Aranceles: la herramienta bélica del gobierno Trump
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Aranceles: la herramienta bélica del gobierno Trump

Tocó el turno de los aranceles. Semana a semana, el gobierno del presidente Donald Trump se enfrasca en pretendidas órdenes –“diktats”- con los que persigue debilitar a países amigos - ¿ex aliados? – con dos notorias excepciones: Israel y el nuevo amigo, Rusia

Lo dicho, toca el turno de los aranceles, un mecanismo de política económica que el presidente norteamericano utiliza como herramienta de política internacional. Los justificativos que declara no convencen. Los objetivos que persigue no son claros. Y la confusión es mayor.

El 04 de marzo de 2025 entró en vigor un arancel del 25 por ciento para las exportaciones canadienses a los Estados Unidos, salvo para el petróleo que se limita a un 10 por ciento. Otro tanto -25 por ciento- para las exportaciones mexicanas. Y un 10 por ciento adicional para las exportaciones chinas.

Tanto en el caso mexicano como en el canadiense, las razones esgrimidas son el escaso celo puesto de manifiesto por ambos países para frenar la inmigración ilegal a los Estados Unidos. Y el ingreso de la droga sintética fentanilo proveniente de ambos países.

Canadá y México

Parece muy poco creíble como argumento para sancionar a Canadá, en particular. Ni la inmigración ilegal desde territorio canadiense es significativa. El ingreso de fentanilo es de poca importancia.

No, por detrás, aparece como objetivo la anexión lisa y llana del Canadá a los Estados Unidos. Tal y como lo denuncia el primer ministro canadiense Justin Trudeau, se trata de infligir daño a la economía canadiense para facilitar la citada anexión.

Claro que Canadá será un hueso duro de roer. Primero, por la historia. La anexión del Canadá fue un objetivo de la independencia norteamericana. Y fue resistido militarmente por el Canadá británico.

Segundo por la intervención canadiense en la Segunda Guerra Mundial que recibe el reconocimiento de los países europeos, en particular del Reino Unido, Francia, Bélgica y los Países Bajos. Canadá perdió 42 mil combatientes entonces, en los distintos teatros de guerra.

La respuesta del gobierno del Canadá fue contundente. Trudeau califico de estúpidas a las medidas arancelarias, denunció las intenciones anexionistas de Trump y depositó una queja formal ante la Organización Mundial del Comercio (OMC).

Claro que Trudeau es un primer ministro renunciante. Criticado dentro de su propio partido -Liberal- presentó la dimisión a ser efectiva el 09 de marzo de 2025. Trudeau dejará el poder en manos de quién lo suceda al frente del partido y del gobierno.

No obstante, la disputa arancelaria insufló aire. No en los pulmones políticos de Trudeau, sino en los del Canadá. Hoy, el primer ministro -conservador- de la provincia de Ontario, Doug Ford, otrora amigo de Trump, encabeza la resistencia y amenaza con cortar el suministro de electricidad a Estados Unidos.

Hoy, los comerciantes canadienses retiran productos norteamericanos de sus góndolas. Hoy, los consumidores proclaman por las redes el “compre Canadá”. Hoy, muchos habitantes de las ciudades portan un gorro similar -pero azul- al que usa Trump en el que se lee “Canadá no está a la venta”.

Aunque con trazos comunes, distinto es el caso de México. El otro vecino. Aquí las acusaciones de Trump resultan más creíbles. De allí, las diferencias de reacción entre Trudeau y la presidente Claudia Sheinbaum.

El primero duro, la segunda conciliadora. El primero impuso aranceles a la recíproca, la segunda se limitó a posibles represalias que no pormenorizó.

Sheinbaum trató de hacer los deberes. Primero, con la extradición a Estados Unidos de 29 narcotraficantes, entre ellos Rafael Caro Quinteros acusado por la muerte de un agente de la DEA, la agencia antinarcóticos norteamericana.

A la vez, con la recepción sin protesta de los migrantes expulsados de Estados Unidos. Para los cuales debe hacer frente a los gastos de infraestructura para su recepción y a los de alimentación de los repatriados.

