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ENFOQUE

La globalización, ese infierno tan temido

WASHINGTON.- ¿Podemos comprender la globalización correctamente? Se ha convertido en chivo expiatorio de todos nuestros males económicos: pérdida de puestos de trabajo, jornales deprimidos, grandes déficits presupuestarios, mayor desigualdad económica, ansiedad sobre el futuro.
La realidad no es esa. Aunque la globalización es genuina, se la distorsionó y sus males se exageraron. Ya escribí sobre este tema antes, pero puesto que forma parte tan central del debate de la campaña, vale la pena volver a tratarlo.
No hay duda de que se considera la globalización como el villano económico. Donald Trump recientemente dio un discurso sobre la economía. Lo dedicó casi exclusivamente a los presuntos males de la globalización. He aquí algunos ejemplos:
“Nuestros políticos persiguieron enérgicamente una política de globalización -mudar nuestros puestos de trabajo, nuestra riqueza y nuestras fábricas a México y el exterior.
La globalización enriqueció mucho, mucho a la elite financiera que hace donaciones a los políticos... Pero dejó a millones de nuestros trabajadores con nada, a no ser pobreza y dolor.”
Hillary Clinton ha estado siguiendo esos pasos -primero, para responder a Bernie Sanders y ahora, a Trump- e intentó distanciarse de su antiguo apoyo a los acuerdos comerciales, entre ellos los defendidos por el presidente Bill Clinton.

Bendita globalización
Ahora, Clinton expresa que se opone al Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, el principal acuerdo comercial del presidente Obama, que aún espera aprobación del Congreso.
La implicancia -de Trump, Sanders y Clinton- es que la globalización es la raíz de nuestros problemas económicos. Si la arreglamos, todo estará bien. No es así.
Lo que se pasa por alto, en la obsesión con la globalización, es el hecho de que la economía norteamericana está impulsada principalmente por factores internos.
En 2015, la dependencia comercial de Estados Unidos -importaciones y exportaciones como porción del PBI- era del 28 por ciento, según el Banco Mundial.
Muchos otros países tienen una dependencia económica mucho mayor. El comercio de Alemania representó un 86 por ciento de su PBI; el promedio para todos los miembros de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos fue del 56 por ciento.
He aquí otra manera de explicar el mismo punto. Supongamos hipotéticamente que la economía norteamericana fuera totalmente auto-suficiente. Que no tuviera importaciones ni exportaciones; todo lo que consumíamos lo producíamos. La crisis financiera 2008-2009 se habría producido de todas formas, porque fue causada, principalmente, por factores domésticos -una burbuja de la vivienda alimentada por normas crediticias poco estrictas, y solicitudes de préstamo incorrectas y fraudulentas-.
Los asuntos económicos que deberíamos debatir en esta campaña (pero que no se debatirán) se relacionan, en su mayor parte, con debilidades internas: inversiones mediocres de las corporaciones en nuevas plantas y equipos; la ralentización en la creación de nuevas empresas; el colapso del crecimiento de la productividad (es decir, de una mayor eficiencia); y grandes déficits presupuestarios federales.
Es cierto, tal como sostuvieron Trump y otros, que tenemos constantemente considerables déficits comerciales, 500.000 millones de dólares en 2015.
Las importaciones fueron de 2,8 billones de dólares, las exportaciones de 2,3 billones de dólares. Pero si aplicáramos fuertes aranceles a las importaciones, como sugiere Trump, es dudoso que creáramos muchos puestos de trabajo nuevos, si es que creábamos algunos.
Otros países probablemente tomarían represalias e impondrían aranceles altos sobre las exportaciones de Estados Unidos. Los puestos de trabajo relacionados con exportaciones-importaciones sufrirían.
Además, Trump, incorrectamente, echa la culpa de los déficits comerciales de Estados Unidos a los acuerdos comerciales, los que (alega él) fueron negociados por funcionarios ineptos.

El dólar, ese problema

La causa principal, tal como lo expliqué anteriormente, es el papel del dólar como principal moneda internacional, que se utiliza para financiar el comercio y las inversiones internacionales. Eso aumenta la demanda mundial de dólares, lo que eleva la tasa de cambio; por esa causa los productos manufacturados y agrícolas de Estados Unidos son menos competitivos en los mercados globales.
Las interconexiones que vinculan a los países -la globalización- son mucho más complejas de lo que Trump y, para ser justos, muchos otros imaginan.
Los grandes flujos de dinero entre países compiten en importancia con los flujos masivos de productos y servicios.
La mejor medida que podemos tomar para mejorar la competitividad internacional de Estados Unidos es reforzar nuestra economía interna, que es la base primordial sobre la que se apoya el dinamismo global.

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