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UN VÍNCULO QUE SE TRANSFORMA

Suegras compinches: una relación más relajada, con menos prejuicios y recelos

Especialistas explican que los cambios sociales en relación a las mujeres afectan también a los distintos vínculos.

Bárbara Iribarne (30) le deja mensajes de voz a su suegra para contarle sus novedades laborales y académicas. Cuando Marga, su suegra, llama a la casa, también pide charlar con ella. “Nos llevamos muy bien y eso que somos dos personas muy distintas. Tenemos distintas ideas religiosas y políticas. Pero somos tolerantes y respetuosas. Armamos un vínculo basado en el amor. No en la competencia”, cuenta.
Bárbara se casó con Marcelo este año. “Mi suegra nos ayudó mucho económicamente, y no se metía en la organización. Antes de opinar siempre esperaba que le demos participación. Como vive en Bahía Blanca yo permanentemente la estaba llamando para mantenerla al tanto”, recuerda.
Como el caso de Bárbara y Marga, cada vez se ven más suegras y nueras que mantienen una excelente relación: son compinches, confidentes y se respaldan mutuamente. ¿Llegó el fin del viejo mito?, ¿acaso la suegra metiche va quedando en extinción?, ¿qué cambió?
“Es posible que esto se deba al cambio del rol de la mujer, hay un gran cambio de modelos y valores”, dice la psicóloga Laura Orsi, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina, y explica que la mujer actual busca tanto la independencia económica y profesional como realizarse afectivamente para ser feliz y exitosa.
“Esto redefine los roles. La suegra ya no es, en general , la que lo sabe todo, ni le interesa serlo, ni pretende ejercer ‘su poder’ como antaño. Al contrario, con la solidaridad de género en muchas oportunidades se alían con sus nueras”, dice Orsi y señala que algunas “nuevas” suegras suelen ser mujeres autónomas y que acaso ya no están totalmente disponibles ni pendientes de sus hijos y nueras.
Suegras más activas y menos metiches
Según explican las especialistas, el modelo de suegra que sirvió de musa para un abanico de chistes está ligado, principalmente, a una mujer-madre ama de casa, que dedica todas sus energías a estas facetas de la vida. Con los nuevos roles y lugares que fue ganando el universo femenino dentro de la sociedad está imagen se va desdibujando. Es que acaso las mujeres de ahora ya no cuentan con suficiente tiempo o no están dispuestas a gastar energías en competir con la mujer de su hijo.
“Las suegras de hoy son las nueras de ayer. Los cambios en las relaciones familiares y la mayor longevidad están modificando estos lugares”, dice Virginia Viguera, psiquiatra jubilada, dedicada a la educación de adultos mayores.
En principio, la especialista plantea que las “nuevas” suegras son más jóvenes, no por edad pero sí por ubicación en la sociedad: “En general tienen una profesión o trabajan en diversos campos y tienen una mayor vida social que en épocas anteriores. Esto las convierte en personas mas centradas en sus intereses y con posibilidades entonces de permitir y, mejor aún, colaborar con la independización de sus hijos”.
Viguera plantea que muchas mujeres mayores de 60 participan de cursos, talleres o, si están solas, se animan a formar una nueva pareja. “Esto es saludable para el vínculo que establecen con sus nueras porque enfocan sus energías hacía sus propios intereses”.

La bruji-suegra
“La suegra solía sentirse la mejor en todo -en la cocina, en la costura, en las tareas del hogar y en la crianza de sus hijos- y la nuera, con menor experiencia, siempre salía perdiendo en esa comparación. Quedaba en un lugar desvalorizado. En lugar de acompañarse mutuamente, se generaba una gran competencia y se abría una distancia entre ellas”, dice Orsi.
Lejos de este modelo de comportamiento, las suegras se muestran más flexibles aunque no siempre tan accesibles. Debido a sus ocupaciones ya no viven en “permanente” disponibilidad. De hecho, muchos hijos tienen que reclamarles para que “aparezcan” y cuiden, cada tanto, a sus nietos.
Si hubiera que definir un ideal, Orsi plantea que sería la suegra que acompaña y establece una distancia útil con la familia de su hijo. “Es atenta, cercana, afectuosa y cálida, sin ser invasora. Usa su saber para ayudar en las necesidades actuales. Eso no implica que no haya roces. Lo importante es que puedan resolverse con dialogo”, dice.
La especialista plantea que para una buena relación es importante “acompañar, ocuparse, estar dispuesta a escuchar y aprender si es necesario”. También, dice, es fundamental trabajar incansablemente por la solidaridad de género “para generar un espíritu de colaboración y cooperación que permita diálogos y consensos constructivos”.
Ana Carignano (35) hace dos meses vive con Facundo y salen hace tres años. “Mi suegra es cero entrometida y muy piola. Creo que hablo con ella más que mi novio”, dice entre risas. Cuenta que desde un principio se generó una excelente relación entre ellas, aunque muchas veces manifiestan diferentes puntos de vista. Para ella la clave es entender y respetar las diferencias generacionales.

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