Contramarcha y China

Y, de pronto… marcha atrás. Todo –Canadá y México- queda pospuesto hasta el 02 de abril. Mientras tanto, las mercaderías incluidas en el nomenclador de la ACEUM -Acuerdo Canadá Estados Unidos México- suscripto durante el anterior mandato de Trump, en reemplazo del Nafta, quedan exentas.

¿Qué cambió? A juzgar por Trump y su gobierno, nada. Solo compromisos de futuras operaciones contra… Pero, la verdad parece ser otra.

En parte por la caída en la cotización de las acciones en Wall Street. En parte, por el augurio de una suba inflacionaria. En parte, por la complicación para los

procesos de integración, en particular automotriz. En parte, por la caída en la confianza. En parte, por el monto de los intercambios comerciales.

Entonces… marcha atrás. Marcha atrás propia de una improvisación cuyos resultados muestran más daños que beneficios para la propia industria norteamericana y hasta una leve disminución de la ocupación laboral. En síntesis, casi una fanfarronada.

El torbellino Trump comienza a perder velocidad. Demasiada gesticulación, demasiada “propaganda” a través de las redes. Demasiada pretensión de dureza. Demasiado facilismo.

Ejemplo de lo último: dijo que para no pagar aranceles hay que trasladar las fábricas al territorio estadounidense. Como si fuese una cuestión de horas.

Es que crecen las sospechas que Riviera de Gaza, tierras raras de Ucrania y de Groenlandia, lanzamiento del bitcoin propio y el de su mujer Melania, cambios en la explotación del Canal de Panamá, huelen mucho más a negocio que a preocupación por el norteamericano común.

Con China la situación es completamente diferente. Aquí se trata lisa y llanamente de iniciar una guerra comercial. Por tanto, no habrá marcha atrás. De hecho, no la hay cuando, por el contrario, el guarismo promedio de las retenciones no deja de aumentar.

Desde la asunción de Trump, el promedio arancelario a las exportaciones chinas a los Estados Unidos subió 20 puntos. Hoy se ubica en torno al 34 por ciento debido al nivel muy alto de los aranceles sobre el acero y los vehículos eléctricos.

Europa y Musk

La próxima víctima de la política disciplinaria norteamericana será, casi con certeza, Europa. Posiblemente con niveles de sanción diferentes para cada país y no con un arancel generalizado para el conjunto de la Unión Europea.

Así, el ego de Trump se enfervorizará con castigos para los más díscolos. Por caso, la Francia de Macron, la futura Alemania de Merz o la España de Sánchez. En nivel opuesto, los amigos tales como la Hungría de Orban o la Italia de Meloni. En el medio, el Reino Unido de Starmer.

Situación particular es la de Dinamarca. Es por demás posible que el pequeño reino sea duramente atacado por los misiles-arancelarios del gobierno norteamericano. Objetivo: adueñarse de Groenlandia que desde 2009 presenta un estatus de Nación Constituyente del Reino de Dinamarca.

Las ideas de Trump frente al continente responden a una realidad del siglo XIX. Consisten en dos conceptos básicos: “América para los americanos” y el “Destino manifiesto”.

Por el primero, nadie puede intervenir sobre el continente salvo los Estados Unidos. Europeos fuera cabe para la Groenlandia danesa.

Por su parte, el destino manifiesto es la doctrina que justifica la expansión de las fronteras norteamericanas. Ayer fueron los territorios indígenas y mexicanos. Hoy se trata de Canadá.

El del estribo para Elon Musk. Su exceso de apariciones públicas rimbombantes y su intervención directa sobre otras áreas de gobierno cansaron a los miembros del gabinete del presidente Trump. En particular, a los secretarios de Estado, Marco Rubio, y de Transporte, Sean Duffy.

La tarea de Musk es recortar gasto y personal a través del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE). Comenzó a llevarla a cabo por encima de los responsables de cada área.

El conflicto se desató con los ataques personales de Musk a Rubio y Duffy. El resultado fue un pleito que debió zanjar Trump. ¿Cómo lo hizo? Limitando al DOGE a tareas de asesoramiento a los secretarios del gabinete respecto del personal y el gasto.

¿Final de la era Musk?

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