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PUNTOS DE VISTA

Senos a la vista de todos

Desde el inicio de la “revolución sexual”, la era cuerpo obligó a legisladores y jueces a repensar el significado de términos como decencia, decoro, recato, pudor, pornográfico y obsceno, tal como ahora con el descubrimiento de los senos en Necochea y el martes en el Obelisco y plazas.
Esa revolución interpeló las grandes tradiciones morales y acentuó la diferencia entre Moral y Moralidad. Esta expresaría la forma como cada sociedad refleja la moral sexual prevaleciente y alude a lo que vulgarmente se denominaba “decencia”.
Hasta hace pocos años moral y moralidad coincidían en mantener el cuerpo cubierto. No sólo en las playas, como puede comprobarse con las fotos color sepia de los trajes de baño en la Mar del Plata de los años veinte (publicadas por este diario en la edición del pasado 29 de enero). Hasta en el acto sexual, el pudor impedía a veces mirar el cuerpo de la pareja.
En las playas del mediterráneo nadie se asusta hoy al ver los pechos femeninos descubiertos y una mujer europea quizá no entienda las manifestaciones del martes. Ellas, que cubren totalmente los glúteos, se sorprenden con las microbikinis de estas latitudes.
Ateniéndonos al aluvión de “subidas” (uploads) de contenidos sexuales caseros que se incorporan diariamente a la red y estadísticas de uso, no puede negarse que con Internet la desnudez adquirió naturalidad. En este giro de la imagen, jóvenes y adultos aceptan incluso declinar su privacidad con tal de ejercer libremente la facultad de verse y ser vistos.
Tras el “pienso, luego existo” cartesiano y el “hablo, luego existo” del giro hermenéutico, estaríamos en el “me muestro, luego existo”, como destacaba en su “Amor líquido” y, más recientemente en “Ceguera Moral” Sygmunt Bauman, fallecido el pasado enero.

Banalidad y misterio
No hay un solo feminismo: constituye un movimiento con múltiples expresiones, algunas con serios desarrollos doctrinarios tendientes a liberar a la mujer de yugos ancestrales y reivindicar su rol (no necesariamente masculinizarla, banalizar lo sexual, o batir el redoblante abortista).
Lo de Necochea no pareció una acción espontánea, sino la provocación de un pequeño grupo de mujeres que -por las palabras que dirigen a los desconcertados Policías- habría logrado su cometido. Pero no pueden dejarse de lado estos contextos para analizar su significado y la decisión de cualquier mujer de liberar sus pechos al sol.
Abusar de las razones lleva a ser irrazonable, como intentar fundamentar la libertad de exhibirlos en que los varones tienen y muestran sus pechos…
Más allá de su imprecisión anatómica, ese argumento pretende pasar por alto nada menos que el erotismo, fenómeno esencialmente humano que excede largamente lo físico, genital y sexual para inscribirse en lo simbólico. Los varones no tienen senos.
Cierta vulgata psi (no el psicoanálisis) intenta clausurar lo sexual en el individuo, dejando de lado esa apertura a la trascendencia y lo demás que le es inherente. Sin embargo, hay algo “dado”, recibido, en la sexualidad humana. Así como nadie elige el día de su cumpleaños, ni duda que vaya a morir, tampoco “elige” propiamente el objeto de su deseo, sea que a lo largo de su vida lo ignore, descubra, acepte, rechace, cultive, deforme, o sublime.
La gran deuda de nuestra sociedad y el desafío hoy para la educación, sería justamente la formación en un erotismo acorde con los cambios epocales, una verdadera “educación sexual”, que jamás podrá lograrse suprimiendo de la dimensión sexual lo que encierra de misterio.

Derecho al desnudo
En la noción de integridad sexual, tutelada por el Código Penal en su Libro II, convergen aquella revolución, el psicoanálisis y el autonomismo de la voluntad, preservando la facultad de cada persona para decidir, llegada cierta edad, qué hacer y cómo gestionar aquella dimensión.
Desnudar los pechos hoy no tipifica en sí delito ni contravención. El Código castiga al que “ejecutare o hiciese ejecutar por otros actos de exhibiciones obscenas expuestas a ser vistas involuntariamente por terceros” (agravando la pena si ese tercero es menor).
El Código de convivencia de Buenos Aires pena a quien suministre a un menor “material pornográfico” y el Código de Faltas de nuestra Provincia (Decreto-Ley 8031/73) sanciona al acto o palabra “obscena”.
Lo pornográfico no es discutible (en tanto se direcciona directamente al acto sexual), y aunque lo obsceno admite interpretaciones, esencialmente importa un intento de apropiación del deseo, además de la mirada, del otro. No sería necesariamente el caso de los senos en una playa.
Está penado invadir la esfera de la sexualidad, lo que constituye en sí una violencia si no fue consentida. Tutelar la integridad equivale hoy a proteger a quienes no tienen madurez sexual (no es fácil hoy: convengamos 18 años) y también preservar la facultad de los mayores de mirar, o ser mirados.

Los contextos
Quizá parezca un tema menor al lado de tanta pobreza, marginalidad e injusticia que nos rodea, pero lo sexual nunca es menor para el individuo, ni para una comunidad. Destaquemos la libertad para manifestarse.
En plena exaltación del autonomismo -más aún, en materia sexual-, fijar límites es complejo. Pero el Derecho implica límites y cualquier texto (léase: “desnudo”) sin contexto, se transformaría en pretexto.
Nos espanta cada día la violencia que se ejerce contra la mujer y el número de atroces femicidios. Lejos estamos del Mediterráneo.
No estarían dadas condiciones para una mujer libere los pechos en cualquier lugar, sin riesgo para sí, o generarse desórdenes que la Fuerza Pública debe, lógicamente, evitar. El martes en el Obelisco había casi tantos hombres como mujeres.
Si impedir amamantar en una plaza fue exagerado, los pechos al sol exigirían hoy determinadas playas, o ámbitos con la debida advertencia para los responsables de menores. También para que hombres y mujeres que tienen una concepción distinta de la moralidad, simplemente otros gustos, o no quieren ver esas imágenes.
Lo contrario, sería una forma de provocación. Y los únicos favorecidos, a la larga, serían los cirujanos plásticos.
 

(*) Abogado, vicepresidente de la Asociación Argentina de Bioética Jurídica.

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