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ARIEL DE CIERVO

Una actividad que se extinguió con el paso del tiempo

Este deporte fue furor en la época del ´70 y ´80 en nuestra ciudad. Hasta se premiaba en la fiesta anual del Círculo de Periodistas Deportivos de Junín.

“El auge del aeromodelismo en Junín data de la década del ´70. Creo que esta cuestión empezó en el Club de Planeadores. Nosotros empezamos desde muy chiquitos con los planeadores de vuelo libre y algunos motores a goma.
Uno tenía que remolcar el planeador a mano con una cuerda de 50 metros y cuando estaba arriba lo soltaba. De ahí hasta que aterrizaba se tomaba el tiempo. El que en cinco o siete vuelos hacía más tiempo era el ganador.
Había que seguirlo caminando. El aparato tenía un relojito llamado destermalizador que uno lo calculaba a tantos minutos. A la hora indicada el reloj funcionaba y le levantaba el  estabilizador que se ubicaba en la parte trasera. Ahí frenaba el vuelo y caía como un paracaídas, despacito al suelo.
También pasaba que el reloj se trababa y el planeador se perdía, a veces te lo devolvían.
Nosotros teníamos una casita en un lugar que nos habían dado en el Aeroclub y ahí nos reuníamos. Hasta parrilla le habíamos hecho. Hacíamos concursos. Teníamos unos quince aficionados que variaban siempre y hacíamos concursos regionales y provinciales. Hasta llegamos a hacer una escuela de aeromodelismo donde enseñábamos a los chicos a hacer modelitos. Por ejemplo el Origone que era el más sencillo de cuarenta o cincuenta centímetros de ala. Se hacía con madera balsa, íntegramente a mano. No se compraba nada hecho”.

Tres anécdotas

“Yo remonto en un concurso, estabilizo el aparato y lo suelto cuando encuentro la términa.  Se me atrancó el reloj y comencé a correr detrás del aparato, a campo traviesa. Más o menos iba rumbo a Pergamino. No tengo idea cuando corrí pasando por los campos sembrados, tranqueras, alambrados. No destermalizaba el reloj y me iba ganando en velocidad tomando altura porque el viento se lo llevaba cada vez más hasta que abandoné cuando entró por unas nubes. Lo perdí tras media hora de correrlo. Volví al club, saqué otro modelo y seguí compitiendo.
Más o menos a los diez días me llaman del Club de Aeromodelismo de Buenos Aires. Me avisan que desde Uruguay le habían devuelto un planeador. Y como nosotros le poníamos el nombre y la dirección, no hubo ningún problema en recuperarlo. Lo fui a buscar. Casualmente en Uruguay lo encontró un aeromodelista y conocía las reglas del juego.
En otra oportunidad el planeador arrancó para el lado del río salado. Un día yo andaba caminando por calle Primera Junta y veo en la luneta de un automóvil el planeador mío. Me detengo frente a la casa donde estaba el auto y toco timbre. Le explico al Sr. que ése era mi planeador y me cuenta que estaba pescando embarcado en El Carpincho y cuando tiró pensando que había enganchado un pejerrey salió el aparato. Una cosa de locos. Así lo recuperé. Estaba enterito.
La última es cosa de Mandinga. El planeador se vino hacia la ciudad. Lo perdí de vista porque había mucho viento. Te da mucha desesperación perder un modelito porque cuesta mucho armarlo y hacerlo funcionar, pero son las reglas del juego.
Cuando llego a mi casa en el porche estaba mi planeador. Una vecina me alertó que venía volando por encima del club Argentino y aterrizó en mi casa. Pasa una sola vez en la vida”.
Nuevos elementos, materiales, tecnología. Cuando un planeador es más fino de ala juega mejor. Hasta ese momento lo que se había descubierto era soltarlo cuando se encontraba la térmica. Uno lo remolcaba y daba vueltas hasta que la térmica lo chupaba y ahí había que soltarlo.
Yo siempre me entreveraba entre los mejores. Una vez quedé en el equipo Argentino que iba a representar al país en Europa. Pero me tenía que pagar pasaje y estadía. No pude ir.
He ganado campeonatos nacionales, pero era lo de menos. La cuestión era hacer aeromodelismo, mejorar las condiciones de los planeadores, mejorarse uno como conductor del planeador. Porque si vos no lo hacés volar, es todo un fracaso porque se estrella contra el piso y se hace pedazos.

Actualidad

“Yo creo que desapareció por el avance tecnológico en todo el mundo. Hay dos aspectos. Uno es que mejor no trabajar, no diseñar el avioncito, no hacerlo vuelo libre que hay que ir a buscarlo y no caminar. En un concurso normal uno camina por debajo de las patas cien cuadras.
Además la tecnología se ha impuesto. Ahora son avioncitos a motor. Se manejan muy cómodamente con control remoto. No caminás y lo llevás, lo traés, lo aterrizás, volvés a levantarlo.
Pero salen una fortuna porque acá no se hacen. Los traen de Estados Unidos o Europa. Están entre siete y nueve mil pesos.
Los que se hacían en Junín, con doscientos pesos teníamos un planeador de dos metros de ala.
Hoy no hay concursos, ahora los chicos juegan a la play station. Andá vos a armar un planeador.
Es otra la realidad que vivimos”.

La escuelita

“Nosotros a principos del ´90 hicimos una escuela de aeromodelismo para los chicos. Funcionábamos en la Dirección de Deportes. Hacíamos competencias para los chicos. Íbamos a un lote grande, o en la zona del Parque Borchex, frente al Carpincho. Le enseñábamos a los chicos cómo hacerlo, de qué manera podían volar, etc. A veces concursaban hasta dos veces por semana.
Pero todo se fue diluyendo a medida que los chicos fueron perdiendo el interés. Yo creo que la tecnología superó todo”.

Pasado hermoso

“Para mi fue una época hermosa, estupenda. La televisión no era lo de hoy para los chicos. La oferta era distinta y se podían hacer manualidades como ésta.
Este no era un deporte como el fútbol o el básquet donde hay equipos a lo loco y mucho dinero dando vuelta.
Esto era todo a pulmón. Es una lástima que se haya perdido. El chico tenía una manualidad y hacía deporte físico. Había que remontar el avioncito e ir a buscarlo. Tenía que moverse porque el avioncito solo no volvía ni a gancho”. 

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