None
INTERNACIONAL

El sumo pontífice se definió como “un peregrino de la paz”

A su llegada a la capilla, el papa Francisco permaneció varios minutos en recogimiento ante la Virgen de Fátima.
Los cientos de miles de personas que se encontraban en la explanada y que hasta ese momento habían aclamado al pontífice argentino permanecieron en un silencio completo durante cerca de cinco minutos.
Después, comenzó la oración que escribió para la Virgen y en la que se presentó “como obispo vestido de blanco”, según relató la Virgen al referirse al “que caía muerto” en los secretos revelados a los tres pastorcillos y que se interpretó como el atentado a Juan Pablo II en 1981.
También, se definió ante la Virgen como “un peregrino de la paz” que “actúa en la historia humana”, e referencia a una de las profecías sobre el futuro del mundo reveladas a los tres niños, Lucía, Francisco y Jacinta, en 1917, y de las que se celebra el centenario.
“En este lugar, donde hace cien años a todos mostraste los designios de la misericordia de nuestro Dios”, añadió en su plegaria, Francisco pidió que recuerde a todos los que “quieren vivir en Dios y rezan los misterios de Cristo para alcanzar la paz”.
El papa, también, hizo referencia “a los dolores de la familia humana que gime y llora en este valle de lágrimas”. Asimismo, recordó “la sangre del cordero derramada aún en todas las guerras que destruyen el mundo en que vivimos” y pidió que la Iglesia sea “imagen de la columna luminosa que alumbra los caminos del mundo, mostrando que Dios existe”.
En esta oración, intercalada por coros, Francisco afirmó que con la ayuda de la Virgen “recorreremos todas las rutas”: "Seremos peregrinos de todos los caminos. Derribaremos todos los muros y venceremos todas las fronteras, saliendo hacia todas las periferias, revelando la justicia y la paz de Dios”.
“Y para el mundo, pido la concordia entre todos los pueblos. Peregrino de la esperanza que el Espíritu alienta. Quiero ser profeta y mensajero para lavar a todos los pies en la misma misa que nos une”, rezó.
El papa, después, acarició la imagen de la Virgen y donó una rosa de oro, convirtiéndose así en el tercer pontífice que hace este regalo tras Pablo VI, que la envió en 1964 en pleno Concilio Vaticano II, y Benedicto XVI en 2010.
Luego, bendijo a los fieles y abandonó el santuario para descansar en la Casa “Nostra Senhora do Carmo”, donde también pasó la noche.
A la capilla Francisco había accedido por el corredor central de la explanada del santuario que tiene una cabida para cerca de 300.000 personas, pero muchos más fieles se agolparon en los alrededores, donde se instalaron pantallas gigantes para seguir los actos.

COMENTARIOS