ANÁLISIS

No hay que esperar a que haya un muerto para actuar

Cuando ocurrió la trágica muerte de Karen Campos en manos de un delincuente que fue a asaltar un kiosco de barrio Belgrano, desde Democracia se venía advirtiendo que la ola de robo a mano armada se había tornado tan inmanejable para las autoridades como peligrosa para los vecinos de Junín.
El peor de los desenlaces estaba, como se dice, a la vuelta de la esquina.
Luego estalló la bronca ciudadana con los sucesos del 10-M y los legítimos pedidos de justicia, más allá de que el tema se politizó y comenzaron las denuncias cruzadas.
Ahora Democracia viene alertando (fue el primero en publicar un mapa de los arrebatos) sobre el flagelo de los motochorros, una modalidad que por el grado de violencia, pone en riesgo la vida de las víctimas, mayormente mujeres, jubilados y niños, o sea, la población más vulnerable.
Es necesario que las autoridades competentes tomen cartas en el asunto ¿O habrá que esperar que suceda otro irreparable final?.

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