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FOCO DE TENSIÓN

Puertos “asfixiados” en el mar de Azov

Igor Vasilovich se está acostumbrando a quedarse en casa por las mañana. A sus 59 años, este hombre de aspecto juvenil, está pensando en volver a estudiar. En noviembre, y no por gusto, explica, solo ha completado 50 de las 160 horas que suele trabajar como capataz en uno de los elevadores del puerto ucranio de Mariúpol, en el mar de Azov. Un mar interior de unos 37.000 kilómetros cuadrados que Rusia y Ucrania gestionan conjuntamente pero que desde hace cuatro años, con el conflicto entre ambos países, se ha convertido en un foco de tensión. Más caliente aún desde que hace una semana guardacostas rusos tirotearan y abordaran una flotilla ucrania y apresaran a su tripulación por entrar en aguas que Moscú considera suyas.
El incidente ha situado de nuevo el conflicto en el tablero geopolítico internacional, donde esos días ha pasado a ser uno de los temas sobre la mesa de la reunión del G20 en Buenos Aires. “He trabajado menos, así que solo he recibido parte del sueldo, unos 400 euros; y el mes anterior solo fue un poco mejor. Rusia nos está ahogando”, afirma Vasilovich en un café de Mariúpol. El puerto, que ha sido declarado instalación restringida y de alta seguridad, estaba este viernes parado.
Desde que Rusia terminó en marzo el puente sobre el estrecho de Kerch, que une Crimea (la península que se anexionó en 2014) con el territorio ruso, el tráfico hacia los puertos ucranios en el mar de Azov se ha reducido. Muchas embarcaciones altas o de gran tonelaje no pueden pasar por debajo, según ha documentado un informe del Parlamento Europeo. Y a eso se añaden los largos procesos de registro a los que los guardacostas rusos someten a muchos barcos que van a cargar a Mariúpol o Berdiansk, instalaciones clave para la economía ucrania por las que el país (44 millones de habitantes) exporta el 25% de su comercio en metales y un 5% del grano. Registros que no son comparables a los que pasan las embarcaciones que van a los puertos rusos, según el informe de la Eurocámara. Rusia afirma que las inspecciones son rutinarias y que cualquier retraso, han llegado a ser de hasta diez días, se debe al estado del mar.
Moscú, señalan varios analistas, está usando su presencia en aguas de Azov para debilitar la economía ucrania. “Es hostigamiento. Para disuadir a las empresas y que vayan a otros puertos. Nos están estrangulando”, se lamenta Marina Pereshivailova, una de las líderes de la Unión de Trabajadores del puerto de Mariúpol, que tiene unos 3.000 empleados. “Por cada día parado un barco pierde más de 10.000 euros. Llegará un momento en el que no les salga a cuenta venir”, dice preocupada.
La sindicalista, de 54 años, señala que con el declive de la instalación los empleos de sus trabajadores están en riesgo debido a lo que Kiev ha denominado “el bloqueo ruso”. Según sus cálculos el puerto de Mariúpol no pierde dinero, pero está operando ahora con cero beneficios. 

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