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PANORAMA POLÍTICO NACIONAL

El cambio es incómodo ¿o Cambiemos está incómodo?

Los ideólogos del Gobierno acuñaron en los últimos días un pensamiento que repiten como un mantra las principales figuras del PRO, tanto en las reuniones a puertas cerradas como en los discursos públicos. Se trata de un concepto según el cual “el cambio es incómodo”, ya que viene a remover estructuras anquilosadas tanto en el terreno de la política como en materia económica.
Algo de razón tienen porque de otro modo no se puede entender que la pobreza estructural nunca haya bajado del 25% de la población en los últimos 30 años. Aunque en el fondo, el término “incómodo” refleja el propio estado de ánimo de los funcionarios de Cambiemos ante una realidad que se presenta complicada, en forma de crisis, a la que no les resulta fácil encontrarle la salida.
La idea de la incomodidad estuvo en boca del presidente Macri -ayer en el relanzamiento del plan Procrear en el Conurbano-, de la gobernadora Vidal y del jefe de Gabinete, Marcos Peña, en un encuentro del partido oficialista el último viernes, que se realizó justo cuando los gremios docentes anunciaban paros a nivel nacional y bonaerense, lo que trastocó el clima político de la reunión. Tanto, que Vidal y Peña se retiraron por una puerta trasera, sin hacer declaraciones. La Gobernadora prefirió emitir más tarde un mensaje a través de Facebook -una de las formas de “comunicación directa” preferidas del PRO, así como los timbreos-, mientras que Peña se tomó unas horas para advertir: “Nos pueden hacer paros, pero el cambio no tiene vuelta atrás”.
La reacción gubernamental frente a la recurrencia de los paros docentes es la de un conjunto de funcionarios que sabe que están poniendo a prueba su liderazgo político, que no se forja en la fase de “luna de miel” con la sociedad sino en los momentos de dificultades como el actual. “Sé que esperan más de mi”, afirmó Vidal en la carta que publicó tras el fracaso de las negociaciones.

Avanzada sindical
El propio Presidente le puso más contenido político a su relación con los sindicalistas en la previa del masivo acto de la CGT el martes pasado. Macri se comunicó con algunos referentes de la central obrera -tanto del triunvirato como del Consejo directivo- para pedirles que no avanzaran con un paro general. Parece que tuvo éxito porque no le pusieron fecha a la medida de fuerza.
Si bien el jefe de Estado compró un poco más de tiempo, el triunvirato de la CGT se compró un problema. Las violentas imágenes del final del acto, cuando grupos kirchneristas y de izquierda coparon el escenario, rompieron un atril histórico y repudiaron a los popes sindicales, restaron margen de maniobra  a la central obrera para administrar el conflicto con el Gobierno nacional.
Sin ir más lejos, el hecho de que los sindicatos docentes nacionales hayan convocado a cuatro jornadas de paro -frente a la negativa del Gobierno de llamar a la paritaria del sector- desdibuja al triunvirato cegetista en la conducción del conglomerado gremial. En los próximos días, Daer, Schmid y Acuña deberán resolver cómo salen de esa encerrona.
Pero una cosa es que quieran y otra es que puedan, ya que desde diversos sectores gremiales se escuchan voces que reclaman la caída del triunvirato y el nombramiento de un único líder. El kirchnerismo se apuró a postular al bancario Sergio Palazzo, jefe de la Corriente Federal, pero difícilmente los sindicatos más importantes le entregarían su conducción a Cristina Kirchner.
El clima de protesta que se respira en el país también se evidenció en la nutrida marcha docente del pasado lunes y sobre todo, en la masiva concentración de mujeres el último miércoles. Aunque esta última demostración llevó un tono de reivindicación de género antes que un reproche contra el Gobierno. Sin embargo, la convocatoria concluyó con incidentes, al igual que la de la CGT.

Interna oficialista
El cineasta Juan José Campanella, cuyas expresiones suelen identificar a los votantes de Cambiemos, posteó ayer en Twitter: “La mayoría democrática eligió vivir en paz, armar un país nuevo. La minoría mafiosa quiere llevarnos a la guerra. Otra vez”. Esa aseveración coincide con el cuadro de situación que hace el Gobierno frente a la avanzada sindical y de la oposición radicalizada.
Pero lleva implícita una contradicción, que no es atribuible al cineasta sino a los estrategas gubernamentales: el macrismo se siente cómodo teniendo como rival al kirchnerismo, porque de ese modo retiene a sus seguidores por el simple rechazo a la figura de la ex presidenta. Y no tiene -o eso cree- que explicar sus decisiones políticas porque los que se oponen son los K.
Así cometió el Gobierno algunos de sus peores errores -los casos del Correo, Avianca y los no consumados recortes jubilatorios- que, junto a la marcha de la economía, le están costando al Presidente y a su Gabinete un marcado descenso en las encuestas de imagen y gestión. Eso agita los rumores de salidas y eventuales reemplazos en el elenco gubernamental, multiplicados en las últimas semanas.
El blanco constante de esas versiones es Marcos Peña. El jefe de Gabinete y sus dos secretarios -Quintana y Lopetegui- son el corazón del Gobierno, por lo que en el fondo los cuestionamientos enfilan contra el rumbo de la administración macrista. Peña habló de “egos y mezquindades políticas” en la cumbre del PRO, en un mensaje que se interpretó como una réplica a sus críticos.
En la Casa Rosada atribuyen esos comentarios a un intento del radicalismo y de la Coalición Cívica de Carrió de ganar terreno en Cambiemos, tanto en las listas electorales que deberán cerrarse en 13 semanas como en la propia grilla gubernamental. Aunque las usinas también son amarillas: ayer no faltó quien deslizara que la figura del ministro Frigerio está adquiriendo una fuerte dimensión política.

Escenario electoral
Frigerio se quedó con la ejecución de toda la obra pública, incluido el Plan Procrear, lo que se considera clave en un año electoral. Los rumores también incluyen a Emilio Monzó -a quien Macri podría sumar al Gabinete a fin de año tras el recambio legislativo- y al radical Ernesto Sanz. Pero todas las movidas dependerán del veredicto de las urnas.
Una cosa sería que Macri oxigene el Gabinete para encarar la segunda mitad de su mandato, no habiendo perdido en la provincia de Buenos Aires, y otra muy distinta es que Cambiemos llegue a esa instancia en situación de debilidad política, tras una derrota en los comicios. Las encuestas marcan ahora que el Gobierno no lleva las de ganar, sobre todo en el Conurbano bonaerense.
En este escenario, el Frente para la Victoria y el PJ, así como la alianza del Frente Renovador y el GEN de Margarita Stolbizer no definen las candidaturas y alimentan las especulaciones. Una de ellas indica que Massa podría saltear este turno electoral y que Margarita compartiría fórmula con Lavagna.
En el massismo tomaron nota de que Macri rehuyó contiendas electorales -en 2011 y 2013 por ejemplo- antes de llegar a la Presidencia en 2015. Por su parte, el PJ discute puertas adentro si es posible que Randazzo enfrente a Cristina Kirchner en una interna. Aunque lo que no discute son sus cuestionamientos al Gobierno, porque se siente cómodo con Macri en la vereda de enfrente.
Esa rivalidad política, en la que Cambiemos y el peronismo en un sentido amplio se enfrentan en una batalla cotidiana, representa para la Argentina como una misma moneda con dos caras. A tal punto, que la polarización -alentada por unos y otros- termina dificultando la indispensable recuperación de la economía. Y retroalimenta una dañina política general de tierra arrasada.<

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