Pensar el Junín del bicentenario implica un enorme desafío, no sólo para no caer en trilladas argumentaciones respecto de la evolución del desarrollo local, o de las bondades de la democracia de proximidad o de las oportunidades que tienen hoy los gobiernos locales para transformarse en verdaderos actores políticos, que mediante la aplicación de un conjunto de políticas públicas puedan mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos. Sino porque el reto está puesto en la ciudad de Junín, nuestra ciudad, la que vivimos y en la que probablemente vivirán nuestros hijos y nietos.
El pensar a Junín, nos representa la posibilidad de renovar las esperanzas y apostar nuevamente por un mejor porvenir, debemos tomarlo como una oportunidad para crecer y trabajar conjuntamente por una sociedad mejor.
Una ciudad no se construye de un día para el otro, ni tampoco por acciones individuales; es el resultado de un proyecto compartido, lento y trabajoso. Un proyecto de construcción de capital social sustentado en la participación, en la solidaridad y en el consenso.
Sin dudas que, a nivel local, los índices de participación ciudadana y rendición de cuentas por parte de los gobernantes son superiores que a nivel nacional, ya que nos conocemos, sabemos quiénes somos, de dónde venimos y que hemos hecho a lo largo de nuestra vida.
Por eso, pensar una ciudad en su bicentenario nos ofrece la posibilidad de establecer un vínculo entre los proyectos políticos que expresan los dirigentes y las necesidades que demandan los vecinos.
A pesar de la coyuntura, este ejercicio mental debe fundarse en un cambio de conductas que hagan posible la concreción de los fines que exceden a nuestra ciudad, que son de toda la Nación y que tienen que ver con el desarrollo social, económico, educativo y cultural.
Mirando hacia el futuro, los juninenses debemos generar ideas que luego, mediante el diálogo y la reflexión permitan establecer conductas y comportamientos.
La decadencia actual, basada, entre otras cosas, en la superficialidad y en la manipulación, no debe ser un obstáculo para proponernos vivir en una sociedad mejor, superadora.
Todo lo contrario: no debemos renunciar ni frustrarnos, debemos aspirar a un poder sano, íntegro y legítimo.
Así las cosas, es necesario afianzar los valores de la acción política. Compromiso social, transparencia, responsabilidad, calidad institucional son valores que hacen a la construcción de ciudadanía, pero también que actúan como soportes del sistema democrático.
A partir de estas reflexiones, me permito plantear dos cuestiones que considero fundamentales para continuar construyendo una ciudad integradora e inclusiva.
En primer lugar, reivindicar la educación como derecho, como eje central del desarrollo humano. Esta no sólo debe transmitir conocimientos y saberes, debe formar ciudadanos capaces de desenvolverse en un mundo hostil y competitivo.
Como lo señala la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) “El derecho a la educación de calidad y pertinencia es condición esencial para superar la pobreza y avanzar hacia una mayor igualdad de oportunidades”.
Es por ello, que debemos asumir un nuevo compromiso por la educación, ya que los pueblos libres y desarrollados son aquellos que han optado estratégicamente por la educación como un modo de fortalecer los pilares de la democracia.
En segundo lugar, recuperar el valor de la cultura del trabajo. Más allá de la estricta definición sobre que es el trabajo, lo que debemos rescatar es la esencia, lo que implica la cultura del trabajo.
El trabajo ha configurado desde siempre gran parte de la condición humana y ha adquirido a lo largo del tiempo una centralidad en nuestras vidas. Eso hoy parece perdido y es necesario recuperarlo.
Ambas cuestiones han sido decisivas para la movilidad social ascendente que caracterizó a nuestro país en un tiempo que hoy parece lejano.
Para pensar en una ciudad armónica y cohesionada debemos recuperar estos valores y principios que hacen a una sociedad más justa, pero que también nos van a permitir disfrutar de nuestras vidas en un sentido pleno. <
(*)Licenciado en Ciencia Política
>JUNÍN DEL BICENTENARIO
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