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ESTO QUE PASA | ANÁLISIS POLÍTICO DE LA SEMANA

Las secuelas de la adolescencia

Entretenida con las calzas con que vistió sus piernas la presidenta Cristina Kirchner, y con sus cada vez más pintorescas y “transgresoras” ocurrencias, la Argentina puede estar llevándose puesto el bosque, al quedarse hipnotizada con el árbol. Es lo que surge de una enorme reflexión que esta semana vino de ultramar pero que, en mi opinión, muchos medios locales que la recogieron no terminaron de entender en profundidad. Sólo un diario de la solvencia y rigor del Financial Times de Londres pudo animarse a pedirle a Cristina Kirchner que deje de comportarse como una adolescente malhumorada (“a sulky adolescent”).
Pero el diario británico no aludía a las veinteañeras extensiones capilares ni a las calzas ajustadas que parecen seducir ahora a la Presidenta argentina. Hablaba de cosas mucho más serias. Y mucho más graves. Su diagnóstico explica el resultado negativo del misterioso viaje relámpago que hizo esta semana el presidente ecuatoriano Rafael Correa a Buenos Aires, donde estuvo pocas horas y se fue, arrogante y sarcástico como siempre, pero con las manos vacías, rumbo a Cuba.

PETRÓLEO

Inscripto en el mismo certamen de enemigos de los medios del que han formado parte el difunto Hugo Chávez y su coherente heredero, el improbable Nicolás Maduro, Correa es uno de los odiadores del periodismo más cerriles del mundo. Pero aunque Cristina nunca ocultó su enorme aprecio por él, el ecuatoriano vino esta vez en vano a Buenos Aires. El Gobierno nacional y popular de la Argentina no piensa cuestionar el pacto firmado con la petrolera norteamericana Chevron, y Chevron es ahora mismo el enemigo público número uno del nacional populismo ecuatoriano. Los negocios son los negocios y esa máxima tal vez explique la curiosa definición que hizo la Presidenta este viernes en Ezeiza en una de sus inauguraciones de obras, aunque sean necesarias pero modestas piscinas municipales (“Aunque no haya agua, nos tiramos a la pileta”). Es una afirmación que conviene tener en cuenta para el futuro venidero, porque tirarse a la pileta cuando no hay agua sería una garantía de romperse la crisma.
La alusión a las conductas de Cristina Kirchner no era parte de un juicio moral o estético sobre sus muy subjetivas modalidades psicológicas. Es cierto que la Argentina sigue sin poder ponerle punto final a la reestructuración de su deuda, a la que declaró en default en diciembre de 2001. Un grupo de fondos de inversión de alto riesgo (hedge funds) sigue reclamando el pago integral de lo que acreditan como deuda verdadera contraída por el Estado argentino. Estos fondos no son, claro, asociaciones de benefactores sociales, pero la Argentina no exhibe pergaminos morales mucho más sólidos en su errática conducta, porque desde el calamitoso default viene vociferando contra el capitalismo rapaz de los “buitres”, como si no hubiera sido este país el que colocó voluntariamente deuda con el aval de gobiernos legítimamente electos.
Para el Financial Times la ficción política más insufrible es que, a pesar de no haber logrado retornar a los mercados de capital del mundo, la Argentina “ha sido más generosa con sus acreedores de lo que la señora de Kirchner quisiera admitir”. Resultado: a doce años de haber defaulteado su deuda original de 100.000 millones de dólares, “la Argentina es un paria financiero internacional que trata de recaudar el capital que necesita para extraer del subsuelo sus vastas reservas de gas no convencional (shale). En la visión del diario, la Argentina es más pobre de lo que debería ser. Ésa es su verdadera adolescencia y por eso se le pide que “madure”, como quien le habla a un muchacho de 16 años que se acuesta a las nueve de la mañana y se levanta a las cuatro de la tarde.

IDEOLOGÍA


Por eso Chevron. Sin abjurar de su colorido discurseo antiimperialista, el Gobierno quiere ahora “dos, tres, muchos Chevron”, metáfora de 2013 respecto de aquel “dos, tres, muchos Vietnam”, que Ernesto Guevara proponía hace ya 45 años. Cristina le dio el hombro frío al recalcitrante Correa porque aquí las papas queman. Tras una década de fenomenales errores en el campo energético, el país está exhausto en la materia y los dólares de Chevron son preciosos e irrenunciables. Pero el pasado no se deshace por arte de magia. La estafa de las “estadísticas” del INDEC, la deuda eterna con los acreedores del Club de París y la nacionalización nunca escriturada de Repsol YPF, siguen mostrando el rostro de un país imprevisible.
La naturaleza de la trapisonda queda expuesta en las propias cifras que se ve obligado a divulgar al Gobierno, que para ajustar el presupuesto de gastos del INDEC no se vale de las cifras absurdas de la inflación “oficial”. Según reveló ayer sábado el periodista Francisco Jueguen, desde la intervención en el INDEC en 2007, su presupuesto aumentó anualmente con variaciones más parecidas a las mediciones privadas que a las cifras políticas del Gobierno. Los números son categóricos: entre ese 2007 y 2012, el gasto real del INDEC creció un 208,8 por ciento. Esto triplicó largamente la inflación oficial, calculada por sus propios técnicos para ese mismo período en casi un 67 por ciento.
Conclusión inexorable: el INDEC, o sea el Gobierno, le dice al país y al mundo que 209 es igual a 67. No hay matemática que lo aguante.

TRAPISONDAS

En 2011 se supo que el Ministerio de Trabajo aceptaba los cálculos de las consultoras reprimidas por Moreno para homologar los aumentos salariales acordados en convenios con varios sindicatos. Sin embargo, según Víctor Beker, ex director nacional de Estadísticas Económicas del INDEC, el personal del Instituto aumentó casi un 70% desde el día que el Gobierno lo intervino. Mientras que la Oficina Nacional de Empleo Público (ONEP) tenía 1.551 funcionarios a fines de 2012, y en 2007 contaba con 1.506, en la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), columna central de la CTA, se calcula que actualmente el INDEC cuenta con 1.800 funcionarios, incluyendo “tercerizados”. Según una denuncia judicial hecha por la alianza política porteña UNEN, “un 47,3% del personal está abocado a construir el relato”. De esto habla aquel comentario periodístico londinense, cuando dice, textualmente, “Ms Fernández has spent too long behaving like a sulky adolescent. It is time to grow up”. Está en ingles, pero el lector lo entiende fácilmente, sobre todo la sugerencia final: es hora de madurar.

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