La tecnología desplegó un abanico de posibilidades a la hora de adulterar una imagen.
La tecnología desplegó un abanico de posibilidades a la hora de adulterar una imagen.
LOS RIESGOS DE LA DISTORSIÓN EN CUERPOS Y CARAS

Tendencias: los filtros en las redes, cuando casi nadie es en realidad quien es

Miles y miles de selfies retocadas con herramientas digitales “para mostrarse mejor” alejan cada vez más la imagen virtual de la real, afectando la manera en que muchos usuarios se muestran y se ven a sí mismos.

El retrato es uno de los géneros pictóricos más antiguos de la historia del arte, y la selfie se convirtió en su versión actualizada. Pero en estas versiones, especialmente las que se suben “para mostrarse mejor” en las redes sociales, nadie parecería ser quien en realidad es. Es que la tecnología actual permite el uso masivo de filtros que distorsionan las facciones faciales y alteran la manera en que los usuarios de redes se muestran y se ven a sí mismos, lo que hace que la distancia entre el “yo real” y el “yo virtual” se vuelva aún más lejana.
La “selfie” es el retrato de esta época, y como toda fotografía no es un reflejo totalmente fiel de la realidad. Cuando se sube una a una red social, se elige el mejor perfil, se explora el ángulo adecuado y se incorpora una “máscara”, una delgada capa en el rostro que aporta un efecto distinto, filtros de uso masivo que terminan por distorsionar las facciones faciales.
Hecha de luz, pixeles y códigos, la autofoto tiene origen en un acto individual, pero con destino público y masivo cuando se comparte en redes sociales, y esa misma foto, con filtros, hace que la distancia entre lo real y lo virtual sea cada vez mayor. ¿Es esto algo positivo o negativo?
La identidad como construcción social es algo flexible y variable, pero en las redes sociales el uso de filtros tiende a cristalizar los perfiles. Los primeros tenían usos lúdicos como incorporar orejas de animales o agrandar la boca y los ojos, pero actualmente los más populares se han convertido en una herramienta de embellecimiento instantáneo y homogeneizador.
Originalmente, muchos de los filtros eran desarrollados por Facebook, pero luego se incorporaron otras opciones creadas por un grupo limitado de artistas de distintas partes del mundo que se registraban en el software de realidad aumentada “Spark AR”. Pero actualmente la red social abrió el programa de creación de filtros personalizados para todos los usuarios, y las opciones se multiplicaron.
“Todas estas tecnologías comienzan de forma beta, siendo algo de nicho, pero están al alcance”, explica Juan Ramírez, diseñador de realidad aumentada. Y agrega que “ahora no solo abrieron la herramienta sino que la desarrollan de una forma en la que cualquier persona pueda entenderla y usarla, no se necesitan conocimientos de diseño, aunque quizás sí de algún software de 2D o 3D, que son conceptos básicos de organización”.
En primera instancia, la herramienta para crear filtros para el rostro hace un “face detect” (detección del rostro) y luego segmenta las partes que lo componen.
“Sobre el desglose de ojos, pestañas o nariz -señala Ramírez - sobre esa organización, se tienen los parámetros para ejecutar. Se le da una característica a una sección del rostro, y a esa sección se la exagera o se la disminuye, y de alguna manera se la deforma”.
Lo cierto es que detrás de un filtro, la piel se ve más lisa y sin ningún tipo de imperfección, las narices se afinan, los ojos se vuelven más claros, las pestañas más largas, y los labios y pómulos toman más volumen.
“Una cosa es una foto alterada donde la piel se ve lisa, sin ojeras, sin imperfecciones, y otra es la fisonomía del rostro”, explica por su parte Martina Lochocki, médica dedicada a Medicina estética no invasiva.
“Como profesionales – agrega - tenemos que actuar con responsabilidad, respetar la anatomía, advertir si en el paciente hay una dismorfia, porque estas imágenes generadas por un filtro provocan una falta de autoestima, son imágenes inalcanzables porque básicamente no son humanas”.

 

