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ECOS DE LA PRIMERA AUDIENCIA

Alivio y angustia, la mezcla que dejó el primer día del juicio a represores

Luego de brindar su testimonio en la primera audiencia del proceso que se está llevando a cabo en esta ciudad, dos testigos le contaron a Democracia cuáles fueron sus sensaciones al evocar épocas oscuras de su pasado y estar cara a cara con los acusados.

Una cosa es lo que se dice y otra es lo que se siente al decirlo. Y más en una situación de tanta complejidad como la que tuvo lugar antes de ayer en Junín, cuando cinco personas tuvieron que ubicar en el primer plano de su memoria hechos horrorosos ocurridos hace casi cuarenta años, en los que ellos mismos y familiares directos fueron víctimas del accionar de seres funcionales a la dictadura militar en esta ciudad.
Ello ocurrió en la primera jornada del juicio contra siete acusados de cometer delitos de lesa humanidad en suelo juninense durante los años de plomo, cuyo desarrollo quedó inmortalizado en la edición de ayer de Democracia, donde se puso de relieve el testimonio de quienes padecieron tales atropellos.
Pero más allá de la fuerza de las palabras, este diario también buscó transmitir el sentimiento de las víctimas al hallarse ante el juzgamiento que tanto habían esperado y tener frente a frente a los acusados, caras conocidas de un pasado de terror.   
“Yo fui muy tranquila porque realmente quería declarar y quería verle la cara a esta gente. Cuando le dije al tribunal que el señor (Edgardo) Mastrandrea le pegó a mi marido y le sacó una pieza dental, yo lo miré y el tenía la cabeza gacha. Me hubiese encantado que me mirara, pero lo que hizo demuestra que es un cobarde”, dijo Silvia Lusardi, quien fuera esposa de Pío Soberano, uno de los detenidos y torturados en tiempos del proceso.  
Lusardi admitió que más allá de la serenidad que sintió a lo largo de la declaración, le fue “imposible evitar la angustia y el dolor” de no tener más a su marido.
“Recordar momentos en los que yo estaba sola con mis hijos y me venían a golpear la puerta para entrar a mi casa, o acordarme que con mis hijos no nos querían atender en ningún lado me pegó mucho, fue muy fuerte”, agregó la mujer.
Silvia dijo haber salido del Salón de la Democracia Argentina (donde se está realizando el juicio, en avenida Libertad 555) con “alivio” y con “la esperanza” de que los culpables paguen por las aberraciones cometidas.  
Asimismo mostró su mayor rasgo de humanidad al referirse al aspecto actual de Mastrandrea, el ex comisario al que se le imputa la responsabilidad de catorce casos de privación ilegítima de la libertad: “Me dio lástima verlo así, en silla de ruedas y derrotado; nunca imaginé tener esa imagen de él, que siempre fue tan soberbio y que se creía superior a todos”, manifestó Lusardi.

“Muchas sensaciones”

Quien también reveló sus sensaciones fue Carlos La Blunda, otro de los testigos que comparecieron ante el tribunal del juicio. “Si digo que estuve tranquilo estaría faltando a la verdad, porque es imposible abstraerse de la amargura y la bronca acumulada durante todos estos años”, le dijo La Blunda ayer a Democracia.
Sin embargo, se diferenció de Lusardi en el hecho de que su principal punto de atención estaba centrado en Ángel José Gómez Pola, ausente en la audiencia por cuestiones de salud pero presente a través del sistema de teleconferencia, que permitió que todos visualizaran su encierro en el penal de Ezeiza.
“Yo quería que me dijera donde tienen a Pedro (Lablunda) y a mi cuñada. Sé que no están vivos, pero sé que él sabe donde están los restos de ellos dos y necesitamos ubicarlos porque son parte de nuestros genes”, dijo Carlos, con una voz que delata un estado de conmoción que no se aminora con el paso de las horas.

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