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BODEGONES DE CAMPO, PARADORES Y CANTINAS DE CLUBES

Restaurantes de pueblo, la vuelta a la comida casera y abundante

En tiempos donde los platos gourmet y las porciones reducidas son tendencia, cada vez más vecinos de Junín eligen salir a comer a Roca, Baigorrita o Agustina para compartir una cena estilo tradicional y entre amigos o en familia.

Salir a cenar a los restaurantes de los pueblos es uno de los planes que más se repite entre los juninenses y vecinos de otras ciudades de la zona. Baigorrita, Roca y Agustina son algunos ejemplos de pequeñas localidades que cuentan con una oferta gastronómica que tiene como protagonistas a los platos caseros y de porciones abundantes. Estos espacios, lejos de estar ambientados con las últimas tendencias en decoración, transmiten al comensal el ADN propio de la vida de pueblo: la simpleza y la amabilidad.
El trabajo, las obligaciones, el ritmo de la rutina -cada vez más intensa- entorpecen a la hora de disfrutar una cena con los afectos. Los pueblos se han vuelto una opción válida para apartarse de la ciudad e ir en busca de una experiencia que goce de tranquilidad, buena atención y, por supuesto, buena comida. “La casona del fiambre” de Roca, “San Severo” de Baigorrita y “Las tres campanas” de Agustina son algunos de los restaurantes elegidos por los juninenses para salir a comer los fines de semana.
Estos tres lugares sólo abren viernes, sábado y domingos –“San Severo” también los jueves- y tienen como factor común los menús fijos, con entradas de fiambre casero y regional, empanadas, plato principal de pastas o parrilla y algunos postres para elegir al final de la cena. Buena parte de las recomendaciones llegan por el famoso “boca en boca” y los clientes que llegan a cada uno de estos restaurantes lo hacen en busca de un objetivo puntual: la comida elaborada “como en el tiempo de antes”.

Más de 30 años de historia
“La casona del fiambre”, de Agustín Roca, está ubicada frente a la estación de trenes. Es un clásico y rústico bodegón de campo con pisos de parquet y aberturas de madera, paredes con recortes de ladrillos a la vista, herraduras de caballo en calidad de percheros y cajones de Coca Cola como accesorios que solo pueden conseguirse hoy en casas de antigüedades. Gustavo “Chango” Pichi es el dueño y fundador de este restaurant, tenía 22 años cuando abrió las puertas por primera vez en ese mismo espacio y nunca más las cerró. Hoy es su hijo el encargado pero él continúa ayudando en el lugar, que tiene capacidad para unas cien personas.
Llevan 31 años con una misma impronta que, en más de una ocasión, intentaron cambiar a partir de la elaboración de platos gourmet o con un estilo alternativo al original, pero no funcionó y volvieron para quedarse con la matriz que define a “La casona del fiambre”: lo tradicional. “Quisimos, en algún momento, hacer otros platos, con combinaciones diferentes, pero nos pasaba mucho que gente que tal vez hacía unos tres o cuatro años que no venía nos preguntaba ‘¿los ravioles no los hacen más’? Entonces nos dimos cuenta de que venían a buscar esos platos, los tradicionales. Acá se disfruta mucho de las pastas y del fiambre casero”, cuenta a Democracia Gustavo Pichi.
El restaurante recibe a comensales de Junín, de Rojas y de otras ciudades cercanas al pueblo. También se utiliza el espacio para festejar cumpleaños o por reuniones de grupos numerosos que reservan para comer allí, incluso muchas empresas que reciben clientes del exterior han pedido la atención exclusiva durante la semana, los días en que no está abierto al público en general. “La Casona ya es parte del acervo, de la identidad de Roca, siempre estuvo ubicada en el mismo domicilio, dirigida por la misma familia, manteniendo la misma calidad”, dice Pichi sobre el restaurante.

Frente a la plaza, en Baigorrita

En la esquina de Mitre y San Martín, frente a la plaza del pueblo y con un estilo distinto al de Roca, San Severo es el restaurant del club que cada fin de semana es elegido por grupos de amigos, parejas o familias de Junín y Los Toldos que salen a cenar a Baigorrita. El lugar tiene capacidad para unas sesenta personas y, por este motivo, es recomendable reservar la mesa con anticipación. Con ventanales que permiten la vista a la plaza, San Severo ofrece un menú fijo de jueves a domingos, con eventual elaboración de platos especiales. Cristian “el grillo” Del Fabro, su dueño, cuenta a Democracia que ellos tienen tres pilares que sostienen desde el primer día en que abrieron, hace cuatro años atrás: calidad, cantidad e higiene.
Entrada, plato principal y postre son de consumo totalmente libre en San Severo y es, tal vez, uno de los pocos restaurantes de la región donde ofrecen las parrilladas completas, con todas las achuras y cortes de carne. El precio del menú es fijo y está compuesto por fiambres caseros con pollo, matambre y lechón arrollado, ensalada rusa, huevos de codorniz avinagrados, luego distintas variedades de pastas, parrillada completa con ensaladas o papas fritas y, para el final, un abanico de entre diez y doce postres para elegir.
“Hay gente que viene a buscar comida los domingos al mediodía y se la lleva a su casa en una fuente, pero el fuerte nuestro es recibir a grupos de amigos y familias que buscan venir a comer bien y abundante”, dice De Fabro sobre el restaurant del que es dueño desde hace cuatro años.

“Las tres campanas” de Agustina
Hace poco más de un año abrió sus puertas Las tres campanas, un restaurant sobre la Ruta Provincial 65, justo en la intersección con el inicio del acceso al pueblo, y que en principio se llamó Parador Agustina. Allí se ofrece también un menú ya establecido donde –al igual que los dos sitios ya mencionados- abundan los fiambres caseros, las pastas y la parrillada.
Lo que distingue a este lugar de los demás es que tiene afuera un parque amplio, ambientado con mesitas de hierro y pequeños bancos forrados en cuero, donde muchos comensales eligen salir a comer el postre o a disfrutar la cena en las noches de verano. Los viernes suele hacerse cena show y también karaoke durante la sobremesa.
Sara Abud, dueña del restaurant y quien se encarga de hacer todas las compras para la cocina, y contó a este diario que “la idea, en principio, era vender fiambres y quesos, pero después decidimos abrir los fines de semana, y ahora tengo en mente que funcione a modo de parador, con minutas todos los días, pero el grupo de trabajo, al menos por ahora, es reducido”.
El estilo, en cada uno de los tres casos, es familiar, con ambientaciones sencillas pero con platos de calidad asegurada y con una atención que se caracteriza, ante todo, por la amabilidad. Además, al ser Junín una región productiva, con fábricas y empresas vinculadas al agro, muchos de estos lugares son utilizados para realizar reuniones con productores agropecuarios y empresarios de la región, que buscan reforzar los vínculos comerciales con un almuerzo abundante de por medio.
La comida tradicional, las recetas caseras “de la abuela”, los ambientes poco pretenciosos están de moda otra vez, y cada vez más juninenses optan por comer bien, entre risas y en un ambiente “como en casa”.

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