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LA COLUMNA DE LA SEMANA

¿La reactivación empieza con los jubilados?

Parece difícil de creer, pero siempre resulta necesario resignarse ante la realidad: el Papa Francisco ya no oculta su decisión de convertirse en el jefe de la oposición en la Argentina.
Recibir durante dos horas a Hebe de Bonafini -según ella, pero parece que solo fue una- no puede disimularse dentro de una supuesta misericordia cristiana. Menos aún, cuando además, el Papa mandó rosarios para Milagro Sala, recibió varias veces a la ex presidenta Cristina Fernández y se codea con Guillermo Moreno y con los jueces.
Del otro lado, mantuvo una gélida audiencia con el presidente Mauricio Macri y se encargó entonces de poner cara de disgusto cuando posó con Macri para los fotógrafos.
No se trata de recordar defecaciones y orines ante el altar de la Catedral protagonizados por los seguidores de Bonafini cuando Bergoglio solo era cardenal. Si Bergoglio o Francisco tiene ganas de mostrarse misericordioso frente a semejante ultraje, que lo haga. Está en su derecho.
Pero su derecho no alcanza para pasar por alto el séptimo mandamiento de la Iglesia Católica, aquel que dice “no robarás”.
Y entonces, claro, aparece la amnesia. Esa amnesia que impide ver lo evidente. Por ejemplo, la corrupción que reinó durante el kirchnerismo. Esa que llevó a Hebe de Bonafini a armar una constructora de viviendas “populares” que protagonizó el desfalco de “Sueños Compartidos”.
O esa que llevó a endeudar y quebrar la pseudo “Universidad de las Madres”, sostenida por aportes del Estado –es decir de todos aquellos que pagamos impuestos- y que luego fue estatizada, por el kirchnerismo, para diluir la responsabilidad de Bonafini en la quiebra.
La pérdida de hijos a manos de una dictadura sangrienta no autoriza a cualquier cosa, menos aún a cometer delitos. Parece que el Papa no lo sabe.
En realidad sí lo sabe, pero coincide con la visión del kirchnerismo: la corrupción no tiene importancia si sirve para modelar la sociedad a “gusto y piacere”.
Seguramente, la diferencia entre el Papa y el kirchnerismo radique en que en el kirchnerismo el relato es solo una pantalla para el enriquecimiento ilegal de unos cuantos vivos, comenzando por el difunto Néstor y su viuda.
Mientras que para el Papa, se trata de una visión ideológica del mundo que se esboza en algo así como el que es pobre es bueno y el que trabaja, se sacrifica, se esfuerza y se capacita alcanza un grado de libertad peligroso. El grado de libertad indispensable para no ser “carne de cañón” de nadie. Ni del Papa.
Lo cierto es que la careta se cayó. Bonafini mintió descaradamente durante su reunión con Francisco y este admitió todo, sin cuestionar nada. Al menos púbicamente. Habló de “violencia institucional”, habló de asaltar supermercados. Calificó de felicidad para el pueblo la docena de años que gobernó el kirchnerismo.
Según Bonafini –lo cual hace todo dudoso-, ella le dijo al Papa, sin pestañear, que “a través de la justicia corrupta, Macri quiere llevar a la cárcel a Cristina”. Habló del “capitalismo salvaje” y de los “yankees que vienen por todo”.

