de sus religiones pasó, en fracción de segundos, a convertirse en otra persona con el mismo rostro y la misma piel. Es que hace casi nueve años, un accidente doméstico (cayó al vacío desde cinco metros de altura) lo dejó sin su pierna izquierda.
Después del impacto psicológico inicial, González decidió poner a prueba su espíritu y encontró en la práctica de la natación una gran aliada. Pero no se quedó con eso sino que se fijó un objetivo puntual y exigente: realizar el Cruce Grande de la Laguna de Gómez, que demanda el nado de 2.500 metros.
Tuvo éxito una vez, y otra, y una tercera. La última, el mes pasado. Ahora va por más: quiere probarse ni más ni menos que con el río Paraná.

Una sana costumbre

“Al Cruce ya lo había hecho en dos oportunidades y este fue preparado como siempre, a lo mejor con un poquito más de intensidad, entrenando muy fuerte con Diego Cuadrado, mi profesor, tanto en las instalaciones del complejo “Santa Paula” como en las del Centro Empleados de Comercio para encarar de nuevo esta experiencia y ver qué pasaba”, cuenta Julio con orgullo.
De su historial con el Cruce Grande recuerda que el primer año que lo hizo “fue un desafío muy fuerte porque no se sabía qué iba a pasar, como toda cosa nueva, que hasta el final no se sabe cómo puede terminar”. “Por suerte concluyó todo bien, fue muy emocionante porque lograr llegar a la meta después de tanto esfuerzo genera una alegría muy grande”, afirma.
A su entender, este último fue el más difícil porque “las condiciones climáticas no eran las mejores, había un viento de frente muy fuerte y en el medio, “el oleaje se hacía muy intenso y parecía que no avanzabas nunca, era todo muy tedioso”.

El entrenamiento

Acerca de su preparación para afrontar ese tipo de competencias, González indica que el entrenamiento se intensifica “más o menos a partir de octubre” y el resto lo hace por su dolencia, para sentirse bien.
“Trato de hacerlo casi todos los días y nunca dejarlo, más o menos le entrego una hora y media o dos horas diarias”, señala.
“Siempre me gustó hacer actividad física y soy un apasionado del fútbol, lo cual me llevó a cosechar un montón de amigos que estuvieron en las malas. Se me hace muy difícil realizar un agradecimiento, lo hago generalizado porque es mucha la gente que siempre me banca, que me llama y me aguanta. A quien quiero destacar es a Diego Cuadrado, que me guía y acompaña desde los primeros cruces en los que participé, al igual que José Castellar, que estuvo palmo a palmo siempre al lado mío”, agrega emocionado.
Un sabio consejo
El mensaje que intenta transmitir Julio es simple pero contundente: todo se puede. “La persona que hace vida sedentaria, que piensa que no puede y se malhumora si fracasa en el intento tiene que saber que, si quiere, siempre hay un ratito para volver a intentarlo”, recomienda.

Va por el Paraná

Con la expectativa bien alta, como si el mismo se encargara de que la vara que mide cada instancia de su trayectoria como atleta no pare de crecer, el propósito que revolotea por la mente de Julio González no es uno de esos que se enuncian así nomás, a menos que quien lo exprese sea un ser cargado de confianza, optimismo y, sobre todo, una suculenta dosis de voluntad.
En concreto, González pretende participar en una competencia de aguas abiertas ni más ni menos que en el río Paraná, uno de los más importantes de América del Sur.
“Ahora me está dando la vuelta otro desafío, aprovechando que considero estar en plenitud, y es ir al río Paraná. Con el correr de los días veremos si se puede hacer o no, yo tengo que priorizar el buen estado de mis brazos, que hoy son mis piernas y lo hago todo con ellos, así que primero tengo que pensar en mi integridad física y mi salud.  Si me siento pleno, es probable que cumpla ese objetivo”, anticipa Julio González con entusiasmo.
¿Sí se tiene fe? Él mismo lo contesta: "Desde que me ocurrió el accidente y empecé a realizar estas actividades aprendí que no hay metas imposibles, que si uno se fija un objetivo y trabaja por conseguirlo, seguramente se le dará".