EL FIN DE UNA EXITOSA AVENTURA

Regresaron Paula y Alejo, los jóvenes de Junín que recorrieron Sudamérica en moto

Nueve meses después de haber iniciado la dura travesía, ayer a la tarde se reencontraron con sus familiares y amigos en Ruta 188 y Pastor Bauman, donde los estaba esperando un nutrido grupo de seres queridos. “Fue una experiencia única, maravillosa”, expresaron.

Hoy va empezar siendo un día raro para Paula Rivoira y Alejo Sala. Es que después de andar semanas y semanas explorando buena parte de Sudamérica y durmiendo prácticamente donde los encontrara la noche, despertarán de nuevo en el confort de su cama, una sensación que habían decidido archivar por un tiempo a fines de febrero pasado.
Nueve meses después de iniciar la alocada aventura de recorrer el continente en moto, la pareja juninense regresó ayer a esta ciudad con la emoción de haber cumplido un gran sueño y el complemento no menor de renovar el abrazo con sus familiares y amigos, quienes los esperaron orgullosos en el cruce de Ruta 188 y Pastor Bauman.
Pasadas las 16, Paula y Alejo estacionaron las nobles Honda CB1 y la Yamaha XTZ que tanto habían caminado las rutas y caminos de Bolivia, Perú, Ecuador, Venezuela, Brasil y Paraguay y bajaron a reencontrarse con los suyos.
“Fue una experiencia única, maravillosa”, comentó Paula, consagrada como ídola por su grupo de amigas a partir de esta experiencia, y agregó: “Nos encontramos con gente muy buena, que nos facilitó muchos las cosas, como el hospedaje por ejemplo. De todos modos, a medida que íbamos regresando me fui dando cuenta que tenía más ganas de volver de las que me imaginaba estando allá”.

Aventura increíble
A principios de este año, Paula y Alejo renunciaron a sus trabajos y el 25 de febrero salieron a cumplir su sueño: viajar  sin pasaje de vuelta.
“En principio no sabíamos bien adónde íbamos a ir, ni tampoco en qué. Teníamos unos ahorros, una moto (Honda CB1) y una camioneta. Nos imaginábamos conocer lugares hermosos, culturas distintas y aprender, pero nos encontrábamos frente a una avalancha de ideas y opciones, como por ejemplo  ir a España o a Italia en avión, trabajar y recorrer Europa como mochileros”, contó Paula, de 24 años.
Pero lo que les pareció más adecuado fue empezar el viaje por este continente, porque concluyeron en que “en América somos todos hermanos unidos por la misma tierra”.
“A continuación había que decidir en qué íbamos, podíamos ir en avión pero no  disfrutaríamos del camino paso a paso; podíamos viajar a dedo, en colectivo, también pensamos en ir en la camioneta, que estaba casi nueva y nos garantizaba un lugar para dormir, pero al mismo tiempo seria como una burbuja.  En ese momento vimos la moto de Alejo estacionada, como esperándonos. El tema es que era muy chica. Íbamos a necesitar dos, justo la hermana de Alejo se había comprado una Yamaha XTZ hacía poco; no era de lo más cómodo para un viaje largo, pero era la solución”, continúa relatando Rivoira.
El siguiente paso era avisar que se iban. “Debíamos renunciar a muchas cosas, por ejemplo a nuestros trabajos. Ambos trabajábamos en empresas familiares, por lo cual nos costaba más abandonar nuestro puesto; también teníamos que renunciar a las comodidades, abandonar nuestra zona de confort y alejarnos de nuestras familias”, describe Alejo, de 31 años.
Entonces fijaron una fecha y cuando quisieron acordar, el día llegó. “El 25 de febrero a la madrugada salimos en las dos motos con 5.000 kilómetros cada una y cargadas con todo lo que considerábamos que nos podía hacer falta. Estábamos muy emocionados, nos sentíamos tan libres, habíamos dejado atrás la rutina, éramos aventureros”, cuenta Paula, aún emocionada con el recuerdo.

