¿Oportunidad o desastre para el África?
RETIRO DE LA AYUDA ESTADOUNIDENSE

¿Oportunidad o desastre para el África?

El decreto del presidente Trump que suspende por noventa días la ayuda para el extranjero provoca un tembladeral entre gobiernos y ONG beneficiarias pero nadie protesta.

Está visto que el “huracán” Trump reparte “mandobles” a diestra y siniestra. Tal vez por ello, se hace muy difícil prestar atención a todos los frentes que el magnate inmobiliario, ungido presidente por segunda vez, abre en las distintas regiones del planeta Tierra. Así, los contenciosos se acumulan por doquier.

En América, el protagonismo de la administración del presidente Donald Trump se centra en el futuro del Canal de Panamá, en la soberanía sobre Groenlandia y sobre Canadá, en los aranceles “políticos”, en la inmigración indocumentada y hasta en una denominación geográfica.

En Asia, sobresale el conflicto con China circunscrito, de momento, a la guerra arancelaria. Conforman incógnitas, las relaciones con las dictaduras de Corea del Norte y de Irán, mientras florece el acercamiento con la India del primer ministro autoritario Narendra Modi.

Europa padece el desdén, casi el desprecio, del nuevo habitante de la Casa Blanca. A contabilizar, el eventual acuerdo de paz con el presidente ruso Vladimir Putin para finalizar la actual guerra de Ucrania y la exigencia de un cuantioso incremento de los gastos en defensa por parte de los europeos, socios en la OTAN.

Todo indica que el acuerdo Putin-Trump en mucho se parecerá a una capitulación ucraniana similar a la de la ex Checoslovaquia en el acuerdo de Munich ante Hitler en 1938. En aquella vez, los entregadores fueron las democracias europeas, Francia y el Reino Unido. Esta vez será la democracia norteamericana.

En Medio Oriente, entre incrédulo e impávido, el resto del mundo reacciona tímidamente a la iniciativa “trumpiana” de echar a los gazatíes de Gaza y distribuirlos entre Jordania y Egipto. Y, en su reemplazo, convertir a la Franja en un desarrollo inmobiliario.

Y queda el África, continente del que poco se habla pero que despierta los apetitos de rusos y chinos, la nostalgia imperial francesa, la buena relación británica y el desentendimiento norteamericano.

No es un desentendimiento neutro porque nada es neutro alrededor de Donald Trump. Ejemplo: la suspensión del programa de ayuda pública USAID o la posible del African Grouth and Opportunity Act, el acuerdo que permite a los países africanos exportar algunos productos sin derechos de aduana.

¿Adiós al USAID y al AGOA?

Apenas iniciado el mandato, el presidente Trump firmó el decreto de suspensión por 90 días de la casi totalidad de los programas de ayuda al extranjero -agrupados en el USAID- con las solas excepciones de la ayuda alimentaria de urgencia y la asistencia militar a Israel y Egipto.

Según observadores, el decreto persigue tres objetivos: la revaluación de los programas actuales, los criterios ideológicos del personal afectado y la drástica reducción de los gastos.

En 2023, la ayuda extranjera de los Estados Unidos totalizó 64.700 millones de dólares. Es decir, el uno por ciento del presupuesto federal. De ese total, 25 por ciento fue destinado a ayuda humanitaria; 20 por ciento, al mejoramiento de la gobernabilidad y de la sociedad civil y 12 por ciento a la salud.

Si bien, a través del USAID, los Estados Unidos conforman el mayor donante mundial en cuanto a volumen se refiere, retrotraen al puesto 25 si la medición se calcula en términos porcentuales de Producto Bruto Interno.

¿Quiénes eran los principales beneficiarios? Ucrania, en primer lugar. Luego, entre los diez primeros, figuraban seis países africanos. A saber, Etiopía, Sudán del Sur, Nigeria, Uganda, Kenia y la República Democrática del Congo.

