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CAMINOS LITERARIOS

La gran crisis en “El manifiesto argentino”

Mempo Giardinelli recupera en un libro la gesta de un grupo de intelectuales durante la crisis de 2001 y 2002.

El escritor y periodista Mempo Giardinelli acaba de publicar El manifiesto argentino. Historia de una desafío colectivo, un libro en el que repasa la gesta de un grupo de intelectuales en 2002, agonizantes ante la crisis y dispuestos a resistir y sentar las bases para pensar una nueva república, un “modesto testimonio”, en palabras de su autor, “sobre un episodio quijotesco” que atenta contra el olvido político.
Madre e hija tiradas en la calle, tapándose la cara para no respirar los gases lacrimógenos de la imborrable represión de 2001, rodeadas por policías a caballo a metros de la Plaza de Mayo, es la imagen que ilustra El manifiesto argentino (Planeta), como anticipándole al lector aquello que encontrará en sus páginas: la historia de una tragedia, de un pedazo de la narrativa local en la crisis económica, social y política.
 Es que en esos días, un grupo de intelectuales y escritores autoconvocados, impulsados desde Resistencia por el chaqueño Mempo Giardinelli, empezaron a dar forma a manifiestos apartidarios con ideas y propuestas para, precisamente, manifestarse y pensar en conjunto una nueva Argentina, en un año bisagra como el 2002. Funcionaron como colectivo y tuvieron representantes de 23 provincias.
 De esa gesta trata la última publicación de Giardinelli, -escritor y periodista, exiliado en México entre 1976 y 1984 y cuya obra literaria se tradujo a unos 25 idiomas-, y con ella, contada a través de sus seis manifiestos, se narra también ese capítulo oscuro del país, y lo hace justamente en un momento en el que la Argentina se debate su futuro político.

¿Por qué quisiste recuperar ese fragmento de la historia argentina?
- Quise recordar la tragedia de los años 2001 y 2002 como contribución para que nuestra sociedad no ablandara su memoria en estos difíciles tiempos electorales y de transición. Fue mi interés principal recuperar un fragmento de la historia argentina contemporánea, quizás porque la historia aquí siempre se recorta y es muchas veces sectaria y negadora me pareció que el quijotesco episodio que fue El Manifiesto Argentino jamás iba a ser recordado si no se dejaba al menos un modesto testimonio.

La crisis del 2001 significó un quiebre para repensar ciertas estructuras. ¿Desde cuándo venías pensando las ideas plasmadas en lo que más tarde, junto a otros intelectuales, denominaste Manifiesto Argentino? ¿Por qué emergieron en 2002?
- La crisis de la política en tanto sometimiento a la economía es de vieja data, igual que ciertas debilidades y taras institucionales que se evidenciaron en los primeros 20 años desde la recuperación de la democracia. De ahí los problemas de gobernabilidad, como se suele decir, y el hecho de que todos los gobiernos terminaron traumáticamente, de manera que esas preocupaciones estaban en cualquiera de nosotros.
 La brutalidad y profundidad de la crisis, que prácticamente licuó todo, no hicieron más que poner a nuestra sociedad en emergencia. El ‘Manifiesto’ fue entonces una respuesta, una más, acotada y modesta, que para quienes en aquel momento nos autoconvocamos constituyó un imperativo moral y ético, antes que político o ideológico.

El ‘Manifiesto Argentino’ se propuso pensar más allá del “Que se vayan todos”...
-No nos propusimos dar soluciones, todos y todas teníamos conciencia de que nuestra misión y aporte eran modestos. Pero si en aquel colectivo había modestia, también había serenidad y algunas ideas comunes que podían ser útiles para ese exacto momento en que nuestro país estaba completamente lastimado, adolorido y desorientado.

Algunos de los que firmaron el primer ‘Manifiesto Argentino’, que llegó a tener miles de decenas de adherentes, fueron Héctor Timerman, Ángelica Gorodischer, Miguel Pereira y Graciela Falbo, ¿qué los unió como colectivo?
- Lo que nos unió fue una maravillosa pasión nacional y un fuerte espíritu de resistencia, la decisión de cada uno de no bajar los brazos y de pensar y actuar conjuntamente aportando ideas para que no se viniera todo abajo y para que, en efecto, se fueran todos los que habían arruinado el país, pero teniendo al día siguiente al menos el trazo grueso de nuevos rumbos a seguir.
 Y hoy creo que acertamos y que más allá del sendero que cada quien eligió recorrer, hicimos un aporte a la democracia presente, sin dudas más sólida que la del cambio de milenio.

En ese colectivo se reunieron ciudadanos de las 23 provincias. ¿Qué carácter le imprimió esa perspectiva federal?
- Fue algo muy sorprendente porque apenas hicimos público el primer ‘Manifiesto’ -lo que se logró de modos muy precarios porque no teníamos medios, ni prensa, ni existían como ahora redes sociales- nos impresionó la circulación y aceptación que lograba sobre todo en provincias, en la difusión boca a boca.
 El ‘Manifiesto’ circulaba, se extendía y convocaba, y hora a hora recibíamos adhesiones desde los más diversos puntos del país. Eso fue a la vez un estímulo y un compromiso, y por eso nos planteamos hacer, como hicimos, varios encuentros nacionales.

A más de 10 años de esos manifiestos, ¿creés que algunas de esas ideas y reclamos encontraron su eco en la realidad política actual?
-Creo que sí, me parece evidente que muchas ideas están presentes en aspectos de la vida nacional. Por ejemplo, el Manifiesto Argentino preanunció claramente ideas que años después estuvieron y están presentes en la vida nacional: la finalización de las Administradora de Fondos de Jubilaciones y Pensiones privadas (AFJP) y la recuperación de la previsión social a cargo del Estado, la Ley de Medios, la recuperación ferroviaria y las políticas educativa y de viviendas.

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