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ROCÍO PÉREZ

Garotinha juninense en el Mundial de Brasil

Fue la jugadora franquicia de San Martín en el Torneo Federal Femenino, pero a mitad del campeonato se fue a ver el Mundial. Sin entradas aseguradas presenció el 80% de los partidos recorriendo Brasil en camioneta de punta a punta. Fue retratada en los medios internacionales como una hincha Argentina desaforada.

“La pasión por el deporte tanto de mi marido como mía nos llevó a viajar a Brasil. Nos fuimos en una Kangoo. Le hicimos una cama y un colchón a medida, una baulera con los bolsos, a  la ruta y a dormir en la calle.  Pasamos a Brasil por Paso de Los Libres porque nos habían dicho que en Iguazú estaban algunos ríos desbordados y rutas cortadas. Tardamos tres días en llegar. Nos agarraba la noche y parábamos a dormir en una estación. Fuimos directamente a Río de Janeiro que era el primer partido contra Bosnia. Llegamos el 13 de junio y justo arribaba la selección al Sheraton. Entramos derecho al hotel porque dijimos que estábamos alojados allí y éramos nosotros dos al lado de los jugadores con toda la prensa.
Fuimos sin entradas. Un año antes nos anotamos en la página oficial de FIFA y nunca tuvimos suerte. Igual nos fuimos. Nuestro trabajo era recorrer por todos lados para conseguirlas. Vimos todos los partidos de la selección, menos el de Porto Alegre porque era lejos y ya estaba clasificada y para la final nos pidieron cinco mil dólares por cada ticket. Al principio nos costó relacionarnos y era el miedo de que la entrada sea trucha. La primera para Bosnia nos fuimos a las once de la mañana al Maracaná. Recorrimos, preguntamos y había a mil dólares. Nos fuimos resignados a las 6 de la tarde a ver el partido en el Fan Fest y en eso llega un grupo de Argentinos que conocíamos. Ellos tenían ocho entradas y eran seis, pero dos eran para discapacitados. Pero el discapacitado se había sanado y se la jugaron igual a entrar mientras el otro grupo se quedaba afuera. Entraron y los otros nos vendieron los ticket. Pegábamos unos saltos bárbaros. Las pagamos 400 dólares cada una.
El segundo partido era en Belo Horizonte. Había unos 600 km. y allá salimos tras pasar unos días en la playa e ir a conocer el Pan de Azúcar. Igual no queríamos hacer muchas excursiones porque había que ahorrar plata para los partidos.
En la playa de Río conseguimos las entradas para ver Irán a 500 dólares cada una. Igual teníamos miedo de que fueran truchas porque se las compramos a un Alemán. Muchos extranjeros que habían comprado paquetes revendían a lo loco porque era su negocio.
Cuando Messi hizo el gol fue un delirio en el tiempo de descuento. Nos quedamos una hora y media festejando y nos sacó la seguridad de la cancha porque tenían que cerrar. Toda le gente nos sacaba fotos porque no entendían la manera nuestra de alentar, para ellos era algo increíble.
No fuimos a verlo con Nigeria en Porto Alegre. Nos volvimos a Río que era donde habíamos hecho base, conocíamos la gente, teníamos los baños seguros, en fin, vivíamos en la calle. Miramos el partido por la tele. Pero ya empezamos a caminar y preguntar por las entradas para ver a Suiza en San Pablo. Mi marido se atrevió a entrar a Botafogo que era donde vendían las entradas a los que las encargaron por internet y hasta tuvo el golpe de suerte que no estaba la seguridad para pasar. Justo salía un brasilero con un bolso que había comprado varias entradas y le preguntamos. Tenía una sola para Argentina. Se la compramos y nos la dejó en reales (1000) unos doscientos dólares. La otra la conseguimos en la calle a 700 dólares. Hicimos como setecientos kilómetros.
En Brasilia contra Bélgica fue el peor juego para nosotros en cuanto a nervios de la tribuna. Es una ciudad muy futbolera y nos odiaban los brasileros. Eran muy amables fuera de la cancha, pero adentro era enemistad pura. Cantaban en contra nuestro, hinchaban siempre para los otros y a medida que Argentina avanzaba, peor. Justo nos tocaron asientos rodeados de brasileros y nos decían donde estaba Messi que no hacía nada y que ellos habían ido a ver espectáculo, se burlaban permanentemente de nosotros. Pero cuando hizo el gol Di María se los grité en la cara y se rajaron en el acto. Estuvimos una hora y media más gritando y festejando.
Nos volvimos a Río que ya era nuestra casa. Quedaban unos días para Holanda y como nos habíamos percatado de pedirle el teléfono al brasilero que nos vendió una entrada en Botafogo lo llamamos. Tenía dos entradas nada más y lo fuimos a buscar de raje. Nos cobró dos mil reales cada una, para ellos el dólar no vale mucho y no lo querían.
En San Pablo era como que ya nos conocían los de seguridad y nos juntábamos en un rincón de la cancha para seguir festejando. Estuvimos dos horas y fuimos los últimos en dejar la cancha.
En cuanto a porcentajes de argentinos en la cancha calculo que en el juego de Porto Alegre que era más cercano a la Argentina había un cincuenta por ciento de hinchas nuestros. Después al irse más lejos, Brasilia por ejemplo, era muy difícil conseguir entrada y a veces tener la plata. Yo creo que un diez por ciento, a veces un veinte.
Hicimos noche en un motel de San Pablo porque era mucho más económico que el hotel. Sacabas un turno de doce horas y era una bagatela al lado del hotel que salía una fortuna. Había que economizar. Eran 500 reales de diferencia.
Terminamos contra Holanda y nos vinimos a Río que era la final. Se nos hizo menos pesado el viaje. Ya no eran tan amigos los brasileros. Nos miraban como bichos raros porque habíamos llegado a la final. Ellos te reconocían aun sin camiseta y a veces te insultaban por nada.
Nosotros mirábamos videos que nos mandaban nuestros familiares desde Argentina y no podíamos creer lo que era la fiesta acá. Allá no se notaba tanto. No pasaban tanto los partidos de Argentina, es más había propagandas en contra nuestra. En una propaganda de cerveza invitaban a los Argentinos a una fiesta y los metían en un cohete para mandarlos al espacio. Medio en broma, pero en serio. En la calle no nos querían ni ver y en la cancha iban a estar en contra nuestro porque era terrible que nosotros estuviéramos en la final y ellos no.
Estaba complicadísimo con las entradas y no teníamos más plata. Fuimos a probar suerte al Maracaná, pero tampoco conseguimos.  Teníamos quince mil pesos, cien dólares y cien reales. Los pesos nuestros no los quieren ni ver. La reventa era cinco mil dólares y tuvimos gente conocida de mi marido, de Salto, que pagaron ese precio. Fueron exclusivamente para semis y la final.
Miramos el partido fuera del Maracaná, en un bar en medio de brasileros hostiles. Se daba mucho para que ganara Argentina, no esperábamos perder. Fue una angustia tremenda. Pero nos quedamos más que felices de haber estado allí”.
 
