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PERSONAJES DE NUESTRA CIUDAD

Rosana Guardia: “El arte me ayudó mucho en momentos buenos y malos de mi vida”

La directora de la Escuela de Arte “Xul Solar” dice que empezó sentirse apasionada por la creación a los 4 años, gracias a que ayudaba a su mamá a bordar ropa para bebé. Entre diversas anécdotas, recuerda sus dotes como atleta y montañista.

María Rosana Guardia viene respirando arte desde la cuna. A los cuatro años, ya mostraba aptitudes para la creación como asistente de su mamá, Noemí Espíndola, que reforzaba los ingresos del ferroviario papá Romualdo fabricando ropa para bebés.
“Nací y viví toda mi infancia en Villa Belgrano, junto a mis padres y mis hermanos, Romualdo y Hugo, todos integrantes de un hogar de clase media ‘para abajo’”, recuerda quien hoy, varios años más tarde, es la directora de la Escuela de Arte “Xul Solar” de Junín.
Conocida por todos simplemente como Rosana, la protagonista de este reportaje se emociona al evocar sus primeras vivencias, donde la figura de sus papás fue trascendental.
“Mi mamá y mi papá fallecieron muy jóvenes. De ella aprendí el placer de bordar, ya a los cuatro años   sabía hacer rositas rococó, enhebrar, coser, hacer los nuditos, o sea que la motricidad fina se la debo a ella. Con él, en cambio, salíamos con la onda al cuello a cazar pajaritos, aunque jamás le pegué a nada. Era hermoso cruzar avenida Libertad, la Ruta 188, que por aquel entonces era todo campo, y caminar descubriendo lugares”, rememora.

Los estudios

Rosana Guardia desarrolló sus estudios primarios en la Escuela Nº 16 “Manuel Belgrano”, donde dice haber cosechado una gran cantidad de compañeros y amigos con los cuales todavía se sigue viendo. “Y había otros chicos del barrio que eran amigos de mis hermanos y con quienes, al llevarnos él y yo dos años de diferencia, compartíamos casi todo. Fue una infancia linda, se jugaba mucho en la calle, al ‘Ladrón y poli’, ‘La mancha’, ‘La escondida’, se corría mucho y se andaba en bicicleta”, expresa.
Afirma que a esa altura ya le “gustaba mucho” lo artístico: dibujaba, pintaba, jugaba con crayones y demás,  así que antes de iniciar el secundario aprovechó que se había abierto la Escuela de Arte en Chacabuco y Saavedra y que habían arrancado todos los cursos de difusión para niños. “Empecé a venir cuando tenía 12 años, me tomaba el colectivo que me dejaba justo en la esquina y ahí se puede decir que fue mi primer contacto oficial con el arte”, señala.                
El secundario lo cursó en la Escuela Normal. “Para mí fue un cambio muy grande pasar del barrio a un ámbito más desconocido, donde a la postre hice también muchas amistades. Se hacía hasta quinto año, pero al terminar tercero podía ingresar a un plan para ser maestro en artes visuales, así que yo hice en simultáneo el cuarto del secundario con el primero de artes visuales y quinto con segundo. Cursaba a la mañana en la Normal, algo que ya me importaba poco, y a la noche en la Escuela de Arte. Ahí encontré un gran mundo, comencé a tomar contacto con gente mucho más grande que yo e hice amigos de toda la vida como Horacio Alonso”, destaca.

