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PANORAMA POLÍTICO DE LA SEMANA

El estilo presidencial de Macri detrás del traspié sobre Malvinas

En un país presidencialista como la Argentina, el estilo de conducción de quien ejerce la primera magistratura suele ser determinante.
Las características del gobernante pueden aparecer tanto detrás de asuntos triviales como de grandes decisiones. También explican los aciertos y los errores más evidentes.
Mauricio Macri acaba de demostrar en la ONU que ese sello nacional está vigente.
La confusión que provocó su declaración sobre la supuesta aceptación del Reino Unido de incluir la soberanía de las Islas Malvinas en el diálogo bilateral, algo a lo que se niegan sistemáticamente los británicos desde la guerra de 1982, puede atribuirse a la inexperiencia diplomática del Presidente. Pero, en rigor, revela un aspecto más profundo: la duplicidad que marca su ingeniería de poder.
Esto es, su recurrente tendencia a repartir en dos cabezas –o dos áreas distintas- una función que a priori es la misma. Mucho se habló, con motivos por cierto, de los encontronazos entre Prat Gay y Sturzenegger, aunque ambos tienen objetivos disímiles. Bastante menos se reparó en que el entorno del Presidente está poblado de economistas que no reportan al ministro de Hacienda.
Uno de ellos es el influyente Mario Quintana, quien formalmente integra la Jefatura de Gabinete pero, en los hechos, es un asesor directo de Macri. Lo mismo sucede en el área de la política exterior: la canciller Susana Malcorra es la cara visible de la diplomacia argentina, con alto perfil por su candidatura a encabezar la ONU, pero no es la única voz que escucha el jefe de Estado.
De hecho, durante la reciente estadía del Presidente en Nueva York tuvo su cuota de protagonismo Fulvio Pompeo, el secretario de Asuntos Estratégicos, quien oficia como un canciller bis. Tanto, que al regreso de ese viaje participó del encuentro entre Macri y el ex presidente de Brasil Fernando Enrique Cardoso, en Olivos. Por encontrarse en el exterior, no estuvo Malcorra.
La canciller debió salir a aclarar los dichos de Macri sobre su ocasional encuentro con la primera ministra británica, Theresa May, en un almuerzo de agasajo que ofreció a los mandatarios el secretario general Ban Ki-moon. La funcionaria, que conoce al dedillo los pliegues de la ONU y el lenguaje diplomático, lo vivió como un traspié en un terreno en el que no puede equivocarse.
Malcorra ya había sido blanco de cuestionamientos porque su segundo, Carlos Foradori, firmó una declaración conjunta con el vicecanciller británico, Alan Duncan, que no incluyó el diálogo sobre la soberanía de las Malvinas. Eso motivó una reunión de la comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados, que preside Elisa Carrió, quien no rebatió durísimas críticas opositoras a Malcorra.
Incluso, Carrió timoneó un dictamen conjunto de todos los bloques –a excepción de la izquierda dura- en el que se citó al vicecanciller para el próximo miércoles a dar explicaciones y se reivindicó el rol del Congreso en los asuntos de política exterior. En una lectura más fina, “Lilita” atajó las críticas al Presidente y a su canciller para evitar que por allí se colaran las demandas opositoras.
El gobierno se preocupó ayer por destacar la presencia de la jefa de la CC-ARI en el timbreo que encabezaron el presidente Macri y la gobernadora Vidal. Carrió estuvo en Capilla del Señor, la localidad donde estableció su residencia, aunque su principal actividad allí fue la inauguración de una sede del instituto Hannah Arendt, el centro de estudios en el que se forman sus seguidores.
Carrió padeció, en algún momento, el estilo de conducción de Macri pero ya entendió el juego. Sus críticas a Ernesto Sanz, formuladas cuando el Presidente le otorgaba al radical más predicamento que a ella en la mesa chica de Cambiemos, dieron cuenta de esa situación. Pero “Lilita” se impuso por peso propio, con denuncias que agitan el avispero en el estratégico territorio bonaerense.
