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OPINIÓN

Universalicemos el Nunca Más

Kant decía que las sociedades no son nunca puro acuerdo ni pura discordia. Son siempre una ecuación entre ambas tensiones: una fuerza que tiende a la cohesión, que genera cooperación desinteresada, y otra que tiende a la cohesión, que genera cooperación desinteresada, y otra que tiende a la disgregación. Así, en el encuentro está el ideal normativo supremo de una comunidad de espíritus por un lado, y por el otro, la guerra de todos contra todos.
Con frecuencia escuchamos los "gritos sagrados" del terrorismo intelectual. Es el eco del excluyente mandarinato cultural de una parte de la izquierda que deslegitima, demoniza y fascistiza aquello que no comulga con sus imposiciones.
Es la "onda" de los oráculos del "progresismo" vernáculo, siempre vocinglero y diletante que, partiendo de la siembra de odios y trasladando "culpas" propias (a la "derecha", al "imperio", a la "iglesia", a los "milicos", al "periodismo", al "neoliberalismo", a las "corpos mediática y judicial", al "sistema financiero internacional", a la "opo", a los "golpistas", a los "fondos buitres", a los "agentes del desánimo", a la "justicia oligárquica", y hasta a personas o a barrios de la Capital o al campo argentino o a los bancos, etc.), genera la devoción por los gobernantes de turno bajo el dogma que hicieron y hacen lo "políticamente correcto", imponiendo una nueva "legitimidad" y acusando de "destituyente" cualquier voz opositora al "nuevo modelo".
Como siempre pretenden hablar en nombre de la "democracia" y del "pueblo", sólo muestran rasgos totalitarios y populistas en sus reiterados y monocordes discursos, haciendo fulgurar un eslogan de "inclusión" que, paradójicamente, sólo logra excluir a los supuestamente ya incluidos, quienes somos injuriados en todas partes por la inseguridad e impunidad reinantes, toleradas por un gobierno permisivo que, proclamándose "campeón de los derechos humanos", reniega de aplicar y hacer aplicar las normas penales existentes, culpando de los delitos cometidos a la sociedad, como ente colectivo que condicionaría conductas individuales.
Tales denuestos extremistas que acompañan de una particular visión "socialista" que, basada en un peculiar concepto de "redistribución", remata en la necesidad de subdividir la miseria existente en lugar de generar los medios para producir riqueza digna de reparto.
Concepción que presenta su aspecto más procaz con la manipulación arbitraria y demagógica de los fondos públicos, vía los "superpoderes" y los "subsidios" dados sin monitoreo: y con la alteración y escamoteo de los datos de la economía real, vía el Indec "morenista", hoy redivivo pese a promesas de enmienda.
Debemos evitar el flagelo que para el pueblo argentino ha sido el terrorismo. Hemos dejado atrás, para siempre, el terrorismo de Estado. Pero el Estado de Derecho debe estar en condiciones de asegurar que tampoco habrá retorno de terrorismos mesiánicos individuales o de bandas armadas. Debemos impedir que el terrorismo intelectual invada otra vez el espacio que dolorosamente habíamos ganado para el diálogo. Son terroristas intelectuales aquellos que utilizan palabras como dagas, practican la suspicacia, la dualidad y el cinismo con deleite y hacen de la sospecha, la paranoia, la mentira y su personal "relato", el fundamento de su conducta.
"Cirujas" de la cultura, exponentes de variados totalitarismos, quieren convertir cada adversario en un enemigo, gestando así un período de pequeñez intelectual, de política mendaz y de necio autoritarismos.
Ante ello, universalicemos el "nunca más". No porque existan "dos demonios", sino porque queda impune uno solo y está blandiendo el tridente.
A propósito, para la vigencia del "nunca más" necesitamos presidentes para la Nación entera, que gobiernen para todos los argentinos. No necesitamos soberbios o petulantes con claque propia empecinados en regocijar pandillas y en "editar" la realidad a su conveniencia. Y esto no es una "pavada atómica", sino una verdad "nacional y popular", mientras nos manejemos con conceptos y no con consignas.

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