Corrupción y desenfado
Bonafini y el Papa no son los únicos que parecen hacer caso omiso a la necesidad de justicia que votó y requiere la gran mayoría de los argentinos.
La interpretación debe buscarse en las explicaciones de un periodista militante, cuyo nombre no vale la pena recordar, que afirmó, suelto de cuerpo, que la corrupción es buena porque democratiza la política.
Es decir que le permite a quien no cuenta con dinero, hacerse de él para gastarlo en política. Además de apología del delito –algún fiscal o juez debería actuar de oficio-, es el crudo reconocimiento –a modo de justificación, claro- de la forma de hacer política del kirchnerismo.
Por supuesto que también se trata de una tergiversación más. Desde Cristina Kirchner para abajo, quienes se enriquecieron lo hicieron en favor de ellos mismos. Ni ella, ni su difunto marido, ni su hijo, ni De Vido, ni Lázaro Báez, ni Cristóbal López, ni Boudou, ni ninguno de todos los demás pensó en fin trascendente alguno.
Y todos los días, se conocen nuevos detalles del accionar de quien gobernó el país.
Por ejemplo, la construcción –fue inaugurado ayer- de un edificio municipal de Avellaneda- partido que gobierna el ultra k, Jorge Ferraresi- “bautizado” como Cristina Fernández de Kirchner.
Los vecinos de Avellaneda aún no lograron dilucidar si se trató de un “homenaje” a la ex presidenta o a su metodología del empleo del dinero público o a ambas cosas a la vez.
Lo cierto es que, como no podía ser de otra manera con el kirchnerismo, se trata de una obra pública sobre la que no existen registros públicos. No existe manera de saber cuánto costó, ni que se pagó.
Por supuesto, todo es rimbombante. Se trata del “Centro Integral de los Derechos de los Niños Cristina Fernández de Kirchner”. Consta de cinco pisos y totaliza unos 2.500 metros cuadrados de construcción.
Los contribuyentes de Avellaneda y, coparticipación mediante, los del resto de la provincia de Buenos Aires y del resto del país, financiaron así una obra que, sin temor a equivocarse, se pagó muy por encima de su costo. Y que estará dedicada al “derecho al juego” y al “derecho a la identidad” de los niños. Sí, aunque usted no lo crea. Por las dudas, Cristina Kirchner solo participará del acto inaugural, a través de una video conferencia.

“Justicia social”
Mientras tanto, el capitalista salvaje del presidente Mauricio Macri resolvió terminar con el fraude a los jubilados. Se les pagará la totalidad de lo adeudado definido por los juicios ganados que la sensibilidad K ignoraba olímpicamente.
Además se negociará un acuerdo para quienes no lograron aún sentencia y para quienes no ejercieron su derecho a juicio. Y en todos los casos, probablemente a partir de setiembre, los jubilados cobrarán la totalidad de los haberes que les corresponden.
Es una reparación histórica. No la llevan a cabo los K, ni Bonafini, ni el Papa Francisco. La concretan los “liberales” y ultracapitalistas salvajes de Cambiemos.
Pero, además no la efectivizarán a partir de la emisión monetaria. Será a través de los recursos que ingresen mediante un blanqueo y mediante la venta de las acciones de las empresas de las que el ANSES kirchnerista se apropió cuando fue votada la estatización forzosa de las AFJP, una estafa legal que despojó de sus fondos a quienes ahorraban en el sistema privado de jubilaciones.
Siempre un blanqueo es, cuando menos, discutible. Generalmente, se trata de un premio para quienes evadieron impuestos a costa de quienes no lo hicieron. Y hasta se torna sospechoso si no se exige la demostración de legalidad de la proveniencia de los fondos.
Veremos las condiciones del que propone el gobierno de Cambiemos. En todo caso, el fin es loable: devolverle a los jubilados los haberes que les escatimó el kirchnerismo.
Menos polémica resulta la venta de las acciones en manos del Ansés. Esas que le permitían a Guillermo Moreno participar en las asambleas empresarias e impedir o tratar de impedir su normal funcionamiento. A recordar que, en las asambleas, al lado de Moreno, se sentaba Axel Kicillof.

Venezuela
No alcanza con el ejemplo de Hebe Bonafini regocijada, en su momento, por el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York, defensora del pistolero criminal Saddam Hussein cuando viajó a Bagdad para oficiar, junto con Sergio Shocklender, de escudo humano contra los bombardeos norteamericanos –dicho sea de paso, ya estaban en Buenos Aires, 20 días antes del primer bombardeo- y ex denostadora de papas como el “cerdo hijo de p…” de Juan Pablo II, según sus propias palabras.
Ahora tocó el turno del ex presidente del Banco Central y dilapidador oficial de dólares futuro, Alejandro Vanoli, quien calificó al gobierno venezolano de “caso exitoso” de distribución del ingreso.
Obviamente, lo dijo en Caracas y a través de la cadena de televisión Telesur. Y, obviamente, fue con el viaje pago y con dólares en el bolsillo, proporcionados por el gobierno del “pajarito” Maduro, incapaz entre los incapaces.
En su particular percepción de la realidad, el procesado Vanoli recomendó profundizar en las medidas “revolucionarias” para que no haya abusos de las empresas. Y, por supuesto, echó las culpas contra los “poderes del imperio y los medios de comunicación golpistas”.
Es como que a todos los procesados, les agarra de pronto la fiebre del cheguevarismo, sin claro ir a pelear al monte, ni nada que se le parezca. Mientras Vanoli recitaba sus incongruencias, Oliver Sánchez, un niño venezolano de 9 años, fallecía como consecuencia de una dolencia denominada linfoma no Hodgkin.
Pero, la causa verdadera del fallecimiento de Oliver fue la ausencia de medicamentos, de equipos y de camas en los centros de salud de Venezuela. El país que Vanoli considera como exitoso a la hora de distribuir el ingreso.
Hace una semana, dos ONG venezolanas presentaron un exhorto ante un juez para que protegiera el acceso de la población infantil a medicamentos en casos graves como el de Oliver. El tribunal chavista rechazó la iniciativa.
A su vez, como Vanoli, la ministra de Salud Pública de Venezuela, una tal Luisana Melo, reivindicaba el sistema sanitario chavista y exhortaba a su adopción por parte del resto de los países del subcontinente. No gracias.

