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RECONOCIDO CANTOR DEL MEDIO LOCAL

Horacio Masino: “El tango me llena el alma”

Oriundo del barrio Las Morochas, se formó con Alfredo Farías antes de lanzarse a los escenarios. Tuvo un notable crecimiento artístico en el último tiempo. Además, trabaja en la comercialización de productos para cirugía.

Horacio Masino cree que la principal influencia para que él se convierta en cantor de tangos fue de su madre.
Aun cuando ella falleció cuando era muy chico, quedó grabada en su memoria la naturaleza de aquella mujer, “una persona con mucha vitalidad, muy alegre, que cantaba todo el día”, según dice. Por eso en su casa siempre prendida la radio o el tocadiscos, y se escuchaba mucho tango y folclore.
Pero también es posible que haya una influencia de Las Morochas, el barrio de Luis B. Negreti y Francisco ‘Mataco’ Saborido, en el que se respira un aire de bohemia y que fue donde Horacio se crió. “Las Morochas todavía conserva esa esencia de barrio de trovadores y uno mamó esas cosas”, explica.
Lo cierto es que lo que empezó como un pasatiempo, hoy es una realidad y Masino se convirtió en un respetado cantor de tangos de nuestro medio, que experimentó en el último tiempo un notable crecimiento.

En la calle
Horacio, el menor de tres hermanos, vivió hasta sus 28 años en el corazón de Las Morochas. Por supuesto que jugó al básquet en el Club Argentino. E hizo la primaria en la Escuela N° 7 y la secundaria en el Comercial.
No obstante, tuvo que trabajar desde chico. Tenía once años cuando empezó a ayudar en un reparto de soda.
Después hizo “de todo”, según cuenta: “Fui cadete de tintorería, de sodería, albañil, trabajé en Bonafide, hasta que en el año 1974 entré en el laboratorio Roux Ocefa”.
Ahí nació su vínculo con el rubro farmacéutico. En 1982 se lanzó como viajante y si bien al principio la experiencia no fue buena, siguió adelante “porque siempre me gustó la calle”, explica.
Fue vendedor de Cincotta, pasó por otros rubros, y en 1987 volvió al ámbito farmacéutico trabajando para Dow Química.
En 1989 entró en una empresa multinacional. Ahí permaneció 20 años como viajante. Atendía un tercio de la provincia de Buenos Aires, más La Pampa, e inclusive en un tiempo tuvo la representación en Salta y Tucumán, por lo que hacía entre seis y siete mil kilómetros por mes.
Hoy sigue haciendo el trabajo de distribución de productos de cirugía para otra empresa en 22 ciudades de la región.
“Lo más importante de todo esto –destaca Masino– es poder entrar en cualquier quirófano actual sin pedir permiso, sabiendo las reglas que hay que cumplir, y hoy en todos lados tengo esa posibilidad”.

Cantor
Horacio cantó toda la vida, pero siempre de manera informal. En cada convención laboral o encuentro de amigos había un momento en el que le pedían algún tanguito.
En una oportunidad, una amiga suya le pidió que cantara para su cumpleaños de 50 años, que festejaba junto con los 80 de su padre. “Pensé que iba a ser una reunión más o menos chica, familiar, sencilla, pero resultó que iban a ir más de cien invitados”, recuerda. Entonces su esposa le dijo que tenía que preparar “algo más formal y bien hecho”.
Se juntó con el maestro Alfredo Farías, éste le hizo una prueba y lo preparó para esa noche. “Ahí me embalé y empecé a tomar clases con él dos veces por semana”, agrega Masino.
Se enfocó en el tango y a los cuatro meses participó de la presentación que suele hacer Farías con sus alumnos. “Fue en el Círculo Sirio –evoca– y fue una experiencia hermosa, inolvidable, porque era la primera vez que subía a un escenario a cantar con mi nombre”.
Ese fue el puntapié inicial. “Ahí lo encaré con más ganas, e hicimos una buena comunidad con Alfredo”, señala.
Desde entonces, la mayoría de las actuaciones las hizo con Farías –aunque también lo acompañaron otros músicos– con quien, según dice, se entiende muy bien: “Con Alfredo ya no necesitamos ni mirarnos, nos conocemos mucho y conformamos un equipo”.
Masino se presentó en muchos lugares de Junín, como el Círculo Sirio, El Maltés, Tribunales, Picasso, en las milongas, y también en diferentes localidades: Rojas, Pergamino, Arrecifes, Carlos Casares, entre otras.
A la hora de definir sus cualidades como artista, sentencia: “No me gusta imitar a nadie, creo que fui formando mi propio estilo. Me gusta el tango fuerte, marcado, entonces pongo mucha pasión en esto, yo ‘vivo’ cada letra, me involucro mucho porque si no fuera así, no los podría cantar”.

Objetivos
La música ciudadana ya es parte de la vida de Masino. “El tango me da placer –afirma–, me da felicidad poder estar cantando y ver a mi esposa, a amigos, tanta gente que te escucha. El tango me llena el alma y creo que el que hace las cosas que le gustan, no se arrepiente”.
Más allá de que no sea su modo de vida, remarca que “uno puede cantar bien, regular o mal, eso queda a criterio del que escucha, pero cuando uno está con un micrófono en la mano y los músicos atrás, hay que ser un profesional”.
Con todo, sus objetivos de cara al futuro son medidos: “No me vuelvo loco por ir a grandes centros nacionales, si llega, se va a dar solo, quiero ir paso a paso, mejorando, estudiando, ensayando, para crecer en calidad, lo que me va a abrir nuevas puertas”.

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