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ELECCIONES 2015

El Gringo y una dura puja en el FpV

Crónica de cómo se vivieron las horas posteriores a la votación del domingo último en el búnker de campaña de Gustavo Traverso. Nerviosismo, demora en el conteo oficial, números contradictorios y desahogo al final. Una historia contada desde la óptica del militante.

Si no fuera porque se estaba jugando una de las internas peronistas más disputadas de los últimos tiempos en la ciudad, el Gringo hubiese pensado que el domingo le estaban haciendo una broma: se pasó cinco horas en el comando de campaña de Gustavo Traverso, sin saber el resultado de la interna, caminando de acá para allá mientras escuchaba datos contradictorios, hablando con todo el mundo, entrando y saliendo, nervioso como pocas veces había estado en sus largos años de militante.
Ante la falta de números oficiales, las versiones cambiaban de un momento a otro. Y eso lo tenía hecho un demonio.
En realidad, el día había empezado muy temprano para él, como para tantos otros compañeros. Desde la mañana estuvo yendo a buscar gente en su auto a los barrios más alejados del centro para que los vecinos de la periferia pudieran votar.
Una vez cumplida esa tarea, se fue –como no podía ser de otra manera– para el comité. O el búnker, como se lo llama ahora.
Llegó pasadas las seis de la tarde y había poca gente en el local: un puñado de militantes (poco más de una decena) distribuidos en tres dependencias distintas, y tres periodistas con caras de aburridos que ya intuían que la jornada iba a ser extensa.
“¿Alguna novedad?”, preguntó el Gringo, y casi que ni lo miraron para responderle que no.
Para organizar la jornada, Traverso había dispuesto un centro de cómputos a unas ocho cuadras de ahí, con la idea de ir mandando información al búnker, adonde el precandidato concurriría para hablarle a la prensa y sus militantes, una vez que hubiera una tendencia definida.
El asunto es que el conteo venía demasiado lento y no había datos oficiales. Entonces, en el comando de campaña nadie sabía nada. Había, en realidad, muy poco movimiento. Alguno que llegaba. Otro que se iba. No mucho más.
Cada persona que llegaba era interrogada ni bien ponía un pie en el local. “¿Sabés algo?” se le decía, antes que buenas tardes. Y el Gringo era el más interesado. El más nervioso. Pero la respuesta era siempre la misma: no.
Ni un mínimo dato que permitiera vislumbrar un resultado. O una tendencia, al menos.
El primer número concreto llegó a eso de las 20, proveniente de una radio, que daba un boca de urna sin confirmar: “Petrecca 42%, Meoni 28%, Aguiar 15% y Gustavo 10%”, dijo el hombre que tenía puesto un auricular.
La cara del Gringo fue elocuente. Había recibido un golpe de knock out: estaba en shock. Sabía de antemano que los candidatos de Pro y UNA iban a estar arriba, pero el objetivo de esa tarde era ganar la interna. Ya habría tiempo de pensar en la contienda contra las otras fuerzas políticas. Pero si esos números eran reales, la diferencia iba a ser casi imposible de contrarrestar.
“Estamos cinco puntos abajo, lo dijo la radio”, le comentaba el Gringo a cada uno que se cruzaba, como intentando que alguien le encontrara una explicación.
Luego de un largo rato de desconcierto y caras largas, el periodista de Democracia logró comunicarse con Traverso. “Estamos arriba por tres puntos, cuando tengamos una tendencia definitiva, vamos para allá, supongo que será en una hora”, dijo el entonces precandidato desde el centro de cómputos.
Eso generó cierto alivio, aunque en la radio machacaban con los números negativos para Traverso. “No entiendo nada, ¿estamos ganando o no?”, insistía el Gringo, confundido.
Afuera seguía lloviendo, como había sido todo el día. “Parece Macondo”, dijo otro militante, y el Gringo lo miró con extrañeza, sin entender la metáfora o sin importarle.
Mientras tanto, otras fuentes confirmaban la versión de un triunfo de Traverso que, de acuerdo al vocero, variaba de tres y diez puntos, pero siempre con números extraoficiales. “Si estamos ganando, ya tendría que estar acá”, decían con incredulidad sus simpatizantes.
La llegada de Rodolfo Bertone, primer candidato a concejal, estuvo lejos de ahuyentar los fantasmas. “El Rodo entró pálido”, dijo el Gringo, ya más sobresaltado.
Otro dirigente intentó tranquilizar: “Hablé con Mariano, que está allá, y me dijo que seguimos arriba”.
“¿Y por qué no vienen, entonces?”, pensaba el Gringo. Es que era muy confuso: se hablaba de triunfo pero no había clima de victoria.
El desahogo recién llegó pasadas las 22.30, cuando en el local ya había varias decenas de militantes. En ese momento arribó una pequeña caravana tocando bocina. Del primer vehículo se bajó Traverso y con un grito despejó las dudas: “¡Vamos que ganamos!”, exclamó y todos los presentes también gritaron y se abrazaron y celebraron la victoria en la vereda.
Luego cantaron la marcha peronista, mientras escoltaban a Traverso, Rocío Giaccone, Rodolfo Bertone y Lautaro Mazzutti al interior del local para que dieran la conferencia de prensa de rigor.
“Qué cara tenías cuando entraste”, le dijeron entonces a Bertone, que contestó: “¿Qué querés? Estábamos ganando, pero era muy apretado”.
Para entonces, el clima era de fiesta. Allí, un dirigente analizaba: “Es importante que no haya sido una victoria aplastante porque ellos van a tener un candidato en la lista de concejales, entonces es más fácil que apoyen”.
Aunque también hubo otros comentarios. “Che, ahora no va a venir la empresa china”, gritó un militante y varios festejaron la ironía.
Pasado el momento de mayor euforia, el Gringo por fin se tranquilizó. Miró a su alrededor las caras sonrientes y sintió que había sido una larga jornada, pero que el premio había valido la pena la espera. Y se fue, pensando en la tarea cumplida y el desafío que les espera en octubre.

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