Hoja de ruta
Los integrantes de la pareja que en la primera parada, en Capilla del Monte, Córdoba, la lluvia los hizo dudar un poco pero no lo suficiente como para retomar el sendero hacia el norte.  “Salimos de Argentina curiosos por Bolivia, pero para nuestra sorpresa nos encontramos ante una cultura muy cerrada y con costumbres muy distintas a las nuestras, con cholitas hablando un idioma propio; y aunque las montañas continuaron siendo hermosas, como en la Quebrada de Humahuaca, la diferencia se hacía notar en cada comida y en el cambio de dinero que habíamos hecho en la frontera el cual había reducido nuestros ahorros a la mitad”, detalló Paula.
Alejo agregó que “Bolivia nos mostró las diferencias, los mercados con doscientos puestitos de gente que vende de todo, todo el día y duerme entre sus cosas; la carne exhibida fuera de la heladera al igual que los yogures, y un precio especial , doblemente más caro, en el combustible para el que no es boliviano. Fue un país, largo y frío”.
La pareja miró en su mapa el camino que la llevaría hacia Perú. Pasaron por  la Paz y fueron hacia el mar de los bolivianos, el Lago Titicaca, donde se les termino la ruta bajo sus pies y fue reemplazada por una balsa que los cruzó hacia Copacabana. “Después de colaborar con la policía pudimos llegar a Puno, Perú. Fuimos a Arequipa, una hermosa ciudad donde trabajamos algunos días juntando fuerzas y algunos soles para ir Cuzco, al Machupichu. Nos costó mucho esfuerzo y dinero llegar, pero valió la pena cada paso. Al estar ahí sentimos lo imponente que era, lo vimos idéntico a como lo veíamos en las revistas pero en todo su esplendor y  lleno de misterios. Volvimos hacia las costas porque el Pacifico nos estaba esperando; nos atrapó y atravesamos todo el país al lado del mar, acampando en las playas la mayoría de las veces. Cuando quisimos acordar había pasado más de un mes y estábamos en la frontera con Ecuador”, sigue narrando Alejo.
Ecuador es el pequeño país que hubiesen podido cruzar en dos días, pero se quedaron otro mes. “Nos encontramos las montañas más coloridas de nuestras vidas.  Rutas en excelente estado que subían y bajaban, bordeadas de flores, casitas y arboles gigantes. Con las motos que habían respondido con toda su fidelidad al viaje sin presentar ningún problema, nada, ni siquiera una pinchadura, nos separamos de las costas del Pacifico para conocer Quito, ‘la mitad del mundo’, y llegar a Colombia”, destacó Paula.
Y siguió contando: “En Colombia nos sorprendimos de lo bien que nos trataron. Gente que ni conocíamos, como en el resto de los países, se acercaba a nosotros, nos llenaban de preguntas sobre el viaje y nos ofrecían su ayuda para lo que necesitáramos. Hicimos grandes amigos, que pasaron a formar parte de nuestro viaje, personas que con toda su buena voluntad nos abrieron las puertas de sus casas. Estábamos en el Caribe que tan lejano parecía. Decidimos ir a la isla de San Andrés, un lugar paradisíaco y muy recomendable, donde, acompañados por la buena suerte, nos quedamos veinte días. Cuando volvimos a tierra firme fuimos a Santa Marta, y Cartagena donde la curiosidad y la economía que parecían no resistir más nos impulsaron hacia La República Bolivariana.
Este último fue el único país en el que los benefició el cambio de dinero: al cruzar la frontera y cambiar los pesos colombianos que les quedaban por bolívares, les dieron una bolsa llena de billetes. “Era como si nos hubiésemos ganado la lotería. Nos enteramos que había una ciudad llamada Trujillo que tenía un monumento de la Virgen de la Paz, el más alto de América, e inmediatamente decidimos ir a conocerlo, lo que nos atrajo no fue el tema religioso sino que nos pareció muy noble considerando la falta que hace la paz en el mundo”, remarcó Paula.
En Santa Elena de Uairen se despidieron de Venezuela y se adentraron en el Amazonas brasilero para llegar a Manaos, donde después de pagar una fortuna que rompió con sus cálculos subieron a un barco con las motos para navegar cuatro días y llegar a Porto Velho. “El próximo país será Paraguay y después nuestra querida Argentina. Si bien estamos felices de realizar esta aventura, hemos extrañado mucho nuestro país y nuestras familias. Por día a veces viajamos de sol a sol en las motos, solos, sin hablar y es mucho tiempo en silencio, reflexionando. Este fue un viaje de mucho aprendizaje. Volvemos con nuestros sentidos renovados, pensando en festejar, comer un buen asado argentino y compartir unos vinos con nuestros seres queridos. Para terminar, queremos invitar a la gente a que se anime a realizar sus sueños por más lejanos que parezcan”, subrayaron Paula y Alejo.
Brasil, Paraguay y regreso
La última parte del rally se repartió entre Brasil y Paraguay, dos lugares en los que no hicieron otra cosa que seguir cosechando amigos, divertirse y así tomar el envión ideal para cruzar la frontera y, Mesopotamia y Litoral mediante, arribar triunfales a su querido Junín.