Bender.

Si bien el nombre del personaje (de la serie futurama) que ilustra esta columna se escribe con “b” larga, no quería perder la posibilidad de establecer un vínculo entre el carácter mecánico-robótico del concepto de venta en antagonismo con el que pregono como valor a desarrollar.
Sin entrar en objetivos puntuales, la idea tradicional sobre la  venta se masificó como el acto mediante el cual una persona ofrece un producto o servicio a cambio de un valor en recompensa. No hablan los diccionarios de mecanismos sino de una mera transacción, una actividad automática: doy esto y recibo lo otro.
Desde esta óptica, y al margen de la retórica o argumento, la información es lo único válido. Tengo esto y quiero cobrarlo a este valor. Punto final de la transacción por sí o por no y en el segundo de los casos a seguir gritando tozudamente la propuesta: “vendo, vendo, vendo” con la insistencia a cuestas. No importa aquí ni el cómo ni el cuándo ni a cuánto sino vender, sólo vender.
Surge en estos tiempos un concepto diferente de venta, un proceso que implica la valorización del bien en cuestión para que sea la demanda quien se acerque a la oferta optimizando costos comerciales y promoviendo la sustentabilidad del producto o servicio.
¿Mahoma a la montaña o la montaña a mahoma?
Muchos entienden que vender es insistir y trabajar sobre el acto estadístico de la reiteración como único recurso. La depreciación del bien en cuestión es inexorable e inevitable: “si está tan desesperado por vender es porque no lo quiere nadie o vale poco”.
Surge “Bender”.
Propongo en esta columna desplegar el mismo esfuerzo en la construcción de valor del producto o servicio que en el despliegue de la insistencia de modo que los puntos se atraigan mutuamente y la “venta” sea consecuencia de un  acto combinado de persuasión e interés.
Olvidemos la venta tal cual la conocemos y salgamos a “bender” con “b” larga de buena práctica comercial y de valor; una pena que “valor” sea con “v” corta y eso me complicó el remate.