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JORGE FANDERMOLE: EN SU FLAMANTE DISCO DOBLE, EL MÚSICO ROSARINO REAFIRMA SU CONVICCIÓN ESTÉTICA

"Somos polvo de estrellas, hechos de los mismos materiales, nos aplacan la soberbia"

Es uno de los fundadores de la recordada Trova Rosarina, que irrumpió en los años 80, e integra una galería destacada de una canción popular que recorre diversos géneros desde una estética cuidada, honda y luminosa.

Jorge Fandermole es autor, compositor, intérprete y docente de música. Nació en Pueblo Andino, provincia de Santa Fe, en 1956 y durante los 80 formó parte del movimiento informal de creación y producción musical conocido como Trova Rosarina. Después de algún tiempo sin grabar, editó el álbum doble Fander que condensa, a través de viejas y nuevas canciones propias, la reafirmación de un discurso estético que sigue ubicándolo como una referencia de la canción popular.

-Jorge, el río siempre formó parte del paisaje de sus canciones, ¿cuál es su relación con la naturaleza, con el cosmos?

-Es verdad que el río ha sido una gran presencia porque es el gran distintivo de este ambiente y este paisaje que nos contiene, pero corre uno el riesgo de ser identificado con este único elemento cuando en realidad las temáticas de la mayor parte de las canciones -propias y de otros, del cancionero en general- están vinculadas a las experiencias humanas, experiencias en las que el ambiente es el soporte en el que ocurren los acontecimientos de los que el hombre es protagonista. Es lícito pensar que, cada vez más, gran parte de la problemática humana involucre la relación conflictiva de la cultura con el ambiente: conceptos de productividad y necesidades que chocan de plano con una utilización sostenible de lo que el ambiente nos ofrece, una inversión del concepto de pertenencia según el cual el conjunto de los elementos ambientales son recursos que pertenecen desigualmente a poderes productivos y consumidores, pero que pueden ser utilizados indiscriminadamente.

-¿Cómo es eso?

-Este criterio devastador implica una relación inarmónica con la naturaleza y el cosmos que personalmente no comparto. De ahí parte mi crítica y mi convicción de que cada ser guarda una relación de identidad con el resto de las cosas, concepción muy distante de los modelos actuales de desarrollo humano.

-¿Cuáles son los sonidos musicales que recuerda de su infancia?
-Mi infancia estuvo bastante rodeada de silencio, afortunadamente. Las sonoridades del pueblo chico donde viví provenían de lo natural y del quehacer humano en proporciones bastante parecidas, pero siempre fueron de una baja intensidad muy saludable. A todos los pueblos llegaban las orquesta típicas y características que eran los primeros acercamientos a la música en vivo. Llego a la música por azar y algunas determinaciones: mi padre cantando, mi maestro de guitarra, los repertorios que sonaban por la radio, los bailes, que eran muy populares.

-"Bajo por una huella/de muy arriba;/vengo de las estrellas,/traigo alegría..." dice la letra, ¿el hombre es polvo de estrellas?
-Sin duda. Es un gran alivio, y una experiencia trascendente darse cuenta de que estamos hechos de los mismos materiales que el resto del Universo, que de esos elementos provenimos, que un azar maravilloso permitió que fuésemos cada uno quien es, que duramos un instante ínfimo y que a ese mismo polvo indiferenciado vamos a ir a parar. Las estrellas son las que finalmente nos aplacan un poco la soberbia y nos ponen en el lugar que corresponde.

-Muchos músicos toman sus temas para conciertos o discos, ¿es esa una forma de trascender en la música?

-Siempre digo que, en principio, la forma de que una canción sobreviva es que sea cantada. Por supuesto es un modo de trascendencia que la cante otro intérprete; es una situación muy honrosa para cualquiera que componga. Pero lo que hace perdurar una obra es que finalmente sea cantada, no por un músico, sino por cualquier persona y que se trasmita de ese modo, aunque después no se sepa quién es el autor.

-¿Cómo es el mundo que habita Jorge Fandermole?

-Mi mundo es una maravilla en crisis. 

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