Para Andrea Naso, la mañana en que le dijeron que no había pasado un examen pre-ocupacional por problemas en los riñones se convirtió en el principio de una pesadilla. Joven, atlética y sin síntomas que le hubiesen insinuado que eso podía pasar, la mujer se retiró incrédula del lugar del test y se fue directo al médico. Efectivamente, estaba en problemas y en menos de dos meses tuvo que iniciar las sesión es de diálisis.
“Al principio es difícil de aceptar. Imaginate que yo me sentía perfecta, solo tenía un poco de cansancio y era por la anemia generada por el hecho de que no me funcionaban los riñones. A los dos meses entré en diálisis y fue muy duro, porque cuando arranqué con las sesiones los otros pacientes eran gente grande y no me explicaba cómo yo, a los 44 años, ya estaba en ese lugar. Después comencé a conocer agente mucho más joven y al escuchar sus historias entendí que hay gente que se puede trasplantar a los diez años o antes”, contó Naso a Democracia.
Hoy, Naso se encuentra en el registro de espera de la Fundación Favaloro y, mientras espera el momento del ansiado llamado, recibe el calor y las buenas ondas de otros juninenses, los integrantes del denominado “Grupo de trasplantados y lista de espera Junín”, una comunidad donde sus miembros se ayudan con el testimonio y con otras acciones concretas, como conseguirle un medicamento al paciente que lo está necesitando.
La mentora del grupo es Ana Guerra, trasplantada de riñón y páncreas hace dieciocho meses, luego de convivir 23 años con una diabetes tipo 1. “En el año 2014 se nos ocurrió hacer un evento por la donación de órganos como para tener una forma donde comunicarnos con la sociedad y mostrar las necesidades de la gente que está en lista de espera. Eso fue en la explanada de los colegios Normal y Nacional y yo todavía estaba en lista de espera. El año pasado no lo hicimos porque gran parte de los integrantes del grupo ya estábamos trasplantados y este año lo volvemos a organizar pero ya con la idea de oficializarnos ante la sociedad como grupo. En ese ámbito nos empezamos a unir entre personas que no se conocían entre sí”, explicó Guerra también en charla con este diario.
“Somos un grupo de trasplantados y de pacientes en lista de espera de diferentes órganos, todos de Junín, que estamos en contacto con muchos grupos del país y nuestra función es concientizar y dar a conocer. El grupo está compuesto por unas diez personas y una de nuestras ocupaciones es que a ninguno de los integrantes del grupo le falte la medicación, porque a veces las obras sociales se atrasan con los pedidos y entonces lo que hacemos es que si alguna persona necesita una medicación se acerque, nos diga cuál es y si nosotros no la tenemos, nos comunicamos con otros grupos y la logramos conseguir”, agregó.
En la actualidad son cerca de ocho mil personas las que figuran en los registros del Cucaiba a la espera de un trasplante. Por eso, sabiendo que las probabilidades de que el paso por el quirófano se demoren mucho tiempo, la tarea de contención en el “mientras tanto” resulta fundamental.
“La idea es que nos podamos contener el uno al otro y que aquellos que están esperando el trasplante tengan a quien contarle lo que sienten y recibir, de esas mismas personas, varias de ellas ya trasplantadas, el testimonio de que el camino clínico que se debe recorrer hasta que llegue el momento de la operación es sumamente necesario.
Por otro lado, no es menos importante el papel de las familias de personas fallecidas, que permiten la ablación de órganos de ese ser querido que acaba de morir y con eso le están salvando la vida a otros diez seres humanos”, dijo Ana Guerra.
“Te empezás a acostumbrar”
Volviendo a Andrea Naso, dentro de pocos días van a cumplirse dos años y medio de su primera diálisis y ya no siente ese impulso de ir contra todo que la dominaba en los momentos iniciales de la revelación. ¿Cómo cambió de actitud? Informándose y dejándose aconsejar por el resto de los integrantes del grupo.
“A Ana la conocí mientras yo me dializaba en el Sanatorio Junín y luego me contactaron para formar parte de este grupo. Con el paso del tiempo te empezás a acostumbrar a la enfermedad, es como una nueva vida y obviamente necesitás del acompañamiento de tu entorno, que en mi caso es complementado por una psicóloga a la que visito hace dos años y medio. Cuando empecé las diálisis, a los dos meses quería estar trasplantada, pero eso por la misma desinformación que cargamos a menudo. Imaginate que para entrar en lista de espera me llevó un año, porque me surgieron algunas cositas que hubo que solucionar y para estar en ese lista tenés que estar completamente bien. Yo le tenía mucho miedo a la palabra diálisis y ahora me acostumbré, aparte es lo que me da la oportunidad de vivir todos los días”, reflexionó.
Andrea tiene tres hijos (dos mayores de 20 y uno de 9) y un marido que en breve va a comenzar a hacerse los estudios porque no es compatible pero a partir del caso de Jorge Lanata, que se hizo un trasplante cruzado, va a ver qué resultados arrojan sus análisis y si luego pueden encontrar una pareja para hacer una intervención similar a la que tuvo como protagonista al periodista.
Trasplantada dos veces
Si hay alguien que conoce de trasplantes y de toda la lucha que conlleva esa palabra es
Sandra Lobuglio, quien se sometió a un trasplante de riñón dos veces: la primera, a los nueve meses.
“Yo fui trasplantada de riñón por segunda vez. La primera vez me había donado mi mamá y el órgano me duró diez años; luego estuve en lista de espera por trece años y me volví a realizar una intervención, esta vez con un cadavérico. En la espera, mientras estuve todo ese tiempo de diálisis previo a la segunda operación, tuve a mi hijo, que hoy tiene nueve años”, relató Lobuglio.
Sobre su primera vez como eje de una experiencia de trasplante, Sandra recordó: “Yo me enferme a los nueve meses de vida, así que el hecho de ir a diálisis siempre fue una posibilidad de vida para mí”.
CUANDO LO ÚNICO QUE NO CUENTA ES BAJAR LOS BRAZOS
Juninenses trasplantados alientan a otros en lista de espera a no detener la lucha
Personas que ya pasaron por una operación de órganos armaron un grupo para ayudar, tanto a través de sus testimonios como con la provisión de medicamentos, a quienes están pasando por la etapa de diálisis. La historia de una pequeña comunidad que crece en Junín.
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