None
LOCALES

Automedicación: preocupa a los agentes sanitarios el aumento de esta práctica

Analgésicos, antibióticos y ansiolíticos son los fármacos más comunes dentro de esta tendencia. Se trata de un procedimiento naturalizado que conlleva riesgos y contraindicaciones. El rol de la publicidad.

Estados gripales, afecciones respiratorias, acidez, dolores, gastritis, fiebre, son algunas de las dolencias que, en general, son consideradas menores, y por consiguiente, para su tratamiento se suele recurrir, ya no al médico, sino al criterio personal, al de algún conocido o, en el mejor de los casos, a un farmacéutico.

La lista de medicamentos de venta libre es amplia y esto favorece la automedicación. Sin embargo, el desconocimiento de las proporciones necesarias y la ignorancia de los posibles efectos secundarios de los remedios hacen que se torne un recurso potencialmente nocivo para la salud.

Es por eso que en los ámbitos profesionales especializados preocupa esta modalidad que ya hace tiempo que dejó de ser una tendencia marginal y minoritaria, para convertirse en una práctica instalada en la sociedad.


En la actualidad

Hoy en día, la automedicación constituye una forma de tratar los problemas de salud de una manera que, aunque no es la correcta, resulta cómoda.

Edgardo Martínez, farmacéutico con más de dos décadas de experiencia, señala que “el farmacéutico es, muchas veces, el primer agente de salud consultado por gran parte de la población, y es él quien orienta al paciente y aconseja en el caso de un medicamento de venta libre”.

En tal sentido, Martínez agrega que “está creciendo la automedicación, probablemente porque la gente también tiene más acceso a la información por Internet”.

Coincidentemente, el doctor René Cervantes, jefe del servicio de Emergencias del Hospital Interzonal General de Agudos (HIGA), advierte que “la automedicación es muy frecuente”, y puntualiza: “Esto lo digo por mi función en el hospital, pero también como psiquiatra; en ambas actividades veo esta práctica en el uso de antibióticos, analgésicos, pero también ansiolíticos”.

Para Cervantes, “ésta es una práctica que está creciendo”, principalmente “en situaciones conflictivas en lo económico y social, donde al paciente no les es muy fácil concurrir a la consulta, porque además se le encarece el tratamiento”.

Lo más alarmante es que este hábito no sólo se da con los fármacos de venta libre, sino que también se produce con los que deben ser expendidos bajo receta.

Javier Prandi, médico clínico y responsable de Internación Domiciliaria del HIGA, considera que éste “es un tema histórico”, pero que se observa “un aumento en el autoconsumo de ansiolíticos o tranquilizantes, tal vez por el estrés y el ritmo de vida actual”.

Según su análisis, las que más se autoprescriben son: “Las drogas antiinflamatorias no esteroideas (DAINE), que son las aspirinas, paracetamol, ibuprofeno o diclofenac; los ansiolíticos o tranquilizantes, que son las benzodiacepinas, como el clonazepán y el alprazolam; y los antibióticos. Otro fármaco que se utiliza de manera automedicada es el sildenafil, más conocida como Viagra; así como los antitusivos y antidiarreicos”.


Riesgos y contraindicaciones

La toma de un medicamento de manera incorrecta puede causar diferentes tipos de trastornos y descompensaciones posteriores. Es que los fármacos tienen contraindicaciones que son desconocidas o ignoradas por los que se automedican.

Cervantes señala que la automedicación “conlleva muchos riesgos” y remarca que “todo lo que ingresa al organismo como fármaco, tiene contraindicaciones”.

Para su colega Prandi, hay muchos peligros: “Se pueden producir intoxicaciones. Está el tema de las interacciones medicamentosas, por ejemplo, una persona que está tomando un fármaco para la presión pero además toma un antiinflamatorio que le aumenta la presión, o alguna medicación que haga un efecto cruzado y no se metabolizan por la existencia de otra droga. El mal uso de antibióticos puede generar mayor resistencia de las bacterias. Los antiinflamatorios podrían provocar problemas relacionados con hipertensión arterial, insuficiencia renal, gastritis y hasta hemorragias digestivas. Y con respecto a los ansiolíticos, se puede producir dependencia física o psíquica, y en los adultos mayores se puede dar algún cuadro de desorientación y hay que tener en cuenta el tema de las posibles caídas por la pérdida de equilibrio que puede provocar el uso de estos fármacos”.

Otro efecto no deseado es el enmascaramiento del cuadro cuando se atacan solamente los síntomas, lo que puede dar lugar a un empeoramiento de la enfermedad, ya que ésta sigue avanzando pero sus posibles síntomas no se puedan advertir.


El rol de la publicidad

Para los especialistas, un aspecto que tiene gran influencia y facilita esta conducta, es la publicidad, que a veces promete soluciones que no llega a cumplir, como el alivio inmediato.

“Por supuesto que la difusión del remedio es importante e incide”, sostiene Cervantes.

Más enérgico, Martínez asevera que “sin lugar a dudas, uno de los factores que más empuja a la automedicación irresponsable es la publicidad”.

En ese contexto, remarca que “el medicamento es un bien social y la publicidad lo transforma en un bien de consumo; la publicidad frivoliza tanto los beneficios como los graves perjuicios que puede ocasionar un medicamento tomado de manera irracional”.

De acuerdo a su criterio, “si se toma como premisa que es el médico quien debe prescribir y el farmacéutico el que debe dispensar y aconsejar cuando sean medicamentos de venta sin receta, entonces no hay razón para que exista la publicidad de fármacos en los medios de comunicación”.

Y concluye: “Si se regulara la publicidad, seguramente disminuiría la automedicación irresponsable”.


COMENTARIOS