Confraternidad

“Jugábamos al voley con franceses, después había rusos mezclados con mexicanos, era una fiesta total. Terminamos hablando por señas con rusos, alemanes, japoneses. A los que sabían inglés se les facilitaba, pero nosotros cero al as. Con ver un partido estábamos conformes. Cuando viajamos  dijimos que nos volvíamos cuando perdiera Argentina. Y teníamos que cumplir. Por eso ahorrábamos como podíamos.  Hacíamos fideos con tuco, arroz, todo para ahorrar el 100%.  Cualquiera va con plata, pero la hazaña es estar con lo poco que llevás.
Con el idioma era difícil. Si bien el portugués tiene algunas palabras parecidas el problema era cuando algunas veces íbamos a comer. Elegir la carta era difícil. Por ejemplo pedir un pollo era Frango, ni siquiera parecido. Pero íbamos al súper a comprar para hacer sandwich y ahorrábamos. Generalmente íbamos a la famosa comida por kilo donde elegías lo que querías comer, pagabas y listo”.
 
San Martín y el Federal Femenino

“Fue una inversión. No lo veo como un fracaso. Conocimos lugares nuevos, canchas donde nunca nos hubiésemos imaginado jugar, chicas de otro nivel, las mejores del país. Un año atrás nunca se me hubiese ocurrido jugar contra chicas de la selección argentina. Yo como muchas de las chicas jugamos como hobby y por amor a la camiseta. Tener la posibilidad que el club se pueda presentar en un torneo de semejante magnitud es una alegría para todos. Si bien no se dieron los resultados, sabíamos dónde nos metíamos. Pero de esto se aprende, se progresa. Hay que sacar lo mejor de esto. Que un club de barrio como San Martín llegue a participar es buenísimo. No todos lo hacen por cuestiones económicas. A mí en lo personal me costó mucho irme a mitad del torneo. Pero las chicas ya sabían que yo tenía planificado este viaje al mundial. Disfruté muchísimo del torneo y me quedó una experiencia buenísima”. 

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