Política
Flotan dudas. Nadie se anima a asegurar que el ajuste de la economía llegó a su fin. A la vez, el Presidente comenzó a desprenderse de la rigidez –el caso de los jubilados- sin que se sepa muy bien si se trata de una reacción impuesta por las circunstancias o de un comienzo de reactivación.
Lo cierto es que, por ahora, la inflación no solo no cayó, sino que se mantiene altísima. Y que, inevitablemente, una inflación altísima modifica negativamente la línea de la pobreza. Nos guste o no, hay más pobres.
Es como que falta información. Dicho en otras palabras, falta un plan monetario. Si la devolución de sus derechos a los jubilados, al menos en los papeles previos, será financiada por el blanqueo y la venta del paquete accionario del ANSES, la moderación del alza tarifaria redundará en un mayor requerimiento de recursos para subsidios que, inevitablemente, provendrán de la emisión monetaria. Es decir, de la inflación.
Ya nadie considera que la meta del 25 por ciento anual, para el 2016, es cumplible. Cuando menos, los cálculos trepan bastante por encima del 30 por ciento.
Es factible que la inflación ceje en los próximos meses. Ya el índice de precios mayorista arrojó para abril un incremento del 1,9 por ciento. Muy alto, pero sustancialmente inferior al crecimiento de los precios al consumidor.
Y la inflación quedará reducida por la caída del consumo, acompañada, por ahora, por las altas tasas de interés.
El Gobierno apuesta todas las fichas al segundo semestre del año. Solo resta un mes para que comience. Es una apuesta arriesgada.
Ocurre que difícilmente lluevan capitales en un lapso tan corto luego de una docena de años de desatino. Y es en la inversión, tantas veces minimizada, donde está la posibilidad de reactivación.
Sin dudas, dentro de la inversión, la inversión pública está llamada a hacer punta. De momento, algunas obras se anuncian y pocas comienzan. En rigor, todo queda postergado hasta el segundo semestre.
En tal sentido, la gobernadora de la provincia de Buenos Aires viajó a los Estados Unidos en la búsqueda de inversiones. O mejor dicho, préstamos. La provincia está en condiciones de endeudarse. El punto es pagar la menor tasa de interés posible.
Pero, lo de Buenos Aires no se limita a la búsqueda de capitales. También persigue una redistribución de la coparticipación federal de impuestos entre la Nación y las provincias, y entre las provincias en sí.
La historia reciente de la Argentina es una permanente declamación del federalismo, mientras se procedía al centralismo más rotundo jamás conocido. La voracidad del kirchnerismo y su voluntad de dominar y disciplinar voluntades a través de la “caja” lo hacía posible
En ese marco, varios impuestos dejaron de ser coparticipables, al menos en parte de su recaudación, algo que favoreció al gobierno central para su mal gasto, en detrimento de los gobiernos provinciales.
En ese reparto, de lejos la menos favorecida fue Buenos Aires. Scioli y su equipo  vieron no solo como se reducía su participación en la coparticipación, sino que además dejaron que el Fondo del Conurbano bonaerense quedara fagocitado por la no actualización de sus valores.
A tal punto, que llevado a dólares de manera constante de su creación a la fecha, debería redondear los 49.000 millones de pesos anuales. A la fecha, la provincia percibe solo 650 millones por año.
Ahora, hay que repararlo. Y, lo perdido, perdido está.

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