MARKETING APLICADO

Confesionario

En una semana difícil y particular para mí, me dispongo a analizar algunos cambios de usos y costumbres que nos imponen o proponen los medios de comunicación contemporáneos. Repaso apretado y antojadizo del pasaje de la radio a la televisión y del diario íntimo al muro de Facebook entre otras cosas. Miedos, juicios de valor y conclusiones de un proceso que no podemos detener.  
Entiendo que los medios, en el transcurso de la historia, se ofrecen como registro de memoria. Desde los murales en las cavernas, la música o el advenimiento de la imprenta. Todos están atravesados por la misma necesidad de expresión, eso es primario y ancestral; es decir lo único que cambia es justamente el medio, que en parte configura un nuevo mensaje.
Alegrías, tristezas, acción, inacción, nostalgia, recuerdos, pensamientos o simplemente y sobre todo en la nueva lógica de comunicación tan sólo la expectativa de generar reacciones. Son diversas y cambiantes las pulsiones que nos movilizan a comunicar.
Nos encontramos en una época en la que los límites pierden su configuración natural; lo público y lo privado se unifican en una masa de mensajes. Nuestra posición o evaluación sobre ésto, en muchos casos está sesgada a la cuestión generacional o actividad profesional. Lo que quiero decir es que, seguramente no encontraremos una misma perspectiva en un chico de 18 años que en un adulto de 50 o en la opinión de un ingeniero civil que de un comunicador.  
Recuerdo en mi infancia escuchar la queja de los adultos; alarmados, alertados e indignados por las horas que pasábamos frente a la televisión o algún juego de pantalla. Esas son nuestras alarmas contemporáneas. Como adultos, muchas veces no entendemos la forma en que algunos adolescentes se exhiben y replicamos en el juicio de valor de nuestros abuelos. Hay una distancia generacional, ellos nacieron con las redes así como nosotros con la televisión o la radio. Acaso no podemos olvidar que cuando la tv se impuso en el living familiar, muchos alertaron sobre el fin del diálogo, y es probable que hayan tenido razón.
Quizá no podamos hacer una evaluación objetiva de cómo se debe actuar frente a imposición de las redes sociales. Entiendo funcionan cada día más como un diario íntimo, un confesionario contemporáneo difícil de comprender que nos expone a la evaluación de todo y de todos. Nos ofrecemos como materia de análisis, seducidos por la hoja en blanco y nuestra necesidad de liberar sentimientos. Quizá lo mejor sea tomar distancia y ver que sólo se trata de una nueva lógica sobre la cual deberemos tomar posición y hacer escuela para las nuevas generaciones.

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