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JUNÍN DEL BICENTENARIO

¿De qué será entelequia el Junín actual?

Mucho se ha escrito  acerca de Junín y su génesis. Nuestra tentación de reproducir las referencias no avanzará más allá de algunos mojones insoslayables de su historia para comprender el momento épico que amalgamó su nombre y la entelequia del fortín.
Todo comenzó cuando Bernardino Rivadavia, preocupado por el indio y sus malones, dispuso el establecimiento de una guarnición en las cercanías del vado de Morote, en el tramo del Salado que une las lagunas de Gómez y Mar Chiquita. El día 27 de septiembre de 1826 emitió el decreto fundacional ordenando establecer tres fuertes ampliatorios de la línea de frontera. Uno de estos tres fuertes era el de El Potroso, germen del futuro fuerte de la Federación.
Con este designio, un hombre de temple debía dar inicio a la gesta y en agosto de 1827, don Juan Manuel de Rosas pasó a ocupar el puesto de comandante general de Fronteras. El fuerte de “El Potroso” y su diseño quedaron en manos del ingeniero Teodoro Schuster, quien avizoró la inconveniencia de erigirlo en el cerrito colorado y desplazó las obras más de dos mil metros  hacia la margen  izquierda del Salado.
Federico Rauch, coronel a cargo del fuerte del Salto, fue encomendado a erigir las edificaciones, pero enfermo y agotado por la falta de ayuda, pidió licencia.
José Bernardino Buenaventura Escribano, en su reemplazo, fatigó jornadas hacia el desolado paraje y el 27 de diciembre de 1827  junto con sus hombres desmontaron  en el lugar que, a la postre, sería  la plaza principal.
Este hito fundacional y los precarios trabajos posteriores permitieron emplazar durante el primer cuarto de siglo un gigantesco campamento pentagonal en el desierto, que se conocería como Fortín Federación.
Meticulosos historiadores han descorrido el velo de los tiempos referenciando el foso de tres metros lacerado a pala y la empalizada puntiaguda que rodeaba los mil metros que van desde la actual plaza 9 de Julio hasta la plaza Alem; el caserío irregular, el arsenal  y los corrales. La estrategia  militar  implementada, permitía cobijar los ganados de los ricos estancieros de Salto, Rojas y Arrecifes.
Cercano  al fuerte, el mítico Paso de  Piedras era el lugar apropiado para que la hacienda vadeara el Salado. La salvaguarda  de la riqueza ajena siempre fue el desvelo de los andrajosos reclutas de la campaña.
La preocupación de Escribano hacía prolífica su correspondencia epistolar en demanda de  más hombres para el fortín, y pertrechos para cubrir mínimamente las necesidades que tenían los soldados y sus familias, famélicas y casi desnudas por la carestía de los géneros y la escasa ración proporcionada.
En marzo de 1828, el comandante Escribano pide licencia por enfermedad y es reemplazado por Federico Rauch. La situación en el fuerte es angustiosa. Así lo manifiesta Rauch en una carta que envía al gobierno. En la misma clamaba: “Las familias están a la intemperie. Por la carestía de géneros y el escaso sueldo de los maridos se hallan medio desnudas”.    
La miseria y el abandono sojuzgaba a las avanzadas en la línea de frontera, fomentaba las deserciones de hombres reclutados a la fuerza e incubaba cercanas rebeliones.
En 1829, el  caudillo Molina, hombre de fuerte carácter, se levantó en el fuerte Federación y muchos lo siguieron. Una jornada singular rasga el manto de la historia  en la Batalla Las Palmitas, en que las fuerzas lideradas  por el Coronel Isidoro Suárez, quien también tuvo destacada actuación en la Batalla de Junín, preludio de la libertad peruana, sofocó a los rebeldes fortineros.
El gobierno de la Provincia, deseoso de perpetuar la memoria de ambos acontecimientos bajo tan digno jefe, denominó al Fuerte Federación como Fuerte Junín. Isidoro Suárez fue bisabuelo de Jorge Luis Borges. Años más tarde, el Coronel Francisco Borges, otro de su sangre y de su nombre como lo inmortaliza en el poema “Junín” el gigante de nuestra literatura, sería comandante militar del fuerte. Hoy las calles Coronel Suárez y Francisco Borges amojonan sus épicas.  
 Se ha ejemplificado al  árbol como entelequia de la semilla, el objeto hacia el que la semilla tiende sin influencias externas de otros entes con el objetivo de realizar todas sus potencialidades. Y al mismo tiempo, la entelequia es lo que impulsa a la semilla a crecer y convertirse en un árbol.
Quizás nuestra semilla haya sido aquel decreto de fundar el Potroso, o bien nuestra entelequia propiciatoria deviene de aquel fuerte Federación, gigantesco desde sus inicios, y que por azar o providencia  devino en esta ciudad amada que habitamos.
¿De qué  será  entelequia el Junín actual? Lo imagino completo, con modernos ferrocarriles, una línea de cabotaje aterrizando regularmente, la autopista con sus cuatro carriles sobre la ruta siete comunicándonos fluidamente con  la Capital, el pleno empleo de la población, la igualdad de oportunidades, la absoluta alfabetización de sus habitantes, un polo sanitario de excelencia plenamente consolidado, la universidad reconocida a nivel internacional, las paz para transitar sus calles restablecida, las conquistas deportivas de sus principales protagonistas; en fin ,el tren de los sueños nos transporta optimistas a una metamorfosis de buenaventuras.
Las condiciones geográficas nos dan un enclave estratégico, pisamos un suelo bendito, el de las praderas más fértiles del planeta, toda la potencialidad incubada nos obliga. El desafío está planteado.<


(*)Fiscal juninense

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