ES EL SECRETARIO GENERAL DE ATE JUNÍN DESDE 1997

Julio Míguenz: “Puedo acordar, pero nunca negociar”

Hace 18 años que está al frente del gremio de los trabajadores estatales. Antes fue cadete, canillita, lavacopas, lustrabotas y empleado municipal. Su balance de gestión es positivo, pero reconoce que “queda mucho por hacer”.

Julio Míguenz sabe que el origen de su opción por la solidaridad, que está detrás de la actividad sindical, viene de su infancia.
Es que no fueron nada fáciles aquellos años: hijo de madre soltera, fue abandonado a los dos años, al igual que sus seis hermanos –de los que sólo conoce a uno– y fue criado por una familia sustituta.
Sin embargo, lejos de fomentar algún encono, esta situación fortaleció su espíritu y lo llevó a la acción gremial en la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), una entidad que, según sus propias palabras, “es coherente con lo que dice y hace, que lucha por recuperar las conquistas que perdieron los trabajadores, y donde sus dirigentes hablan como viven”.

Trabajador
Luego de su infancia en Baigorrita y Tres Sargentos, la familia que crió a Míguenz se instaló en Junín. Acá Julio hizo la primaria en la Escuela N° 40, pero ya a los nueve años empezó a trabajar.
Fue cadete en la panadería La Victoria, canillita, lavacopas y lustrabotas.
También trabajó en el rubro de la construcción, donde arrancó como peón de albañil y terminó especializándose en el oficio de plomero.
“Ahí conocí a Lucho Morano –recuerda– y él hizo la gestión para que yo entrara a trabajar en la municipalidad, en 1978”.
En sus comienzos formaba parte de la cuadrilla de bacheo, pero como su oficio era el de plomero, lo designaron para hacer el mantenimiento de los baños públicos de la laguna.
Ya en épocas de democracia fue transferido a la recolección de residuos y cuando el servicio se privatizó, en 1985, estuvo un tiempo como suplente en los camiones regadores, hasta que lo mandaron a hacer una suplencia de cinco días como chofer de ambulancia a la Asistencia Pública, que era lo que hoy es el servicio de Emergencias del hospital y estaba bajo la órbita municipal.
“Hice esa suplencia de cinco días y nunca más regresé”, recuerda Julio, ya que en ese período, el ministro de Salud bonaerense decidió transferir ese servicio a la provincia.

ATE
Entre 1985 y 1989 estuvo afiliado al sindicato de Salud Pública, pero su compañera Sonia Cabral, que era secretaria general de ATE, lo convenció para pasarse de gremio. “Era una organización totalmente diferente a la que yo estaba, más coherente con lo que eran, y siguen siendo, mis principios”, resume.
Fue recién en 1995 cuando lo convocaron a participar de la gestión gremial y fue elegido, junto con Carmen Aparicio, Susana Marra y Alfredo Albamonte, como delegados normalizadores. “Yo no sabía ni dónde estaba parado ni de qué me estaban hablando”, recuerda hoy.
Pero de a poco y paso a paso fue empezando a participar y a involucrarse de lleno en la actividad.
“En el 95 –rememora– recibimos un escritorio de chapa, una mesa, cuatro sillas y una heladera que no funcionaba. Al lugar le habían cortado la luz y el teléfono por falta de pago, y la dueña de la casa decía que si no le pagábamos el alquiler, nos tendríamos que ir. Esa era la situación”.
Para Míguenz, “fue como construir una casa nueva: tener un terreno, limpiarlo porque había ‘mucha maleza’, y empezar desde los cimientos”.
Luego, en 1997, fue elegido secretario general, cargo que mantiene hasta hoy.

Su gestión
Míguenz asegura que recibió “un gremio totalmente destruido”, con 38 afiliados, que pudo poner de pie y hoy cuenta con 1.540 trabajadores: “Logramos tener nuestra propia casa en Comandante Escribano y España, cuatro vehículos medianamente nuevos, creamos cinco delegaciones y, además, empezamos a trabajar en la región y gracias a eso ‘parimos’ tres nuevas seccionales y vamos camino a abrir una cuarta. Actualmente estamos abocados a la construcción de un salón de usos múltiples, ubicado en Bozzetti 319, de 240 metros cuadrados. Y creamos el Centro de Formación 402, un espacio para los trabajadores, en manos de los trabajadores, donde capacitamos en todo tipo de rubros”.
De acuerdo a su análisis, ATE es un sindicato “que lucha por la dignidad” de sus afiliados, y añade: “Hay gremios que negocian a espaldas de los trabajadores y aceptan paritarias que nosotros no aceptamos. Y cuando nos hacen una propuesta, antes de firmar un acta hacemos asambleas y de ahí surgen las decisiones. Yo no decido nada por mí solo, todo debe ser aprobado y consensuado por la mayoría de los trabajadores a los que represento”.

Balance
Al momento de hacer un balance, Míguenz destaca lo hecho en todos estos años, pero también lo que aún resta: “Queda mucho por hacer. En septiembre se eligen autoridades, me voy a presentar por pedido de mis compañeros, aunque no sé si voy a cumplir los cuatro años porque me voy a jubilar el año que viene. No obstante, quien me reemplace deberá seguir haciendo crecer a ATE como yo lo he hecho. El balance es positivo, y si bien nos falta mucho, creo que antes de partir voy a poder ver que los trabajadores hayan recuperado su dignidad”.

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