Pese a su volumen -el 35 por ciento de la ayuda pública para el África- el recorte no genera reacciones. Es que todo el mundo piensa que algo podrá salvar cuando transcurran los 90 días de suspensión. Casi sin excepciones, tanto ONG como gobiernos en el silencio absoluto.

Sí, en cambio, aparecen voces que ven en los recortes la oportunidad de intentar un desarrollo africano en lugar de sollozar por la ayuda. Minimizan el volumen de la ayuda y la comparan desfavorablemente -cinco a uno- con los capitales “ilícitos” que abandonan el continente.

Tres dirigentes africanos -sobre 55- parecen encaminados en la idea de abandonar las negociaciones por ayuda y reemplazarlas por la búsqueda de capitales productivos. Son ellos los presidentes de Kenia, William Ruto, y de Ruanda, Paul Kagame, y el primer ministro de Senegal, Ousmane Sonko.

De su lado y de momento, el AGOA se mantiene. Pero la preocupación por su subsistencia atraviesa a los países africanos. Si es adoptada la decisión de revisarlo ¿Será generalizada? ¿O será empleada como disuasivo frente a eventuales díscolos?

Por ejemplo, la producción de vestimenta tipo jean que se fabrica en Kenia y está, casi por completo, destinada a Estados Unidos. Si el AGOA que beneficia los jeans kenianos desaparece es harto posible que la fabricación abandone África y se desplace al Asia.

Caso particular es Sudáfrica. Una ley, recientemente promulgada, autoriza bajos ciertas circunstancias a expropiar tierra, en algún caso sin indemnización. La decisión provocó la reacción del influyente multimillonario, Elon Musk nacido en Sudáfrica.

Musk acusó al gobierno del presidente Cyril Ramaphosa de promover una legislación racista en contra de los propietarios de tierra blancos. El presidente Trump inmediatamente suspendió la ayuda norteamericana.

Guerras y golpes de Estado

Por el pasado, el presidente Trump descalificaba a los países africanos. Durante la última campaña electoral no nombró jamás al África. Al parecer, no impedirá las avanzadas rusa y china sobre el continente. En concreto, el continente carece de interés a ojos del habitante de la Casa Blanca.

La excepción parece Somalia, donde la Fuerza Aérea de los Estados Unidos bombardeó bases de Estado Islámico en la región del Puntland. Bombardeo que fue informado y ordenado por el propio Donald Trump.

El grupo terrorista islámico predominante en Somalia son los Chabab con adhesión a Al Qaeda, no a Estado Islámico. Con todo no queda claro como inscribir la intervención bajo el marco del citado desinterés por el continente.

 ¿Una amenaza mayor?

De las dos guerras de mayor intensidad en el África, ni una sola palabra por parte de la novel administración republicana. Nada se dice de la guerra civil en Sudán, ni del enfrentamiento entre la guerrilla del M23 apoyada por las fuerzas armadas de Ruanda frente al ejército de la República Democrática del Congo.

En Sudán, combaten dos bandos militares con bombardeos sobre áreas civiles, con miles de muertos, millones de desplazados y prácticas de “limpieza étnica”.

En la República Democrática del Congo, el indisciplinado y corrupto ejército se retira casi sin combatir en el este del país ante el avance del ejército ruandés y la guerrilla del Movimiento 23.

Tampoco, hay toma de posición respecto de los tres países de la región del Sahel -Burkina Faso, Mali, Níger- con dictaduras militares asociadas con Rusia, donde no cesan las operaciones de los grupos locales del terrorismo islámico internacional, tanto de Estado Islámico como de Al Qaeda.

En síntesis, y seguramente no en las mejores condiciones, África parece librada a su propia suerte. Con Donald Trump en el gobierno de los Estados Unidos, los estados africanos no deben contar con ayudas que, por otra parte, nunca fueron abundantes.

Cierto es que el revulsivo Trump puede ser una oportunidad para que los estados africanos cambien el paradigma de la ayuda extranjera por el de las inversiones productivas, tras siete décadas transcurridas desde la descolonización. A un alto precio.

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