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ENFOQUE

¿El Brexit, un paso hacia la desintegración?

¿To Leave Or Not To Leave? Esta es la pregunta que se hicieron los británicos el 23 de junio pasado. El 51,9% de ellos eligió salir de la Unión Europea, contra el 48,1% de quienes todavía creían en un proyecto común europeo.
Todos los países europeos hablan de una decisión dramática del Reino Unido que podría afectar de manera “trágica” al resto, marcando el inicio del fin de Europa.
De hecho la salida significará estar por fuera del comercio común, de las reglas comunitarias, de las políticas comunes en tema de inmigración, de la política exterior y la seguridad común. En pocas palabras fuera del espacio común europeo.
La crisis económica de la eurozona se derramó brutalmente en Inglaterra, sobre todo en el colectivo de migrantes de jóvenes trabajadores europeos (italianos, rumanos, griegos, españoles y búlgaros), que habrían “invadido” el país, provocando -entre otros factores- la baja de la calidad de los servicios estatales, restando posibilidad de trabajo para los británicos.
Pero las causas reales son más profundas. La cesión de soberanía que los países europeos han implementado en favor de las Instituciones de la UE, tuvo como finalidad unificar al pueblo europeo bajo una integración cada vez más profunda.
Sin embargo, el proceso de integración se transformó en un proceso de desintegración.
Fue a partir de la crisis del 2008, que el malestar y los reclamos del pueblo europeo fueron dejados de lado, y las instituciones europeas, con el Banco Central Europeo (BCE) en primera fila, pidieron cada vez más “sacrificios” a los ciudadanos a través de pesadas medidas de austeridad. La drástica interferencia de las instituciones en la vida de los ciudadanos, paulatinamente perjudicó a la mayoría de la clase media europea, incrementando la pobreza extrema y la desocupación juvenil que ronda el 50%.
Un ejemplo de esto es representado por la progresiva eliminación de los derechos de los trabajadores, los recortes en los servicios de sanidad y de la educación pública, así como el fuerte aumento de los impuestos aplicados a los ingresos laborales, que ha llevado a una tasa del 51% de los sueldos. No en vano recordamos en estos días las protestas contra las reformas del trabajo en Francia (Jobs Act).
Este desapego de las instituciones europeas de la vida de los ciudadanos ha llevado, entonces, a la difusión de corrientes políticas nacionalistas de extrema derecha antiinmigrantes y ante Europa, así como a nuevas alternativas de partidos no tradicionales, como el Movimiento Cinco Estrellas en Italia, Podemos en España, Syriza en Grecia.
Además de esto, adentro de la UE se ha generado una dinámica de relaciones asimétricas entre los países miembros, con una continua rivalidad entre las potencias económicas más desarrolladas, como Alemania, Francia e Inglaterra, y las de menor desarrollo, como Italia, Grecia y España. Esta relación interna que reproduce el esquema centro-periferia también afectó al espíritu europeísta alimentando la conflictividad entre los Estados. Factor también que representa una prueba más del superpoder que ha tomado la tecnocracia financiera, desarrollándose de una forma cada vez más lejana de los ciudadanos, perdiendo el aliento que había animado a los padres fundadores del ambicioso proyecto europeo.
El Reino Unido es el primer caso de salida de la UE. La salida de la Organización está reglamentada por el artículo 50 del Tratado de la Unión Europea, agregado por el Tratado de Lisboa en el 2009, y será un largo proceso que involucrará una serie de dificultades técnico jurídicas que implican: elaboración de normativas internas que repliquen los contenidos de los reglamentos y las directivas directamente aplicables; creación de entes de control que puedan sustituir a las agencias que actúan bajo el liderazgo de la Comisión Europea; renegociación de todos los acuerdos internacionales de Reino Unido con los países de Asia, América Latina y África; construcción de nuevas relaciones con la UE como país tercero; creación de nuevos vínculos económicos adentro de la región europea considerando la pérdida de los privilegios proporcionados por las reglas del mercado común.
A partir de la salida de la UE lo que el Reino Unido podría hacer es firmar el Tratado del Espacio Económico Europeo (EEE), que les permite a los países de la Asociación Europea de Libre Cambio (EFTA) participar del mercado común europeo, aun no siendo parte de la UE, como es actualmente para Islandia, Liechtenstein, Noruega y Suiza.
Lo que no está claro aún es la dificultad que implicará el proceso. Parecen delinearse dos posibilidades. Por un lado, una opción de salida soft, que le permita al Reino Unido desarrollar negociaciones fluidas para asegurar al exterior la solidez de la misma UE. Por otro lado, es más probable que las instituciones europeas actúen de manera restrictiva, para desanimar a otros países miembros, temiendo que esta salida pueda contagiarlos a través de un efecto dominó.
A nivel interno, además, se van abriendo varios elementos críticos, como que Escocia saque provecho de esta ocasión para insistir con sus instancias de secesión, haciendo hincapié en su esfuerzo para quedarse en la UE. De hecho, en Escocia, Irlanda del Norte y Londres ganó el voto para permanecer en la UE. A nivel regional, Europa tiene que enfrentarse con una previsible deriva política de ultraderecha y una crisis de los mercados financieros a nivel mundial, que podrían favorecer agresiones especulativas externas.
Un dato es cierto. La salida de un país clave, con un peso político, económico y simbólico tan vinculante para la UE, formaliza expresamente aquella fragmentación política e institucional que hasta ahora ha sido ignorada y que parecía impensable.
Si hubiera ganado la opción Remain, la UE hubiese continuado con sus políticas actuales. Este acontecimiento, entonces, puede representar la desintegración de Europa o marcar un inicio hacia una nueva etapa de transformación de la UE.

(*) Departamento de Europa. IRI-UNLP

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