OPINIÓN

El caso Grassi

Una vergüenza judicial, otra eclesiástica

Finalmente se expidió la Suprema Corte de Justicia de la Nación en el vergonzoso caso Grassi por corrupción de menores, agravado en concurso con otros delitos. 
El fallo ratifica los anteriores condenando al todavía cura a la pena de quince años de prisión por el caso de abuso con respecto al menor Gabriel, pero absolviéndolo en las casos de los menores Luis y Ezequiel.
Esto configura la primera vergüenza: la judicial. No hay nada que decir de la condena sobre Gabriel y mucho que reprochar ante la absolución dictada en el caso de los otros dos menores. 
Es inaudito, en la prueba acumulada en el expediente queda evidenciada con claridad meridiana el “modus operandi” de Grassi –siempre el mismo—para acercarse y seducir a los chicos. Todos los detalles de las declaraciones de los mismos coinciden, aun los más mínimos. Asimismo, las descripciones del dormitorio del condenado, diversa documentación  y muchísimas declaraciones y aun el dictamen de la Procuración General de la Nación, que sostiene la necesidad de condenar a Grassi por los mencionados casos de Luis y Ezequiel y realizar un nuevo juicio “justo”.
Nada de esto conmovió a los jueces, que insistieron en su postura, convalidando un fallo que pasará a la historia por el disparate que configura jurídicamente y el daño que configura para los damnificados, que ni siquiera pudieron ver condenado a este abusador serial, como se ha dado en llamar a Grassi.
Esto no es todo, a la vergüenza judicial hay que sumarle la eclesiástica. Porque nadie dudaría de lo hermoso de los discursos del Papa Francisco acerca de la pedofilia. Son maravillosas expresiones de anhelos, que en nada se han visto concretadas con hechos que, en todos los órdenes de la vida son los que cuentan. Ya Grassi está condenado y las instancias judiciales agotadas y la sentencia firme. ¿Qué más espera el Vaticano para expulsarlo formalmente de la Iglesia? De hacerlo, daría un ejemplo de coherencia ideológica y moral. De persistir con una inacción injustificable como hasta ahora, solamente el descreimiento en sus palabras le espera como resultado.
Tengo la esperanza de que el Papa Francisco actúe de acuerdo a los principios que ha predicado y que son parte de la doctrina católica.


(*) Abogado de Luis 
en la causa Grassi. 

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