DE PUÑO A Y LETRA

"Los unos y los otros"

Con el socorro de la leyenda o del mito, la desconcertada ciudadanía argentina clama por un líder abierto hacia todas las posibilidades políticas y no sólo hacia un modelo que privilegia a una clase y, menos aún, hacia la vida contemplativa impuesta por el budismo zen y los asesores espirituales. Esa presencia del piloto de tormenta equidistante de los unos y los otros es aun inquietantemente vaga o incipiente en este dilapidado año de gobierno. 
Algún atisbo de país normal, sólo remite a negativas experiencias y nos transmite el grave sentimiento de que la realidad argentina es tan inexpugnable como la propia realidad y, por eso mismo, dramática. Los analistas, los políticos, los gremialistas y los ejecutivos de turno (llámense funCEOnarios del Estado), tal vez sustentan aquella idea de Anaxágoras: “todo está en todo, por consiguiente en nada”; convicción que, por cierto, hace del mundo un irreductible y aterrador campo de batallas. Aunque también para el analista político y el sociólogo –lo comprobamos ahora- la realidad puede ser mágica o simplemente prodigiosa.
Como sabiamente señala mi amigo, el escritor Darío Falú, esto que ahora sucede entre nosotros en estos últimos años, es un Macondo degradado de García Márquez o un relato de Kafka, que si hubiera vivido en la Argentina sería uno más de nuestros costumbristas. Bajo esa premisa, acaso sin saberlo, se consuelan los más derrotistas o hipocondríacos. 
Lo cierto es que apagado y flotante, o en términos más literarios, resignado y desposeído en su perspectiva, nuestro país sigue tropezando en la misma piedra y cayendo cada día un poco más abajo. La misma película que venimos viendo desde remotos tiempos, el eterno retorno de Nietszche o lo profetizado por el desesperanzado Borges: “Como el espacio es infinito, podemos seguir cayendo infinitamente”.
“Los doce años de kirchnerismo fueron fatales”. Es cierto. Acaso más que fatales, terroríficos; la caída era libre y la suciedad se ocultaba bajo la alfombra. Vieja táctica de un populismo grotescos y decadente o, dicho sin eufemismos, de inescrupulosos corruptos. Aunque, según algunos pitagóricos, que los hay y demasiados en este acongojado territorio, el cuerpo es una tumba merecedora de olvido y a lo pasado pisado. Quizá tengan razón, pero lo melancólico es que aquí todo se reitera y seguimos andando y repasando por la misma huella.
El aquí y ahora es duro y empecinado en esta Argentina del desconsuelo. No afloja ni en saco roto ni se conforma con la euforia de algunos logros menores que ni soplan la cruda realidad. Los números nunca cierran debido a que el gasto público andan por las nubes y la poca solidaridad de banqueros, financistas, “políticos y funcionarios gubernamentales de alto rango” (que se aumentan cifras espeluznantes en sus salarios, mientras que se discuten centavos a los pobres maestros) y del marcado negro no ceden en su voracidad y ni con amables recomendaciones se niegan al dinero fácil, que de manera ilimitada se multiplica en dinero; aún a expensas del hambre de las mayorías, que sigue en aumento.
Me conmovió la patética foto de una nena en Tucumán, que sentada en el cordón de la vereda, en los momentos libres de su pedido de limosna, aprovechaba para estudiar su lección diaria. 
Es horrible que el país que tiene riquezas para alimentar al Planeta, haya chicos y familias enteras viviendo en la calle. ¿Dónde está el Estado? ¿ De qué manera protege a sus ciudadanos ?.
Con buenos propósitos no se arreglan las cosas y el camino del infierno, se sabe, está pavimentado de nobles intenciones. Este modelo, como el anterior, no sirve o es poco eficaz. Hay que decirlo sin eufemismos, se necesitan cambios de fondo y con meros enunciados no se consiguen; menos en un lugar donde todo está contaminado de todos los gérmenes destructivos. Casi un 40 por ciento de pobreza es algo indigno, que no se puede admitir de ninguna manera. Todo se desmorona irremediablemente.
El gobierno no cree en la solidaria idea de un acuerdo nacional. Hacen falta los notables del país para encaminar este caos, que cada día se vuelve más inmanejable. Todo se aplebeya y se corrompe bajo la lápida de la impunidad. “La Biblia junto al calefón”, como dice un famoso tango se manifiesta en hechos tan insólitos como en el acto de condena a la funesta dictadura militar, que concluye con los manifestantes exaltando a los asesinos que Perón echó sin vuelta de hoja y, lo que es el colmo de los colmos, las mártires vivas de esa época siniestra del terrorismo de Estado, las “Madres de Plaza de Mayo” ahora se declaran antidemocráticas y parecen clamar por un felizmente superado golpe militar, siempre espantoso, así esté al frente el menos desopilante que ridículo Sargento García. 
