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NUEVAS COSTUMBRES EN TORNO A LA TECNOLOGÍA

Desconectados: ¿Una nueva tribu urbana?

Algunos especialistas creen que el número de personas que eligen limitar o restringir el acceso a Internet y el uso de dispositivos tecnológicos ha crecido hasta merecer esa calificación. El perfil de los nuevos desconectados: profesional de entre 25 y 49 años.

Tienen entre 25 y 49 años, son profesionales y los une su afán de limitar su grado de conexión con redes sociales y otros usos y dispositivos relacionados con Internet, para reemplazarlos por contactos cara a cara o conversaciones reales. El fenómeno no para de crecer en algunos países desarrollados, al punto que hay especialistas que consideran a los “desconectados” como una nueva tribu urbana.
Este fenómeno se enmarca en una tendencia mayor que también revaloriza una vida con menos conexión a la red y entre cuyas expresiones más recientes se cuenta la ley aprobada en Francia que impide a las empresas comunicarse con sus empleados a través de medios tecnológicos fuera del horario de trabajo o el relanzamiento por parte de una de las más importantes marcas de celulares de uno de sus modelos más sencillos, que sólo funciona como teléfono y permite enviar mensajes de texto.
A la manera en que el movimiento Slow clamaba, a principios del siglo XXI, por la vuelta a una vida menos vertiginosa y más calma, actualmente hay numerosos indicios de una búsqueda de una vida  menos virtual y más real.
Algunos movimientos, encabezados por organizaciones no gubernamentales estadounidenses dan cuenta de esto. La ONG Reboot, por caso, creó el llamado  “Sabath Manifiesto”, que propone la desconexión por 24 horas de los dispositivos digitales para conectarse con los seres queridos, la naturaleza y nuestros propios pensamientos. Ese día de abstinencia digital, que coincide con el impulsado por el Slow Movement, se recordó este año el 3 de marzo. 
En la misma sintonía se enrola the Digital Detox Manifesto, otro  movimiento independiente que destaca que “la presión cultural  para chequear constantemente los  mensajes y mantenernos al día con  las noticias, a menudo nos abruma y frustra. Las cosas deben cambiar”. 
Algunos especialistas en España empiezan a considerar al creciente número de“desconectados” como una nueva tribu urbana que ha decidido poner freno a tanta adicción tecnológica.
En el mundo occidental lo último que hacen los jóvenes antes de acostarse es mirar el teléfono y también lo primero nada más levantarse. Consultan sus páginas de redes sociales, el email, el whatsapp… Y se obsesionan de manera casi enfermiza por conseguir más seguidores, más “megusta” y  visitas; es la llamada hiperconectividad. 
En la actualidad a nadie parece extrañarle que los comensales de una mesa no hablen entre ellos. No les importa la falta de comunicación, incluso, de educación con respecto a su acompañante, porque el otro también lo hace.
Las salas de espera de consultorios médicos se retratan como personas incapaces de apartar los ojos de la pantalla del celular; y lo mismo sucede mientras se entrena en el gimnasio o cuando se pasea al perro. 
El teléfono parece ser una extensión más del cuerpo humano pero no para todos, también están ellos, los llamados “desconectados”, una nueva tribu urbana que ha decidido poner freno a tanta adicción tecnológica.

Más que una moda, una filosofía de vida
Son cada vez más los que se suman a esta forma de entender la vida. No son en absoluto bichos raros, sino gente común que responde al perfil de urbanitas entre los 25 y 49 años con estudios universitarios. 
Los “desconectados” no pretenden aislarse del mundo sino todo lo contrario, apuestan por las relaciones cercanas; no es tampoco ignorancia ante las nuevas tecnologías, sino que, por el contrario, las conocen muy bien y por eso rechazan su uso masivo. 
Se desconecta sólo de lo banal, de aquello que no aporta nada, sino que desgasta mentalmente y roba tiempo, mucho tiempo. Usan internet, pero de una manera inteligente, casi cómo cuando ésta surgió por primera vez. Es por eso que navegan sólo de vez en cuando para consultar aquello que verdaderamente necesitan.
Enric Puig Punyet, decidió sumarse a esta tendencia cuando escribía su último trabajo “La gran adicción, cómo sobrevivir sin internet y no aislarse del mundo” (editorial Arpa). Para ello mantuvo entrevistas con personas que  desconectaron de la tecnología por motivos varios y así fue conociendo la otra realidad menos amable de Internet. 
“Al principio todos nos lanzamos a las redes sociales sin pensarlo. Prometían un entorno igualitario en el que compartir pensamientos y deseos de forma altruista; pero nos hemos dado cuenta de que detrás de eso hay una infraestructura que pretende engancharnos y lucrar. Este ha sido el primer paso en la desconfianza e irá en aumento”, comenta.
Así fue como hizo limpieza en su smartphone, tanto que finalmente lo jubiló. “Al principio fue difícil para mi entorno, pero cuando comprobaron que llamarme era igual de efectivo o más, porque la comunicación gana en calidad, lo apreciaron”.
Desde entonces este joven escritor, a la única herramienta que no ha renunciado, es al email, aunque únicamente lo utiliza desde su computadora y en horario laboral. 

Internet en el bolsillo
No se entiende una casa sin tabletas, computadoras o teléfonos móviles de última generación. Internet nos acompaña a todos los lugares. Parece dominar nuestras vidas.
Puig Punyet asegura que internet “esclaviza casi sin que uno se dé cuenta o, lo que es peor, asumiéndolo. Es entonces cuando el hombre está a su servicio y no al contrario. Yo no estoy sujeto a notificaciones constantes, elijo cuándo quiero recibir informaciones y cuáles. Me siento mucho más relajado”, asegura. 
Con un simple clic, algunos estados pueden acceder a los móviles, correos electrónicos personales. Controla nuestro consumo, conoce nuestras aficiones, creencias religiosas, ideas políticas o gustos sexuales, según comenta. 
El derecho fundamental a la libertad del individuo parece anulado en cuanto éste sucumbe a las redes sociales. Por todo esto, en 2013 se firmó un manifiesto contra la vigilancia y espionaje en Internet. Intelectuales de más de ochenta países, exigen a la ONU la creación de una Carta Internacional de Derechos Digitales.

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