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JUNÍN DEL BICENTENARIO

Lo de “Abajo” es incapaz de crear

¡Así se gesta este pueblo, de ahí venimos, de los remolinos, de las lagunas, de los fortines, de los túneles secretos, de la ambición desenfrenada, de la ignominia, de la avaricia, de la perversidad, de la perseverante idea de eliminar de la faz de la tierra al otro… del genocidio militar, de la campaña al desierto, de la cabeza de un loco, de las espadas de acero y los Remingtons, contra la caña india!
De ahí venimos, de la consigna “civilización y progreso”, de los bañados, de las totoras… con nuestros nombres y con nuestros apellidos, con nuestros hombres y con nuestras mujeres, con nuestros comerciantes “ejemplares” y con nuestros doctores, con nuestros generales y con nuestras calles principales, con nuestro dios y con nuestras escuelas “normales” alabando a San Martín y desoyendo diaria, metódica y persistentemente a fuerza de gomina y desfile la apacible voz del ánima Mapuche que por no descansar en paz se escuchará siempre…
De ahí venimos, hace ya doscientos años, sin cultura originaria, sin negros, sin swing y sin candombe. Desarraigados y tristes, nostálgicos y sentimentales, sin sueños genuinos de patria grande y de hermandad latinoamericana. De ahí venimos, de este saber que ya se sabe, haciendo esperanzas y alegrías redimiendo la vida en cada obra, en cada tiza, en cada intento de expansión educativa popular, democrática y emancipadora, en cada oficina, en cada hospital, en cada verso.
De ahí venimos, de una guerra contra el “salvaje” sin piedad. Al indio se lo tomaba prisionero, se lo estaqueaba y se lo torturaba hasta la mutilación. ¿Por qué? Por odio. ¿Para qué? Para quedarse con las tierras.
En un informe al Congreso, Roca decía: “El éxito más brillante acaba de coronar esta expedición, dejando así libres para siempre del dominio del indio esos vastísimos territorios, que se presentan ahora llenos de deslumbradoras promesas al inmigrante y al capital extranjero”. Hubo tierras para Roca 65.000 hectáreas como botín de guerra, también recibieron “lo suyo” los generales, los oficiales, los comerciantes y los ganaderos que habían financiado la matanza. No faltaron como en toda la historia, las voces de la Iglesia argentina: “Dios en su infinita misericordia, ha proporcionado a estos indios, un medio eficacísimo para redimirse de la barbarie y salvar sus almas: el trabajo y sobre todo la religión que los saca del embrutecimiento en el que estaban”. Ni la de “la Sociedad Rural”, con Martínez de Hoz a la cabeza, pidiendo al gobierno una más severa represión.
De ahí venimos y de algunas anécdotas: en Buenos Aires, mientras un grupo de hombres, mujeres y niños marchaban por las calles encadenados hacia el puerto, un grupo de militantes anarquistas irrumpió al grito de “dignos”, “los bárbaros son los que les pusieron las cadenas”, cortando así el clima patriótico que se le quería imponer a aquel siniestro y vergonzoso desfile de la victoria.
Al poco tiempo uno de los protagonistas de la campaña, el comandante Prado escribió desengañado: “Al ver después despilfarrada la tierra pública comercializada en concesiones fabulosas de treinta y más leguas daban ganas de maldecir la conquista lamentando no se hallasen en manos de los caciques Renque-cura o Saihueque.”
Ante semejante historia, me atrevo a pensar en el futuro aludiendo a un fragmento de “Itinerario de dolor”, un texto del poeta y músico juninense Juan Noel Mazzadi, perteneciente al libro “Presencia de mi corazón” (cartas y poemas inéditos), ediciones del colectivo volador: “… ¿Qué podríamos decir los jóvenes poetas? Que presten atención a lo ocurrido a los poetas viejos. Las exaltaciones y locas fantasías de un minuto se pagan caro. El artista pierde todos los bienes terrenales, se ignora cuál es la causa, pero es así. Con el tiempo se despoja de la efímera felicidad que puede habérsele concedido y hasta su presencia resulta urticante. Muchas veces me he preguntado si es Dios el que dicta, o es el otro quien castiga o viceversa. Pero me han ayudado a concluir que los dones y la poesía vienen siempre de “Arriba”, por más que se blasfeme. Lo de “Abajo” es incapaz de crear.”
¡De “Abajo” Juan, seguro que de ese Abajo vienen las bajezas inocultables que fueron utilizadas como cimientos para la construcción de una ciudad que tantas noches escuchó las notas del piano de tu alma llevando sin sospecharlo vos, la brisa de una cura...!

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