Todo como un penoso ejemplo de una sociedad que gira empecinadamente fuera de su eje.
Citamos a Anaxágoras, citamos a un maestro del realismo mágico y a otro del desencanto y la frustración y nos creemos con derecho a citar ahora a Pitágoras y a los pitagóricos. 
¿ Por qué no ?. Aunque ni la comida ni la vivienda (ni hablemos del buen vivir) parecen entrar en la órbita de nuestros actuales gobernantes, que se limitan a consentir y disentir sólo cuando son instados a visitar el sastre o participar de cenas pantagruélicas ofrecidas por la nobleza internacional que ya casi no maneja nada, a no ser las formalidades. 
Sin mencionar la próxima campaña que se avecina. En estos días, como contrapartida al paro nacional o a la marcha de los maestros, el gobierno de Cambiemos, prepara un inconcebible acto del “Sí”, como en épocas del menemato. Una vergüenza. Mientras hay gente que no come, nuestros dirigentes se enfrentan entre ellos para ver, como dice un zafado periodista, “quién la tiene más larga”.
¿ Y en el mientras tanto, en el aquí y ahora, que es lo que nos importa porque el deterioro avanza ?. Eso es para más adelante; aunque todos sabemos que más adelante con modificaciones en el relato no basta. Se dejan pasar las cosas y se nos pretende conformar con las migajas del banquete. 
En lugar de discutir un auténtico proyecto educativo y de reformular el Estado, la mejor inversión en estos tiempos y la única revolución posible, se desgastan en no pagar lo que les corresponde a los maestros y jubilados, mientras se gastan alegremente 2.500 millones en armamentos o se invierte tiempo y publicidad en cenas con una nonagenaria diva de la TV. 
Y, más temerario aún, se siguen aportando recursos al pozo negro del circo populachero del fútbol, que a todos nos encanta como deporte, pero no como espectáculo terrorífico que se debe jugar sin hinchadas rivales debido a los malones modernos, no los del comandante Prado, por supuesto, sino al de los llamados “barras bravas”, que arrasan con todo lo que encuentran a su paso y están instalados en todas las corporaciones mafiosas que manejan a desquicio el país.
¡ Qué desconsuelo !. Si no se pueden solucionar esas pequeñas descompensaciones oculares, cómo se van a solucionar los grandes problemas nacionales que cada día profundizan más sus conflictos. En lugar de ridículos Ministerios de la Modernidad con más de un centenar de nuevos burócratas, inviértase en sacar de la calle a la pobre gente desocupada.
Sólo un gran impulso inventivo, una fuerte corriente de connotaciones realistas, integradoras y genuinamente sensibles, puede sacar a flote a este país. Se necesita un verdadero sinceramiento no lamentaciones y tenebrosos consuelos entre “los unos y otros”, que cada día demuestran que están más devaluados. Creemos que la ética es un acto permanente, sobre todo en un momento en que todos dudan de todos, que se deben manifestar en los actos más elementales.
Como un ejemplo permítaseme reproducir la carta, que en Agosto de 1873, siendo presidente la república, don Domingo Faustino Sarmiento, escribió a su nieto, radicado en París, ejemplo que deberían seguir los diputados y senadores que se aumentan las dietas y siguen nombrando familiares que cobran sueldos bajo sus férulas. Escribió Sarmiento:
“Querido nieto, concluidos tus estudios preparatorios, has llegado a una encrucijada de la vida donde a todo trance hay que elegir el buen camino. Mi posición de Presidente de la República me permitió costear tus estudios en París, pero dentro de un año quedaré reducido, con numerosa familia, al sueldo de Teniente Coronel y lo que gane con mi pluma.
Balcarce me ha escrito sobre tus estudios, tu debut en la prensa de París, en términos tales que hacen retozar mi corazón de abuelo; pero las letras no son carrera segura ni para los espíritus superiores. ¡Cuántos quedan rendidos en el camino!
La buena voluntad que Balcarce te profesa va hasta pedirme que seas nombrado en la legación, donde tu educación francesa podría utilizarse. Olvida el buen hombre que el nepotismo es vicio de papas y no de hombres de bien.
En el nombramiento para un puesto lucrativo recaído para su nieto no puede ir la firma de Domingo Faustino Sarmiento”

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