None
ENFOQUE

El uso racional de los antibióticos, clave contra la resistencia antimicrobiana

Los antimicrobianos, más conocidos como "antibióticos", son medicamentos que se utilizan para tratar las infecciones de origen bacteriano que provocan los gérmenes. 
Estos medicamentos son esenciales para preservar la salud humana y animal.

Desde su descubrimiento, y a medida que se fueron encontrando nuevos antibióticos, millones de vidas se salvaron gracias a ellos. 
Sin embargo, el uso indiscriminado de antibióticos generó la aparición de bacterias resistentes a estos. Es decir que cuando una persona se enferma con un germen resistente, el antibiótico ya no sirve para curar esa enfermedad. A este fenómeno se lo denomina  "resistencia antimicrobiana" (RAM).
Se trata de un fenómeno complejo que constituye una amenaza para la salud humana y animal.
La resistencia antimicrobiana es una forma que tienen las bacterias de adaptarse cuando les enfrentamos un antibiótico que, en teoría, debería matarlas o retardar su crecimiento. Es decir, la bacteria evoluciona y genera un mecanismo para defenderse del antibiótico.
¿Cómo es posible esta forma de adaptación acelerada inclusive cuando se usan antibióticos?
No es difícil de explicar: en una comunidad de 100 bacterias, donde una sola resulte resistente y el resto sean susceptibles al antibiótico, terminarán compitiendo entre sí por los nutrientes. 
Por ejemplo, cuando se aplica un antibiótico en esa población de bacterias, donde una es resistente al antibiótico, esa bacteria se verá beneficiada porque el antibiótico va a matar a las bacterias que sí son susceptibles. 
Resultado, la bacteria "distinta" sobrevive y crece libremente. Y si esa bacteria luego produce una enfermedad en una persona o un animal, el antibiótico que se aplique para curar la infección no tendrá efecto y el paciente puede llegar a perder la vida. Este sería el funcionamiento básico.
El problema es mayor porque no se genera sólo un mecanismo de resistencia. Hay bacterias que pueden generar dos, tres y hasta cuatro. Terminan convertidas en superbacterias, porque precisamente mutan en resistentes a más de un antibiótico. 
En la Argentina, como en todo el mundo, también existen este tipo de bacterias. Antes se hablaba de infecciones intrahospitalarias. Cuando el paciente ingresaba a un hospital corría el riesgo, si quedaba internado, de infectarse con alguna de estas superbacterias. 
Hoy, el problema es que el paciente enfermo ya ingresa al hospital con alguna infección causada por una bacteria resistente. Lo mismo ocurre con los animales.
En otras palabras, este fenómeno dejó de ser exclusivo de los hospitales. El tema es que en estos casos un antibiótico no sirve y dos tampoco. En ocasiones se requieren cuatro o cinco  antibióticos para poder matar a una bacteria multirresistente.
Estas circunstancias implican una lamentable pérdida de vidas humanas, mientras que en sanidad animal hablamos de considerables pérdidas económicas. 
La problemática crece día a día en la Argentina y el mundo. La globalización, el hecho de que todos podamos subirnos a un avión, el comercio internacional de alimentos, hace que las bacterias también viajen de un lado a otro y con ellas sus mecanismos de resistencia. No tienen restricción. Las bacterias no reconocen fronteras.
¿La estrategia para poner un límite a esta situación? Retrasar o impedir la diseminación de bacterias resistentes por medio del control de la venta de antibióticos, promover el uso  racional y prudente de estos medicamentos y pugnar por la detección precoz y el control de infecciones en hospitales y establecimientos agropecuarios.
La apuesta no es sencilla, pero existe la certeza de que hay que aunar esfuerzos, desde todas las áreas comprometidas en el tema para conseguir este objetivo.

Se trata de un fenómeno complejo que constituye una amenaza para la salud humana y animal.

COMENTARIOS
Canilla