CINE NACIONAL

"Contrasangre" mezcla pasión y venganza, con Juan Palomino y Emilia Attias

El santafecino Nacho Garassino, que primero fue actor y en 2011 debutó como director con "El túnel de los huesos", vuelve en este rol detrás de cámaras como autor de "Contrasangre", un ensayo de fillm-noir porteño, con Juan Palomino, Emilia Attias y Esteban Meloni.
Daniel, el personaje duro interpretado por Juan Palomino, es vigilador nocturno, pero alguna vez fue policía y le hubiera gustado ser un héroe justiciero si la corrupción en la fuerza no lo hubiese puesto entre la espada y la pared, condenándolo a las márgenes.
En medio del paisaje urbano. Daniel se cruzará con Analía, una mujer misteriosa, distante, y atractiva que, no imagina, esconde un pasado que quiere vengar y por el que se resiste a comprometerse en una historia romántica, viejos tiempos que resurgen cuando alguien sale de la cárcel.
La trama convoca a nuevos personajes, un ex boxeador dueño de un bar de policías y prostitutas, y varios rostros más que conforman un entorno cada vez más laberíntico que, irremediablemente, lo conducirán allí mismo donde todo puede ser diferente a lo imaginado, triste, solitario y final.
El director, que había sorprendido con la propuesta de "El túnel de los huesos", acerca de la fuga de un presidio que deviene una historia con otras connotaciones, tiene pulso a la hora de abordar un género como el del suspenso que va más allá de la simple trama a resolver, y se adentra en personajes con mucha riqueza emotiva, a pesar de sus muchas sombras.
"Lo que 'El túnel...' tenía de entretenido era que siempre había muchos personajes delante de la cámara, es decir todos los que iban a evadir de la cárcel, un desafío que me permitía elaborar encuadres complejos, la puesta en escena, que no se pisaran los diálogos mientras que en esta ocurre todo lo contrario", confesó Garassino.
"Mi segunda película también iba a ser épica, porque se trataba de 'El fusilamiento de Dorrego', y quizás por eso, una vez que aquel proyecto se complicó y suspendió, preferí elegir uno más intimista, con espacios más chicos, un puñado de personajes, que me permitiera trabajar sentimientos de una forma más intensa que en algo grupal", confiesa.
Según Garassino "a veces, a priori, uno cree que trabajar con menos personajes es más fácil, más sencillo, pero es más difícil, porque hay que darles emotividad, un clima, pero como decía, lo mío es buscar desafíos que permitan expresarme y les interesen al público".
"Probablemente el género literario que más me gusta es el noir, ahora por ejemplo Alafair Burke, y me crié viendo el cine de Jean Pierre Melville o José Giovanni, porque es un cine que me fascina, que tiene esa capacidad de mostrar el lado oscuro del alma humana, con una manera metafórica de hablar de otros tipos de problemas que todos tenemos", añadió.
"De este guión que me había presentado Germán Val, lo que me interesaba era que tenía algo de esos relatos policiales sin policías, y en este caso no hay una intención detectivesca, donde prima el amor y el deseo, como ocurría en 'El cartero llama dos veces', que se van metiendo en la tragedia a través de las pasiones", reconoció Garassino.
"Trabajar con Palomino, Attias y Meloni fue un placer, y confieso que nunca he podido hacerlos con actores con los que no me pueda sentar a tomar un café" insiste Garassino y agregó que "fuí actor en cine publicitario y cosas así. y me ha pasado esto de llegar al set y que un asistente de dirección te de tus lineas, te enciendan la luz y estás solo, y ni conocés al director... Ese vínculo que se genera es difícil si no me llevo bien al margen del rodaje".
"Con el director de fotografía, Juan Carlos Ferro, que vive en España, pensábamos en que el cine policial tiende a los colores bajos, incluso en el blanco y negro, y acá quisimos colores expresionistas, como que el drama se da con un color un poco saturado, probar qué pasaba por ese lado", dice.
La obra de Garassino pasó por Pantalla Pinamar y luego por el Festival de Bolivar, donde el director compartió las primeras opiniones: "Fue divertido observar la gente, y me di cuenta de que muchas escenas que vi cien veces me aburren pero a la gente no. Ya no puedo hablar de la película porque perdí toda la objetividad, concluyó.

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