La dismorfia de snapchat
Las revistas científicas de medicina llamaron ‘dismorfia de Snapchat’ a la tendencia de recurrir a cirugías estéticas para transformar los rostros a la manera que lucen con filtros faciales. El concepto hace referencia a Snapchat, la primera red social que utilizó las máscaras digitales. Pero cuando la función se incorporó a Instagram Stories, los filtros se popularizaron a tal punto que algunos países comenzaron a regular su uso. Por ejemplo, en julio de este año, Noruega aprobó una ley que exige que todo contenido retocado y compartido por figuras reconocidas en redes sociales tenga una etiqueta diseñada por el gobierno del país que advierta la alteración de la imagen, y en febrero de este año Reino Unido ya había trabajado en una medida similar a partir de una campaña que se inició en redes sociales, conocida como “Filterdrop” (fuera filtros), que buscaba limitar su uso.
Es que la tecnología desplegó un abanico de posibilidades a la hora de adulterar una imagen, y sin estudios en diseño gráfico y con una sola aplicación móvil, en la actualidad se pueden modificar partes del rostro y del cuerpo con el fin de crear una “ilusión de belleza” en el aspecto de una persona.
Así, proliferan imágenes trucadas que se hacen públicas y circulan en redes sociales, una práctica que podría pensarse como “inocente” pero que puede desencadenar, según algunos especialistas, en trastornos de conducta, principalmente entre los más jóvenes.
La obsesión por parecerse a un influencer, acumular likes o identificarse más con un filtro de Snapchat o Instagram puede derivar, advierten, en Trastornos de Conducta Alimentaria (TCA), como la anorexia y la bulimia nerviosa, o en trastorno dismórfico corporal, una autopercepción distorsionada de la propia imagen, desórdenes que se han incrementado con la pandemia y el uso excesivo de redes.
Por ejemplo, según la Sociedad Argentina de Pediatría, “las consultas a especialistas y encuestas auto administradas en las escuelas arrojan una prevalencia de patologías como Bulimia Nerviosa (BN) y/o Anorexia Nerviosa (AN) en casi 1 de cada 3 mujeres jóvenes de las que presentan algún grado de disconfort previo en su imagen corporal que impacta en sus conductas referidas a la alimentación”.
De acuerdo al Comité de Estudio Permanente del Adolescente (CEPA), en tanto, “los chicos pasan más tiempo comparándose con algo que no es real, con imágenes retocadas con photoshop o filtros, o con gente que siempre es feliz”.
Y como de las novedades en la tecnología se va aprendiendo día a día, de las consecuencias en su uso excesivo también. La aplicación Snapchat, que sirve para tomar fotos instantáneas que desaparecen en horas, fue pionera a la hora de integrar filtros dentro de sus herramientas, desde orejas de perritos hasta anteojos de sol y pelos de colores. Instagram los incorporó y hoy los usuarios, que saben de herramientas básicas de edición, pueden crear y moldear su propia imagen, con narices estrechas, labios voluptuosos, ojos grandes y de colores, pestañas largas y pómulos tensos, un “gatillo” que disparó, según la dermatóloga Florencia Salvo, las consultas para hacerse retoques estéticos.
“El uso de las redes sociales -señala - incrementó las consultas sobre tratamientos estéticos faciales, sobre todo el volumen de labios o relleno de ojeras en personas jóvenes que están más tiempo expuestas a fotos o filmaciones todos los días. Hay filtros que agrandan los labios o proyectan los pómulos, y lo más común es que los pacientes traigan a la consulta esas fotos para tratar de simular el mismo efecto en su rostro colocándoles relleno, que en algunos casos es exagerado o irreal, ya que no se correlaciona con la anatomía o estructura de esa persona”.
En este sentido, la dermatóloga apunta que “siempre hay que tener en cuenta que la medicina estética, más allá de ‘embellecer’, también debe preservar la salud y la armonía en la estructura facial o corporal de cada paciente. Por esa razón en muchos casos me niego a realizar tratamientos que no correspondan al paciente aunque me lo pidan. Les explico porqué no lo haría y qué efectos negativos observarían si se los realizan. La mayoría agradece la sinceridad y transparencia, aunque también me ha pasado que pacientes a los que sí les realizaron un tratamiento, vuelvan pidiendo ayuda para deshacer lo que le colocaron”.

La excepción de los “sin filtro”
El 2021 pareciera ser el año en que “sin filtro” es la excepción. Está tan integrado su uso en las plataformas, que desde los usuarios hasta los medios deben aclarar cuando una foto no tiene retoques, y así, como si ameritara ser noticia el aspecto de un cuerpo, muchas artistas muestran su rostro al natural señalando que es “sin filtro ni maquillaje”.
Entre las excepciones de los “sin filtro”, está la conductora e influencer Ornella Griffa, quien cuenta con más de 80 mil seguidores en su cuenta de Instagram, que recientemente declaró que “decidí y conté abiertamente a mis seguidores que yo para mi cara no iba a usar más filtros, porque me parece que nosotros tenemos que dejar de alimentar el estereotipo de ‘mujer perfecta”, porque yo también abusé de los filtros hasta que dije ‘basta de esto’”.
“El camino de la aceptación con uno mismo es difícil – señaló - más con los estándares de belleza que hay desde siempre, y los filtros no ayudan. Lamentablemente la foto no es más solo para nosotros, quisiera saber cuánta gente realmente saca fotos sin subirlas a ninguna red social. Muchas veces las fotos las sacamos de determinado ángulo, con determinada luz, edición, para que guste, para que tenga un like o una reacción en historias”.
Por su parte, Candela Yatche, creadora de “bellamentearg”, un proyecto que promueve la autoaceptación, destaca que “hay que hablar de distorsión de la imagen corporal, porque con los mismos ojos que vemos esas imágenes que están retocadas también vemos a nuestros cuerpos, y hay una diferencia enorme entre los cuerpos retocados y nuestra propia corporalidad. Creamos una identidad visual muy distinta a la propia y vemos identidades visuales distintas”.
“Los estereotipos de belleza -señala - se establecieron hace mucho tiempo, fueron cambiando, pero siempre con mucha exigencia. Y si toda la vida nos enseñaron que nuestros cuerpos estaban mal, no encajaban en la norma y tenían que ser modificados para ser más deseados y ser felices, esta es la consecuencia. Hay que estar atentos sobre los comentarios que hacemos sobre otros cuerpos y comentarios sobre nuestro propio cuerpo, y así como se empezó a hablar de diversidad sexual, hay que hablar sobre todo lo que tiene que ver con la diversidad corporal; que los cuerpos son distintos, no discriminar, evitar compartir memes o chistes que tienen que ver con agresiones a otros cuerpos”. 
Y agregó: “También cómo elegimos mostrarnos, por qué y para qué elegimos mostrarnos de determinada manera. Si es que no nos sentimos bien o nos divierte. Cada persona debe tener su propio motivo, pero también hay algo que se nos impone y que es el ideal de belleza inalcanzable, y tanto uso de filtros, de alguna manera tiene que ver con eso”.

COMENTARIOS