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MARKETING APLICADO

Cuadrilátero

No tengo buenos recuerdos de los programas políticos. La infancia en el campo sólo me permitía ver canal 10 y los viernes a la noche llegaba “Meridiano”. Me llamaba la atención Alicia y su capacidad de sostener la mirada. Quizá porque sólo había una cámara, un plano para todo el programa. Uno, sólo uno. Un invitado, una mesa, una planta. Eso era todo y yo esperando la llegada de “El Show de Benny Hill”.
La siguiente secuencia surge en la década de la pizza con champagne. El estilo de “Carlo primero” se impregnaba en casi todo, como el humo en la ropa del sábado a la noche. Bernardo, con su novia joven, un ladero que citaba grandes pensadores y alguna tapa de revista con testículo al aire. Toda una referencia de estilo, el contenido era casi una consecuencia de esta descripción fatal.
La ruptura se inicia en mi memoria con la aparición del“gordo que fuma”. Era raro, un estilo que rompía los moldes pre-establecidos. Por primera vez, pude ver las piernas del conductor; ya no había mesa o atril y, de esta forma, pude derribar el mito de que los conductores usaban pantalones cortos. Al mismo tiempo, aparecían los panelistas construyendo la idea de “investigación fresca” o “traigo lo último, vengo de la calle”.
Quizá pensar como un chico de 7 años sea la herramienta para objetivar lo  que pasa en televisión. Recordar como reflexionábamos cuando la información no nos tapaba los ojos. Eso pretendo en esta columna, pensar sin el bagaje cultural de la adultez.
Ya en la actualidad, el tema nos desborda. Hoy se requiere un panel, con periodistas que previamente deben haber generado algún escándalo y tengan la capacidad de sostener un tono elevado y un timbre molesto. De fondo, el sonidista administra estímulos que refieren al boxeo modulando golpes; más específicamente una campana: “going, going, going”.
Me parece toda una señal de época. Una contradicción, una más. El conductor de tv asume el rol de moderador cuando de fondo resuenan efectos de sonido que refieren a un ring de boxeo. No pretende la claridad, por el contrario generar ruido, ruido sin contenido. Un golpe a la razón, todo es grito y bocanadas de incoherencias  que se enciman. En el medio, el televidente tratando de rescatar algo de lo que dicen los interlocutores.
Todos debaten en televisión, todos menos ellos, mezquinos temerosos que en pos de aferrarse al voto superficial prefieren no hablar, no decir nada. Como siempre, nos sentamos a la noche a ver televisión sin observar lo que pasa.
La idea es abstraerse y ver más allá. Analizar los gestos, las miradas y pensar sobre lo que está pasando; al menos hasta que los verdaderos protagonistas se animen a debatir ideas.

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