Son las cuatro de la mañana, aún no comienza a clarear y en el camino de tierra avanzan 19 jinetes con 40 caballos en paralelo a la vía del tren. Hombres de entre 14 y 70 años, padres e hijos, amigos, compañeros de trabajo y hasta desconocidos entre sí, montan el animal especialmente preparado para este desafío: viajar cuatro días para llegar desde Baigorrita hasta Luján.
Esta vez –la cabalgata se repite año tras año- el grupo está integrado por vecinos de Baigorrita y de Junín. Es distinto en cada uno de los casos el motivo que impulsa al jinete a realizar la travesía hasta la Basílica de Luján. Algunos de ellos trabajan todo el año en el campo con caballos y quisieron vivir la experiencia, otros llevan una vida siendo devotos de la Virgen, otros eligieron el esfuerzo como forma de agradecimiento y, en esta oportunidad, uno de ellos prometió hacer la travesía tras lograr recuperarse de un accidente que casi le cuesta la vida.
El recorrido se hace por el mismo camino desde hace 17 años: se costea la vía del tren que une a Baigorrita con la ciudad de Luján. En el grupo hay algunos hombres que van desde el primer año y otros que asisten por primera vez. Cada jinete viaja con dos caballos –montando de a ratos a uno y de a ratos al otro para cuidarlos– y los acompañan sulkys que trasladan la imagen de una Virgen, bidones con bebida, equipos de mate, comida y un botiquín de primeros auxilios.
El plan, cada año, es viajar durante tres días, estar una jornada entera en Luján para obtener la bendición a los viajantes, asistir a la misa y luego volver. Siempre se dispone de un día demás por si la lluvia complica la travesía y, unos días antes de arrancar, se hace el mismo camino pero en camioneta para confirmar los lugares en los que van a parar cada noche. No es tarea simple conseguir el hospedaje siendo 40 los caballos y 19 los jinetes quienes necesitan descansar.
Cada jornada se avanzan entre 50 y 60 kilómetros, saliendo de madrugada y parando al mediodía para almorzar y dormir la siesta bajo la sombra de los árboles. Este año, la primera noche pararon en Chacabuco, en un campo de doma, donde gente del lugar asó un cordero para recibirlos. La segunda noche, estuvieron en un caserón de Castilla, y la tercera en la Sociedad Rural de Mercedes. Allí se unió la única mujer del grupo que haría junto a su marido –ambos de Junín- el tramo final de 50 kilómetros.
Joaquín Serré tiene 19 años, trabaja con la hacienda en el campo de Baigorrita y es la segunda vez que emprende el desafío, pero esta vez con la particularidad de hacerlo junto a su padre, tan amante de los caballos como él. “Durante el viaje aprovechamos la fresca de la madrugada para hacer la mayor cantidad de kilómetros posible, para que los caballos no pasen calor y no se agoten, porque ellos son la prioridad. Cada vez que paramos, si tenemos sed tomamos agua pero después de darles de beber a los animales, porque el secreto es cuidar al caballo más que a uno”, dice Joaquín sobre la travesía.
Cada noche se hace asado a la parrilla -un asado grande, para que sobre carne para el próximo mediodía-, se juega un rato a las cartas o se comparten anécdotas y a las once de la noche ya todos descansan: algunos en bolsas de dormir y otros –los más paisanos- sobre el cuero del recado. A las tres y media se levantan y a las cuatro de la madrugada se reanuda el viaje. “Todo el camino se hace con el caballo caminando, casi no se galopa, o tal vez muy poco antes de que salga el sol”, cuenta a Democracia Joaquín Serré.
Son 19 historias y motivos distintos los que ponen a este grupo de gente en un mismo espacio y un mismo lugar. Allí hay algunos trabajadores rurales, como Joaquín Serré de Baigorrita; hay torneros, como Edgardo Peira, también de esa localidad; hay fumigadores, como “Papel” Ríos, de Baigorrita; estudiantes secundarios, como Tomás Howden -juninense de 15 años que fue junto a su tío Gaspar, trabajador de la industria aceitera-, abogados y camioneros, entre otras ocupaciones.
Los “gauchos peregrinos” comienzan a preparar a sus caballos algunos meses antes de emprender la travesía, los entrenan, los hacen caminar, porque saben que la clave, para alcanzar la meta, es cuidar ante todo al animal.
Y empieza a divisarse, a lo lejos –todavía en camino de tierra-, la enorme nave de la Basílica, ese imponente monumento de fe, que agita la sangre de los viajeros, con la satisfacción de decir, al fin, misión cumplida.
LOS "PEREGRINOS GAUCHOS" REALIZAN UNA TRAVESÍA DE CUATRO DÌAS
De Baigorrita a Luján, a caballo: una tradición viva desde hace 17 años
En 1999 se realizó la primera experiencia, que aún hoy continúa. Hombres y mujeres de distintas edades, profesiones e historias de vida, cabalgan hasta la Basílica por una promesa o devoción a la Virgen.
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