None
JUICIO POR CRÍMENES DE LESA HUMANIDAD COMETIDOS EN JUNÍN

Podrían aportar información clave para conocer el paradero de Mesa y Romié

A partir de la declaración de un testigo, el Tribunal citará a un ex comisario que tendría datos sobre los dos desaparecidos juninenses. En la jornada de ayer también terminaron de declarar los integrantes del grupo “Coart”, todos secuestrados la misma madrugada del 24 de enero de 1977.

Alberto Silva había terminado de declarar en el juicio por delitos de lesa humanidad cometidos en Junín. Ya había dado cuenta de su secuestro, su paso por la cárcel aún en construcción y la Comisaría Primera que entonces funcionaban como centros clandestinos de detención, había contado las picanas, interrogatorios, torturas psicológicas y simulacros de fusilamiento a los que había sido sometido, su traslado a San Nicolás, su liberación y su exilio en Brasil. Fiscales y defensores habían hecho sus preguntas y el Tribunal había agradecido su testimonio.
Fue entonces cuando pidió decir algo más. Lo autorizaron y dijo: “Hace un tiempo, un comisario retirado que se llama Benito Almada, que vive en la calle Padre Ghío o Siria, me comentó que él sabía quién había secuestrado a (el joven juninense desaparecido Adrián) Romié y dónde lo podían haber enterrado. Lo mismo con (otro desaparecido de nuestro medio, Gilberto) ‘Beto’ Mesa. Cuando se enteró de este juicio fue a mi casa y me volvió a decir lo mismo”.
Ante esta afirmación, el fiscal, doctor Hernán Schapiro, solicitó que Almada sea citado para dar testimonio. Después de un cuarto intermedio, el Tribunal aceptó esa petición.
Cuando se dio a conocer que los jueces Carlos Rozanski, Pablo Vega y César Álvarez. Convalidaban el pedido del Ministerio Público Fiscal, hubo un cerrado aplauso de la concurrencia que se vio frente a una nueva esperanza de poder dar con el paradero de Romié y Mesa, y reconstruir la historia de estos dos jóvenes desaparecidos en diciembre de 1976.

El caso Coart

En enero de 1976, un operativo llevado a cabo por las fuerzas de seguridad terminó con la detención de 14 personas, todos miembros del grupo Coart (Coordinadora de Arte). Se trataba de una agrupación que reunía a referentes de la cultura de distintas ramas: música, teatro, literatura, pintura y demás.
La dictadura consideró que este colectivo era peligroso, tildó a sus miembros de marxistas (aunque muchos de ellos estaban afiliados al Movimiento de Integración y Desarrollo), y de subversivo que iban “a poner bombas en la Sociedad Rural y otras instituciones”, según declararon los testigos.
Los 14 secuestrados fueron: Benito de Miguel, el escribano Víctor Pajoni, su esposa Graciela Ciappesoni, Imelde Sanz, Ariel de Siervo, Armando Álvarez, Normando Di Sábato, Rubén Liggera, Alberto Silva, Juan Carlos Martín, Ricardo Vega, Héctor Vega, Ana María Rinaldi y Horacio Arce.
Sanz, de Siervo, Álvarez, Rinaldi, Ciappesoni y Arce ya habían prestado declaración, mientras que Liggera, Di Sábato y Silva lo hicieron ayer.
En tanto, también declararon la viuda y el nieto de Martín, y ayer lo hizo Cecilia Vega (hija de Héctor Vega y sobrina de Ricardo Vega).

Reconstrucción

De la reconstrucción hecha por víctimas y familiares, se desprende que la madrugada del 24 de enero del 76 fueron “levantados” de sus casas, en muchos casos de manera violenta, por un grupo integrados por fuerzas de seguridad.
Los cargaron en un camión, los llevaron a la Comisaría Primera pero sin bajarse, los trasladaron a la Unidad Penitenciaria 13, que por entonces estaba en construcción, donde permanecieron alrededor de una semana.
Varios de ellos denunciaron torturas en ese centro clandestino de detención.
“Me desnudan, me colocan sobre la cama y me aplican corriente eléctrica, varias veces. No sé cuánto duró ese interrogatorio. Me preguntaban por mi nombre de guerra, mis compañeros, y demás cosas incomprensibles para mí”, recordó ayer Liggera.
“Me tapaban la boca con un trapo para que no se sintieran los gritos –agregó–, y me ponían toallas mojadas para que no quedaran marcas. Me pasaban la picana por los genitales”.
Di Sábato, en tanto, no la pasó mejor. En su declaración de ayer, señaló: “Me hacen desnudar, me atan de pies y manos a una especie de camilla, me rocían con agua, en el dedo gordo de uno de los dos pies atan un cable o un alambre que hacía la descarga de la electricidad, me ponen como si fuera un trapo arrollado en la boca y creo recordar que sentí un peso como que alguien apoyaba su bota sobre mí. Y me dicen que cuando quisiera hablar, abriera y cerrara las manos. Acto seguido, empiezan a pasarme la picana por el pecho. Abría y cerraba las manos simplemente para que pararan. Como yo les decía que no pertenecía a una célula terrorista, seguía la picana aunque previamente sentía que le daban más potencia a la corriente. Me la pasaron además por las encías, por los testículos y en la planta del pie”.
Luego sufrió otra sesión de tormentos con picana.
A Di Sábato también, relató que lo llevaron a una suerte de patio, le apuntaron con armas, le dieron una pala y le dijeron: “Cavate la fosa”, cosa que tuvo que hacer. Además, recordó que en una oportunidad si su esposa estaba embarazada y ante su respuesta afirmativa, le dijeron: “Ya abortó”.
Silva también denunció torturas físicas y psicológicas en la cárcel. “A la noche me sacan, me llevan a un lugar donde sentí olor a carne asada, pensé que estaban haciendo un asado, pero era gente que estaban picaneando”.
Según dijo, él también fue picaneado y otra noche lo llevaron con los ojos vendados a un lugar al aire libre y le dijeron: “Si sabés rezar, rezá”. Y le aseguraron que lo iban a fusilar.
Los testimonios coinciden en que luego fueron trasladados a la Comisaría Primera, y desde ese momento los familiares supieron dónde estaban.
La mayoría de los testigos afirman que el trato en la Primera fue más benévolo, aunque Silva sostuvo que ahí también fue “picaneado”.
Posteriormente fueron enviados a la cárcel de San Nicolás donde los recibieron “con una golpiza”. Allí permanecieron unos meses, hasta que fueron liberados. 

COMENTARIOS