Abdelmajid Tebboune
Abdelmajid Tebboune ganó en primera vuelta pero con una abstención que totalizó el 60,1% del padrón electoral.
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Argelia se debate entre el Hirak, la Constitución, Francia, el terrorismo islámico y los bereberes

Tras una guerra de liberación particularmente cruenta, la República Argelina Democrática y Popular –tal su nombre oficial- inició su vida independiente en 1962. Transcurrieron 68 años que no alcanzaron para superar una historia signada por el colonialismo, el tercermundismo, el autoritarismo y la violencia. Argelia aun busca su destino.
Fue el 16 de febrero de 2019 cuando, en la pequeña ciudad de Kherrata, provincia de Bujía, en la región de Kabylia ubicada sobre la sección oriental de la costa mediterránea argelina, la población salió a las calles para reclamar la renuncia del presidente Abdelaziz Buteflika a presentarse para un quinto mandato.
Tan solo una semana después, redes sociales mediante, la convocatoria a la protesta pasó a extenderse por todo el país. Fueron las protestas más numerosas desde las movilizaciones de la guerra civil argelina de 1999.
El presidente Buteflika –enfermo y postrado, con largos períodos de internación en Europa- no aguantó el golpe. Menos de un mes después, en marzo, renunció a su candidatura para el quinto mandato. Poco después, cambió el gabinete. Pero no alcanzó para paralizar la movilización en las calles. El 2 de abril del 2019, el presidente Buteflika renunció al cargo.
Tampoco la renuncia calmó los ánimos. Las movilizaciones continuaron. Ya no se trataba de cambiar uno o varios personajes. Ahora, el Hirak –nombre que adquirió el movimiento y que se traduce del árabe, precisamente, como “movimiento”- reclamaba y aún reclama el cambio de régimen.
Para algunos observadores, el Hirak argelino es una aparición tardía de la llamada “Primavera Árabe” de 2010/2012, cuando las sociedades de distintos países reclamaron democracia y participación.

Que nada cambie
El post Buteflika desembocó inevitablemente a una elección presidencial, donde triunfó el candidato oficialista Abdelmajid Tebboune (75 años), miembro civil del FLN, diplomado en la Escuela de Administración de Argel, quien ganó en primera vuelta pero con una abstención record, para el país, que totalizó el 60,1 por ciento del padrón electoral.
Desde entonces y de palabra, el presidente Tebboune saluda y halaga al Hirak. En los hechos, los militantes son encarcelados, en particular, aquellos que ejercen el periodismo como profesión.
En paralelo, el Hirak se debilita. La situación sanitaria fue aprovechada por el gobierno para convocar a una reforma constitucional a la que califica como respuesta válida para los reclamos del Hirak.
¿Qué ofrece la nueva ley suprema, además de citar al Hirak “original” en su preámbulo? Que limita a dos el número de mandatos presidenciales; que facilita la creación de asociaciones de todo tipo; que garantiza el derecho de reunión y de manifestación; y que legisla sobre una eventual “cohabitación” si el legislativo y el ejecutivo responden a signos políticos diferentes.
Pero, para el Hirak, la reforma constitucional es insuficiente. Es que no limita los poderes extendidos del presidente de la República. No genera equilibrio.
A saber, el presidente continúa siendo el único que puede lanzar una reforma constitucional; puede vetar leyes; puede gobernar por decreto, sin revisión, en los períodos de receso del Parlamento; puede nombrar “walis” –prefectos- en las provincias y generales de las Fuerzas Armadas; puede disolver el Parlamento que, a su vez, no puede destituirlo.
En cuanto a la defensa, las Fuerzas Armadas quedan autorizadas a intervenir fuera de las fronteras del país. Tema particularmente sensible dadas las guerras civiles en los países vecinos de Libia y Mali.