Atleta y montañista

Rosana reconoce que en algún momento de su juventud, esa pasión que la había obnubilado desde chiquita tambaleó ante otras disciplinas que eran de su agrado, como por ejemplo, las matemáticas. Pero lo que más le atrapaba era el deporte. “Fui atleta de ‘Los Flamencos’, competí durante muchos años en pruebas de cien metros llanos, ochenta metros con vallas, pero el tema era que las vallas crecían a medida que pasaba de categoría y yo no, así que abandoné esa especialidad y continué corriendo carreras de fondo, de diez y doce kilómetros”, repasa entre risas.
Guardia define a esa etapa como maravillosa, y agrega: “Guardo un recuerdo entrañable de mi entrenador, Juan José Ibáñez, que era una persona maravillosa desde lo técnico y desde lo humano. Mis compañeros en ese momento eran Julio Gómez, Mario Rodríguez, Sergio Spiga, María Rosa Cocco, entre otros. Tenía muchos trofeos, a algunos los fui reciclando para hacer esculturas o perdiendo entre cambios de casa”.
Las obligaciones fueron creciendo y ya se tornaba muy dificultoso entrenar tanto. Al respecto, la protagonista recuerda que en un momento, con Nancy Piva hacían muchos malabares para no perder el tren de la preparación y llegó una instancia en la que hubo que optar, o seguía con el deporte o con el arte. “Y bueno, siempre estuve produciendo además de dar clases en muchas escuelas de Junín y de la región. Le debo mucho al profesor Julián José Pastor, que me fue abriendo caminos e incidió de manera indirecta para que me terminara decidiendo por el arte”, subraya.
Años más tarde, Guardia descubriría una nueva ventana de exploración del mundo: “Me dediqué a escalar montañas, con la guía de René Armani y la compañía de un grupo de amigos increíble. Mis escaladas más importantes fueron a la cumbre del Lanín y al Pico Argentino del Cerro Tronador. Ese deporte te genera una relación con la naturaleza, uno va descubriendo y descubriéndose a sí mismo, la pequeñez ante la montaña y asimismo lo grandioso de que alguien tan ínfimo puede lograr semejante objetivo”, se asombra.     

La docencia y la pasión

Ya como docente, una institución que la marcó a fuego fue la Escuela de Estética, donde estuvo desde que se creó la institución hasta el año 2000. “Yo siempre les digo a mis alumnos que trabajar en ese establecimiento es casi como estar becado porque los chicos van a hacer artes, están todos locos, pero locos lindos, locos bien”, explica.
Tiempo después, asumiría la dirección de la Escuela de Arte “Xul Solar” y ya sembró ahí toda una trayectoria, tanto que este es el decimotercer año que estoy a cargo de la institución, antes fui secretaria y docente. “Sigo siendo profesora porque aparte de estar en la escuela doy clases en algunas materias”, resume.
Sobre sus gustos a la hora de crear, manifiesta que lo que más hace es el dibujo en tinta china en blanco y negro, y trabajos en cerámica. “Yo siempre digo que con las cerámicas juego más que nada, es donde uso el color y lo que me permite trabajar con la tierra, el fuego, el aire, el agua, y tiene otros tiempos”, describe.
También se entusiasma con el contacto de las nuevas generaciones con el arte: “Lo veo bien. Hay muchísima gente que demuestra tener ganas y capacidad de aprendizaje, interés por la fotografía, el diseño, la cerámica. Diseño y artes visuales son las carreras con mayor cantidad de alumnos”, comenta.

Su familia

Rosana tiene un hijo de 14 años, Valentín, que le ha dado una de las experiencias más importantes de su vida, que es la de ser mamá. “Juega al básquet y le encanta cantar, es parte de un grupo de amigos que vienen creciendo juntos de la primaria y todos pasan muchas horas acá, así que es muy lindo compartir las vivencias de los adolescentes”, describe orgullosa.
Por otro lado, hoy se cumplen dos años de que se casó con Rafael Castañeda, el hombre que le devolvió su capacidad de creer en el amor. “Él vivía en Caseros y vino a Junín a dar una charla sobre hornos eléctricos a la escuela, y a partir de ahí empezamos una relación. Se trajo la empresa y ya está establecido acá”, evoca.
Por último, Rosana Guardia deja una definición personal sobre el arte: “Es mi vida, es esta posibilidad de producir, de hacer, de crear. Me ha ayudado muchísimo en los momentos buenos y malos que me tocó enfrentar”. 

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