La diputada dio esta semana una señal de concordia al PRO, al insinuar que está más cerca de competir en 2017 por la reelección en la Cámara baja que por una banca en el Senado nacional, un cargo que en la Provincia se reserva el macrismo, aunque luego, enigmáticamente, dijo que la interna oficialista en la Provincia sería muy interesante.
En el plano judicial, mantiene la decisión de apuntar contra Daniel Scioli y, por extensión política, contra la ex presidenta Cristina Kirchner.
La ex mandataria estuvo en La Plata y aunque no define si será candidata, centra sus apariciones en la Provincia, en tanto que los encuentros que mantiene en el Instituto Patria porteño suelen ser con dirigentes bonaerenses y muchos se van con la sensación de que, finalmente, se va a postular y que en el FPV tiene muchas posibilidades de liderar sin mayor oposición. Por allí pasaron en los últimos días varios intendentes que no quisieron difundir la visita a Cristina, pero que escucharon lo que la dama tenía para decirles.
A su favor, la ex presidenta resalta que mantiene apoyo en el Conurbano y sostiene que desde allí partirá el año próximo el voto de protesta contra su sucesor en la Casa Rosada. Pero las encuestas le otorgan un 70 por ciento de imagen negativa.
Tal vez por ello, le hizo un guiño político a Sergio Massa, al asegurar en una reunión que el tigrense “no es enemigo” del kirchnerismo.
Pero el líder del Frente Renovador se despegó a toda velocidad: “Son parte del pasado y traen en su mochila causas judiciales”, advirtió en una visita a Misiones, antes de partir a Colombia invitado para presenciar el acuerdo de paz con las FARC en Cartagena.
La negativa de Massa a acordar con el kirchnerismo no implica que se mantendrá como un aliado del macrismo. De hecho, en su agenda política el tema que viene es el de la inseguridad en la provincia de Buenos Aires. Se trata de una reformulación de la estrategia opositora en momentos en que abundan los casos de justicia por mano propia y se manifiesta una violencia irracional.
La muerte de un joven en una fiesta clandestina en Moreno volvió a evidenciar la deserción del Estado en esta materia. La reacción posterior de las autoridades –entre ellas una tensa charla privada entre la gobernadora Vidal y el intendente Festa- no alcanzó para compensar esa ausencia. Tampoco despejó dudas el accionar de la Policía bonaerense, que está bajo la lupa de la sociedad.
El drama de la inseguridad siempre figuró al tope de las preocupaciones, aunque fue desplazado por las malas noticias que deparaba la economía. La inflación, el tarifazo, la caída del empleo y la recesión ganaron la escena, pero el último trimestre de 2016 ese cuadro comenzaría a revertirse. Ya hay indicios con aumentos en las ventas de materiales de la construcción, camiones y motos.
En Brasil, en tanto, el consumo y la producción dejaron de caer, algo auspicioso para la Argentina.
Aunque los empresarios que deberían revitalizar la alicaída inversión se quejan de que los salarios en dólares son aquí los más caros de la región. Mientras que el gobierno introduce la palabra “productividad” en los ámbitos donde se discute la forma de regresar a la senda del crecimiento.
El optimismo económico que irradia el gobierno en las últimas semanas contrasta, sin embargo, con los malos augurios que despierta el blanqueo que comanda la AFIP.
En esa repartición clave del Estado acaba de aterrizar Juan José Gómez Centurión, el desplazado titular de la Aduana, en condición de asesor de Alberto Abad. Su presencia allí es otra muestra del estilo presidencial.
Entre las buenas noticias para el PRO, todos destacan la imagen positiva de Vidal en la mayoría de las encuestas, a pesar de los problemas de la economía y de la seguridad.
La lucha contra la corrupción en la Policía se ha convertido en una prioridad para la población, aunque aparentemente se le reconoce a la Gobernadora la pelea que está dando en un terreno que presenta enormes dificultades y que se tardará tiempo en mejorar. Las reacciones de las víctimas de la delincuencia demuestran el hastío de los ciudadanos y se convierte en algo más que una peligrosa señal.

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