Geopolítica complicada
A la situación política interna hay que agregar una política exterior particularmente compleja compuesta de dos factores: Francia y la vecindad. Francia es la antigua potencia colonial. Francia representa la guerra sucia de las luchas por la independencia. El empleo del francés es motivo de disputa como lengua frente al árabe. Francia domina buena parte de la vida económica argelina.
Pero también Francia es el espejo donde se mira gran parte de los sectores medios. Y Francia es un destino ambicionado por parte de quienes provienen de hogares populares y sueñan con una vida mejor.
Aunque en disminución, la inmigración argelina a Francia totaliza alrededor de 35 mil personas por año. En Francia, viven actualmente 700 mil personas de nacionalidad argelina, sin contar hijos y nietos que poseen nacionalidad francesa pero que conservan lazos estrechos con la tierra de sus padres y abuelos.
Para Francia, Argelia fue cuanto fue la India para los británicos. Fue la tierra de los “Pieds-Noirs”, los europeos –la mayoría franceses, aunque también españoles, italianos, alemanes, suizos y anglo-malteses- que vivieron y trabajaron en Argelia durante la colonización francesa (1930-1962). 
Algunos “pieds-noirs” fueron tan notables como el escritor Albert Camus (1913-1960), el filósofo Louis Althusser (1918-1990); el boxeador Marcel Cerdan (1916-1949); la actriz Edwige Fenech (1948); el mariscal Alphonse Juin (1888-1967) o el modisto Yves Saint-Laurent (1936-2008).
Francia también es Occidente y el cristianismo, frente a la tradición tercermundista –cada vez menos importante- por un lado, y al islamismo por el otro. La relación franco-argelina es una materia sin solución a la vista, al punto tal que el actual presidente francés Emmanuel Macron, nacido casi dos décadas después de la independencia argelina, debió confiar al historiador Benjamin Stora el intento de producir una memoria que “contribuya a serenar los espíritus de uno y otro lado”.
Del otro lado, el presidente Tebboune recogió el guante y nombró al director de los Archivos Nacionales, Abdelmadjid Chikhi, como interlocutor del historiador Stora. De momento, es un intento más luego de varios fracasos, particularmente el del ex presidente Jacques Chirac, para cerrar las heridas.
Mientras Francia combate –Operación Barkhane- en Mali, Argelia, debido a su peculiar relación con el país europeo, prefiere la colaboración con las fuerzas norteamericanas que operan contra el yihadismo en África.
Idiomas y algo más
A la hora de nombrar contenciosos de los que Argelia participa o se ve envuelta, no se puede omitir la guerra civil en la vecina Libia o la pésima vecindad con Marruecos, en particular, en relación con el ex Sahara español anexado unilateralmente por el reino marroquí.
Argelia apoya y sostiene al Frente Polisario que proclama la República Árabe Saharaui Democrática y que rechaza la ocupación marroquí de dos tercios del citado territorio. Pero el conflicto que más preocupa es interior y tiene que ver con la minoría bereber que, a su vez, es mayoritaria en la región argelina de la Cabilia, ubicada al este de la capital, Argel.
Se trata de un colectivo de entre 12 y 15 millones de personas solo en Argelia, que se reconocen étnicamente diferentes de los árabes; que hablan sus propias lenguas; que adhieren, en su mayoría, a la religión musulmana en su vertiente sunita, pero que los hay también cristianos y hasta judíos.
Los bereberes de Argelia lograron, por el pasado, algunos éxitos sobre identidad: el reconocimiento del “tamazight”, como segunda lengua oficial en el país y, por ende, su posible empleo en la educación y en los documentos públicos y privados; o el feriado del Año Nuevo bereber.
No obstante, por su vinculación con el Hirak, muchos bereberes han sufrido particular persecución y condenas de prisión, sobre todo después de la aparición de la bandera “amazigh” en las movilizaciones.
La identidad bereber será una de las cuestiones que deberá resolver el Estado argelino, construido desde la independencia en torno al “arabismo”. 

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