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EL MAL DE LOS TRASTORNOS ALIMENTARIOS

Bulimia y anorexia: ya se registran casos muy serios en nenas de nueve años

La mayoría de las afectadas son pre adolescentes, pero crece el número en las pequeñas.

Las conductas pueden variar pero todas esconden un problema de fondo. Algunas nenas dejan de comer de un día para el otro. Así, de la nada. Otras sólo se alimentan con atracones de comida chatarra en fiestas y cumpleaños y suelen decirle no a las verduras y a los platos más sanos. O también están las que se dan atracones de cualquier cosa y luego pasan días sin querer comer nada. Estos comportamientos, antes propios de jóvenes y pre adolescentes, actualmente se manifiestan en chicas y chicos que ya a los 9 años, según coinciden especialistas, presentan trastornos alimentarios severos como la bulimia y la anorexia.
“Es un fenómeno de estos tiempos”, apunta el nutricionista Norberto Russo, quien admite recibir en su consultorio “cada vez más casos de nenas de nueve o diez años con trastornos de bulimia y anorexia muy avanzados, algo que años atrás no ocurría”.
Lo que dice Russo coincide con la mirada que tiene sobre la cuestión la psicóloga Diana Guelar, especialista en trastornos de la alimentación y para quien “en esta época tenemos el doble de consultas que en el resto del año”. Según la experta, se trata de “la llamada enfermedad de la imagen, que aumenta entre septiembre y marzo y cuya relación entre mujeres y varones que padecen estos trastornos es de 20 a 1”.
Nada distinto es el diagnóstico que trazan desde la Sociedad Argentina de Pediatría, donde sus autoridades admiten que “hay un corrimiento en las edades de los trastornos alimenticios hacia edades más tempranas”. Para quienes atienden la problemática de manera cotidiana, lo grave de la cuestión es que “en estos desórdenes los chicos dan cuenta de una impronta social muy fuerte. Hay patrones de consumo y modelos estéticos que hacen que los niños se vuelvan más vulnerables. No se trata de trastornos psicopatológicos individuales: los chicos expresan una problemática social”.
La franja etaria donde históricamente se percibieron más casos de anorexia es desde los 15 años hasta los 20. Para la bulimia, aunque pueda iniciarse con anterioridad, la mayor cantidad de casos se empieza registrar entre los 18 y 20 años y se extiende hasta los 25, si tomamos esta edad como el fin de la adolescencia.
“Las edades bajaron por patrones culturales -coincide Russo-. Los mismos valores que son admirados por la sociedad actual, aquellos que reproducen cuerpos de modelos y estándares de belleza artificiales y glorificados en los distintos medios de comunicación, son los que luego pueden desencadenar en un trastorno alimentario”.
Las palabras del profesional tienen su sustento en las estadísticas: se calcula que en el mundo hay alrededor de 70 millones de personas que sufren de alguna patología alimentaria, según el Renfrew Center Foundation, y que en las mujeres se da en un 85% de los casos.

Factor cultural
En la Asociación de Lucha contra la Bulimia y Anorexia (Aluba), en tanto, aseguran estar recibiendo más casos y a edades cada vez más bajas. “Con la llegada del calor la preocupación por la figura hace que muchas personas se vuelquen en forma intensiva al gimnasio o a las dietas”, aporta la psiquiatra Mabel Bello, fundadora y asesora médica de Aluba. Para la profesional, en sintonía con lo que plantea Russo, “lo más importante es conectar los cambios sociales y culturales con este aumento notable en las cifras; vivimos una cultura muy visual, que hace énfasis en la belleza y la estética, y eso hace que los adolescentes o los jóvenes se interesen extraordinariamente por sus propios físicos. En estas patologías, el 40% es genético y el 60% restante es cultural”.
De acuerdo a lo que explica Guelar, además, “hay personas que son más vulnerables a desarrollar un trastorno debido a sus características individuales y a las situaciones familiares y sociales que viven”.
Según la experta, la adolescencia “es un momento de toma de decisiones, de una cuestión emocional donde se está definiendo la identidad y donde los chicos desplazan sus preocupaciones al cuerpo. Como no puedo controlar todo lo que pasa a mi alrededor, entonces controlo mi cuerpo”.
Aunque casi el 90% de las bulímicas y anoréxicas son mujeres, la incidencia de estos trastornos en la población masculina trepó desde un 5% en 1985 a poco más de un 10% en la actualidad. “Cuando una enfermedad tiende a convertirse en un boom como en este caso, es evidente que el problema no está en el individuo sino en la cultura”, sostienen en Aluba.
Quienes enfrentar la problemática coinciden en que los trastornos alimenticios se pueden tratar exitosamente y se puede restablecer un peso saludable, y señalaron la importancia de que cuanto más pronto se trate es más probable que haya mejores resultados. “Uno de los conceptos fundamentales que hay que tener claros para entender este tipo de trastornos -aporta Bello-, es que se trata de una enfermedad y no de una simple manía o capricho de quienes la padecen. El gran error que se comete es creer que las chicas caen en esta enfermedad por gusto”. En este sentido, aseguró que “con prohibiciones o retos no se cura; requiere de un tratamiento integral que consta de nutricionista, psicólogo o psiquiatra y equipo médico, para que pueda existir un buen diagnóstico”.
Bello precisó que muchas veces, los pacientes niegan que tengan un  trastorno en este sentido, “argumentando que no pueden comer porque se atragantan con la comida y tienen miedo de ahogarse, o dicen que comen bien, que les encanta comer, a pesar de que tienen poco peso”.
“En las bulimias -agregó- también les cuesta mucho aceptar los síntomas y cuando uno les da el diagnóstico algunas veces lo reconocen y otras veces simplemente lo niegan”.
Los distintos profesionales que trabajan en el tema y advierten una escalada de casos en nenas cada vez más chiquitas, explican además que existen dos grupos importantes de población de riesgo: uno formado por niños o niñas perfeccionistas, rígidos, obsesivos, generalmente estudiosos o abanderados de escuela y con pocas habilidades sociales. El otro es un grupo mayor de chicos que presenta por lo general desórdenes de conductas y emociones, altibajos emocionales, irritabilidad, enojo, dificultades en el estudio o para concentrarse.
Según Russo, el tratamiento de estos trastornos “no es rápido ni sencillo, porque la causa de ellos resulta de una combinación de conductas presentes por largo tiempo, factores biológicos, emocionales, psicológicos, interpersonales y sociales. Por ello, se requiere el trabajo de un equipo interdisciplinario, tanto para atender los casos en adolescentes como en nenes chiquitos”. 

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