EL TRADICIONAL RELOJERO Y JOYERO REPASA SU TRAYECTORIA

Adolfo Rudis: Más de 50 años en la calle Sáenz Peña

Empezó con un pequeño taller en su pueblo, pero desde hace cinco décadas trabaja en la principal arteria comercial de Junín. Un referente de su oficio que hoy lamenta que esta actividad esté perdiendo continuidad.

Adolfo Rudis nació en Ferré. Es el tercero de cuatro hijos y se crió en el campo.
Aunque todo parecía indicar que su futuro laboral estaría en el ámbito rural, siendo adolescente Adolfo encontró una pasión en la relojería. “Un día vi un reloj despertador y me dio como un ataque, me gustó tanto que ya no pude sacármelo de la cabeza”, recuerda.
Empezó a interiorizarse en la materia y a los 15 años decidió estudiar: “Yo era lector de la revista Patoruzú y ahí salía la publicidad de la Escuela Universal de Relojería. Cuando vi eso, pensé que era mi oportunidad”.
Se inscribió y empezó el curso que se hacía por correspondencia. “Yo enviaba un giro postal –explica– y ellos me mandaban la lección: la estudiaba, contestaba y mandaba otro giro para que me enviaran la siguiente. Así lo hice durante más de un año, y luego me empezaron a pedir trabajos prácticos”.
A los 18 años ya se había recibido de relojero y tenía su diploma.

Sus inicios

Enseguida abrió su propio taller y comenzó a trabajar en Ferré haciendo reparaciones. Al poco tiempo le tocó el servicio militar y cuando volvió, lo contrató como relojero el señor Biondini, que tenía un negocio en Arenales y era hermano del joyero que estaba en Junín.
Allí permaneció un tiempo, pero Biondini dejó el comercio y le ofreció a Rudis la posibilidad de venir a Junín a trabajar con su hermano. “Me gustó la idea porque me parecía que había una posibilidad interesante de tener un crecimiento personal”, dice.
Arrancó como empleado en la filial Biondini, en marzo de 1964, en el taller ubicado en Sáenz Peña 46.
Ahí estuvo tres años, hasta que uno de los socios, el señor Difeo, abrió su propia joyería y relojería, y Adolfo se fue a trabajar con él.
Este lugar también estaba en Sáenz Peña. “Ahí trabajé junto con José Castellar –rememora– y también hice un poco de todo, porque no sólo estaba en el taller, sino que también atendía a los proveedores y a los clientes”.
Fue en ese entonces cuando aprendió, además, los oficios de joyero y de grabador.
Estuvo diez años con Difeo, desde 1966 hasta 1976: “En el último tiempo yo ya había empezado a vender en la zona por mi cuenta. Los sábados, cuando salía del negocio, cargaba mi portafolio y me iba de viaje, hasta el domingo a la tarde”.

Su propio camino

La venta en la zona fue creciendo y al ver esa situación decidió que había llegado el momento de abrirse por su cuenta.
“En el centro era muy difícil conseguir un lugar –cuenta– pero justo me enteré que el local de Sáenz Peña donde estaba Calzados Guante, una casa muy reconocida en la ciudad, iba a cerrar, entonces fui a averiguar y terminé alquilando en ese lugar”.
Así fue que empezó con su negocio propio, acompañado por su esposa, que trabaja con él desde entonces.
Al principio estaba 17 horas por día en el comercio: entraba a las 7 de la mañana y se iba a las 12 de la noche.
Ese esfuerzo, sumado a la atención y la calidad de su mercadería hizo que, de a poco, se fuera haciendo un lugar en el comercio del centro juninense.

Al Paseo

En el año 1981 comenzó planificarse el Paseo Sáenz Peña. Era una época en la que Rudis trabajaba “muy bien” y le pareció que “podía ser una buena posibilidad de comprar un local”, para poder tener un lugar propio.
De esta manera, fue el primero que adquirió un espacio en el paseo, cuando ese lugar todavía era un plano y una maqueta.
Las fluctuaciones económicas y la Guerra de Malvinas retrasaron la obra. Finalmente, el paseo se inauguró el 4 de diciembre de 1983.
“Era un lugar que le llamaba mucho la atención a la gente de Junín y la de afuera también”, señala Adolfo.
Era una época “muy difícil en el aspecto económico en todo el país”, aunque Rudis logró sobreponerse. “Así fue como nos sostuvimos durante tantos años”, dice.

El oficio

Rudis lamenta el hecho de que “todos los oficios, en general, están desapareciendo, tanto por la tecnología como por la falta de continuidad”, y considera que “eso es un error muy grave”.
De acuerdo a su opinión, “la relojería es un oficio muy especial, hay que ser muy paciente, meticuloso, y exige mucha concentración”.
No obstante, advierte que esta actividad no va a desaparecer: “La relojería va a continuar, lo que sí es posible que siga sin profesionales, sin gente experta. Y la joyería tiene sus vaivenes, no sé si el oro volverá a su esplendor, lo veo muy difícil”.

Balance

Adolfo Rudis lleva 53 años como relojero y más de 30 como joyero y grabador, y en ese marco, a la hora de hacer un balance, se muestra complacido: “Yo no suelo mirar para atrás ni me arrepiento de lo que hice o lo que no pude hacer. Estoy satisfecho porque hago algo que me gusta y eso es un privilegio; y disfruto tanto de este oficio como del trato con la gente. Esto me hace feliz, por eso estoy conforme”. 

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