Tal como enuncia una añeja sentencia popular, en el camino del carro se acomodan los melones y de tal suerte en el camino de esta Copa América los melones se han acomodado lo suficiente como para que lleguen a la final los dos mejores equipos, sin mucho margen para las dudas persistentes y por encima de las vicisitudes que atravesaron.
Es cosa bien sabida, fue desde hace unas cuantas décadas, que el fútbol es el deporte que con mayor frecuencia sonríe al pobre para que sea más rico que el rico y sonríe al débil para que sea más fuerte que el fuerte, pero eso no supone la trasnochada idea de que jamás haya lógica: con ese criterio, Venezuela tendría tantas copas del mundo como Brasil, Portugal tendría tantas copas del mundo como Alemania, y así.
Argentina y Chile, en ese estricto orden, han sido los equipos que mejor han jugado.
¿ Qué quiere decir que son los que mejor han jugado, dónde reside la naturaleza de esa prioridad, cuáles sus fundamentos ?.
Si en el fútbol el protagonismo se ejerce, se comparte o se cede, Argentina y Chile son los equipos que más tiempo lo han ejercido. Más Argentina que Chile, es cierto. Y salvo el inexistente penal sancionado en el primer partido con Paraguay, sin la influencia de arbitrajes brumosos, pero sería injusto relativizar esa impronta determinada que ha inculcado Jorge Sampaoli, esa fe en una asociación igual de masiva que de pertinaz y, a veces, por qué no, igual de masiva que de inspirada.
Los trasandinos atacan por convicción, por obligación y por automatismo; además disponen de algunos muy buenos futbolistas (por caso, Gary Medel y el "Mago" Jorge Valdivia) y dos de los que en una jornada en vena pueden hacerse cargo de las circunstancias y poner de rodillas a las circunstancias y al rival de turno: el todocampista Arturo Vidal y el extremo Alexis Sánchez.
¿Supone esto que Chile es un gran equipo? No, por momentos ni siquiera termina de configurar un buen equipo, en la medida que sus transiciones defensivas son tardías y las coberturas de sus defensores tardías o inexistentes.
Si lo atacan, Chile sufre horrores, si lo atacan, por la vía que fuere, por arriba o por abajo, por los costados o por el medio, con juego corto o juego largo. Defender lo incomoda, lo saca de eje, lo despinta.
Pero resulta que la Selección Argentina también tiende a complicarse en retroceso, también se agrieta, se desconcentra y se expone, como si tantos minutos de control del territorio y de la pelota (un clásico del 80 por ciento de sus cinco partidos en esta Copa América) conllevarán el efecto indeseado de hacerlo olvidar de que tiene un área, un arquero y que, vaya pequeño detalle, en algún momento hasta el rival menos pintado querrá levantar la voz.
Así planteado el escenario, el del sábado se perfila como un fantástico juego de espejos.
Claro que sellada las similitudes, más vale salir rápido de la tentación de sugerir que se trata de fuerza equivalentes: del medio hacia atrás, lo que en Chile es un déficit estructural en la Argentina es un déficit ocasional.
Del medio hacia adelante, la robustez de Chile queda opacada ante la imponencia de un Lionel Messi sin goles para sus bolsillos pero gestor de goles y golosinas para todos sus compañeros; de un Javier Pastore que en su versión más madura se revela como una segunda guitarra exquisita; de un Ángel Di María que aún tumultuoso como el Demonio de Tasmania no declina entidad de pieza clave y de un Kun Agüero capaz de compensar sus ratos de retraimiento con pinceladas de calidad cobradas en efectivo.
Además, la Selección dispone de un líder como Javier Mascherano, una especie de Sargento Cabral superador, muy capaz de proteger a sus compañeros de altos rangos sin dejar de protegerse.
Admitida y subrayada la ley de oro de que ni un equipo con once Maradonas ganaría una final antes de jugarla; respetada, como es justo y debido, la valía de Chile, es dable esperar que esta generación de cracks argentinos pueda y sepa consumar, regalar y regalarse, una página que se ajuste a sus cualidades, a sus apetencias y, por qué no, a sus merecimientos.
ENFOQUE FULTBOLERO PREVIO A LA FINAL
Un fantástico juego de espejos
Llegaron a la final del campeonato continental los dos mejores equipos, por encima de las vicisitudes que atrevesaron en la competencia.
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