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ESTO QUE PASA

El Gobierno pide más décadas

La clave oficial de las próximas seis semanas radica en convencer a los más de 30 millones de argentinos que deben votar entre agosto y octubre de que el país está “para arriba”, recuperado, firme, creciendo y consumiendo más que nunca.
Ésa es la batalla oficial. Apuesta al consumo con tenacidad fanática. La foto de la campaña que quiere atornillar el Gobierno son restaurantes llenos, shoppings abarrotados, millares de personas por la calle arrastrando sus bolsas de productos recién comprados, “tarjeteando” para pagar con no menos de doce cuotas sin interés. Un país feliz, un pueblo contento, una economía caliente, ésa es la idea, pero -claro- ¿funcionará?

Guerras

Por cuerda paralela, pero infatigablemente, la Casa Rosada metió fuerte presión en el escarnio público a la Corte Suprema de Justicia. A la voz de orden, un coro de verdugos se viene dando cita cada día para ametrallar mediáticamente a unos jueces que eran el orgullo del Gobierno hasta hace no más de cinco años, y que ahora son vilipendiados sin pausa y sin mesura.
 Desde Canal 7, en sincronía con el batallón de medios oficiales, Ricardo Lorenzetti ha sido transfigurado en el nuevo enemigo público de la propaganda oficial. Parece que han dejado reposar un poco la cansina diatriba contra Héctor Magnetto, el “monopolio” y los “medios concentrados”, caballitos de batalla que siempre están a mano para recurrir a ellos como los proverbiales responsables de la tragedia argentina.
 En su arenga de ayer en Argentinos Juniors, la Presidenta pidió veinte años de kirchnerismo (diez de la década ya “ganada” y diez más a partir de ahora) para recuperar lo que denominó 50 años de atraso. ¿Cómo sería? ¿La Argentina atrasó entre 1953 y 2003? Singular historiadora la Presidenta, que mete en una misma bolsa a Frondizi, Illia, Perón y Alfonsín, junto a Lonardi, Aramburu, Onganía, Levingston, Lanusse, Videla, Viola y Galtieri.
El ataque contra la justicia es y será inclemente. No se le pida matices a este gobierno: cuando sentencia a un “enemigo”, el Santa Oficio kirchnerista no sabe de treguas. Hay contra los jueces de la Corte una virulencia y un odio que supera con creces la mala vibración que les producen los grupos antojadizamente llamados “hegemónicos”. Es el ya verificado síndrome K: los que fueron, durante un tramo, aceptados camaradas de ruta, mutan luego y se convierten en la encarnación del diablo, no más se apartan un poco o reclaman respirar con sus propios pulmones.

Reiteración

La carga contra la Corte Suprema, personificada y encarnada en la batalla contra su presidente, Ricardo Lorenzetti, evoca situaciones ya recorridas en estos años. Los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner tienen acumulada una colosal foja de servicios en su empeño por descalificar de la peor de las maneras a quienes trabajaron con ellos poco o mucho tiempo. Recordar a Julio Cobos y (en un plano éticamente muy subalterno, claro) a Alberto Fernández. De modo que Sergio Massa tendrá desde ahora para que tenga y para que guarde.
Lo pintoresco es que los mismos medios de propaganda oficial que hasta hace un mes masacraban a diario al gobernador Daniel Scioli, ahora lo nombran con untuosa formalidad. Juan Manuel Abal Medina y Diana Conti ya no lo agredirán. No dirán de él que a los tibios los vomita Dios. Tampoco se le reprochará que no sea suficientemente enfático en su prosternación ante la primera mandataria.
No le faltan blancos fijos a la siempre nutrida artillería oficial. Ahí está el caso de José Ignacio de Mendiguren, que se unió a la tripulación de Sergio Massa como candidato a diputado nacional, luego de años de romance zigzagueante con las políticas ultra proteccionistas del Gobierno. ¿Se fue ahora con Massa y “juega” para el intendente de Tigre? No le tendrán compasión a quien fuera no hace mucho contertulio protegido de la Casa Rosada.
Para esmerilar al “Vasco”, movilizaron incluso a industriales tibios e intimidados, como Héctor Méndez, de nuevo al frente de la cada vez más irrelevante UIA. Curiosa “burguesía nacional”: Méndez le exige a Mendiguren que se vaya de la UIA si quiere acompañar a Massa. Es una clase social endeble que sólo suele atinar a hacer política cuando los gobiernos la protegen desmesuradamente. Para ese sector económico, comprometerse políticamente pareciera equivaler a ser peones obedientes del juego oficial.
La pregunta clave es cuántos puntos perderá el Gobierno en la provincia de Buenos Aires El 23 de octubre de 2011, Daniel Scioli fue reelecto gobernador con 4.246.964 de votos, o sea el 55,07 por ciento. Ese mismo día, Cristina Kirchner recibió en ese distrito 4.841.169 votos, o sea el 56,43%. Esa torta es gruesa y no se reparte fácilmente, sobre todo considerando que hace sólo dos años, la diferencia entre los ganadores y los perdedores fue abismal, incluyendo el vapuleo que sufrieron los fragmentados peronismos no kirchneristas (en la provincia, Eduardo Duhalde sacó 613.000 votos). Ahora será diferente, pero ¿cuán diferente?

Estrategias

La apuesta de Massa es importante y el Gobierno no la subestima. Pero a la vez, el oficialismo se entretiene con malabares matemáticos, incluyendo apostar a que la ruptura de Scioli y su encadenamiento a Cristina solidifique el umbral duro del oficialismo, mientras que el antikirchnerismo vociferante de De Narváez y la equidistancia del no-oficialismo vegetariano de Massa perjudiquen las chances de quienes crear un nuevo cuadro político para la Argentina de cara a 2015.
Lo que sucede es que nada bueno le espera a Cristina en las elecciones de Capital Federal, Córdoba, Santa Fe y Mendoza. Tampoco viene bien en una Santa Cruz inauditamente desacatada a la Casa Rosada. La muestra de que el oficialismo juega cartas ideológicas cerradas es la lista presentada en la ciudad de Buenos Aires, ahora ya ortodoxamente no peronista.
En la capital del país, la Presidenta apuesta a intelectuales de oscura prosa e inexistentes pergaminos nacional-populares, como Ricardo Foster, o testimonios de la “juventud maravillosa” de los años ‘70, como la cineasta Liliana Mazure. Pero, sobre todo, redobla su opción más ortodoxa, con Juan Cabandié y Violeta Montenegro, ambos nietos recuperados, cuyos padres fueron militantes secuestrados y asesinados en la Esma en esa misma época.
Las absurdamente llamadas “primarias`” de agosto son otra cosa de lo que se presumía cuando fueron anunciadas. Sólo el centro izquierda compite y lo hace apenas en la Capital Federal y algún distrito más. El resto de los “espacios” se va “abrochando” de manera puramente vertical. La democracia argentina sigue exhibiendo una debilidad tan magra que asusta. El Gobierno se llena la boca con la cantinela de “soberanía popular”, pero las listas surgen de lápices manejados sólo por un par de manos.

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