Como si la carga de ver pasar cada día sin novedades no fuera ya demasiado pesada, a la familia de Sandra Colo se le suma hoy, 11 de abril, el plus emocional de recordar que este día ella debería estar festejando su cumpleaños número 44 junto a su grupo de incondicionales.
“Era la que se encargaba de organizar los festejos de la familia y en particular le encantaba celebrar su cumpleaños. No había ocasión en que no hiciera una torta y nos reuniera a todos para pasar un buen rato y agasajar al que cumpliera años en ese momento”, relató Juan Colo, con ese rostro abatido que apenas esboza una sonrisa sutil al recordar el espíritu festivo de su hija mayor, asesinada el 16 de agosto del año pasado.
“Se desvivía por los padres, por los hermanos, por los cuñados, por todos. Cuando cumplió los 40 es incalculable la cantidad de gente que fue, pero lo hizo a lo grande, como si fuera una despedida. Nosotros la cargábamos, le decíamos que ya estaba vieja para celebrar tanto”, agregó María Luisa Radini, quien fue más compañera que madre de “La Chili”, como la recuerdan en su domicilio paterno de Primera Junta 167.
Acompañados por Soledad, la más joven de sus descendientes, los progenitores de Sandra volvieron a recibir a Democracia en el living de su casa para expresar sus sentimientos en esta fecha tan especial.
“Ella no tenía enemigos, tendría sus problemas como cualquiera pero no a la altura de odiarse con alguien”, afirma Juan, sentado en la cabecera de una mesa de cristal que exhibe cinco carteles con la cara de Sandra y una leyenda implorando “Justicia”.
Turnándose en el uso de la palabra, los padres recuerdan: “Nos decía que siempre nos iba a cuidar, hasta que fuéramos viejitos. `Yo no me voy a casar porque voy a cuidar a papá y a mamá´, decía. Seguro que desde allá arriba nos estará protegiendo. Todavía los hermanos la cargaban diciendo que nos iban a encerrar en un asilo y ella se enojaba”.
Juan comentó que estos casi ocho meses sin su hija, a quién él encontró aquel jueves de invierno tirada en el interior del pelotero “Abracadabra” -situado en calle Alem 388- no menguaron en nada el sentimiento de impotencia, estado que se magnifica cuando le toca evocar a quien –señala- manifestaba “adoración” por él.
“Son recuerdos inevitables y que nos ponen muy mal, porque no sabés que hacer. Sigo luchando porque quiero saber qué pasó, porqué no está. No puedo creer que no esté más, y que ya hayan pasado ocho meses y no sepamos nada”, se lamentó, con la voz rabiosa.
Más adelante argumentó que “si por lo menos hubiera alguien preso, se podría mitigar un poco este mal trago de estar ignorando todo. Pero acá no sabemos nada, si fue una venganza o so fue algún motivo en especial. Estamos como el primer día, cuando llegué al pelotero y la encontré muerta”.
No obstante, Colo avisa que por ahora la consigna es seguir creyendo en la Justicia, seguir esperando, porque cree que “no es tan mala”.
“Por ahí uno se pone mal porque no se justifica que tengamos que esperar ocho meses para esperar unos resultados de ADN. Es una barbaridad, con todos los adelantos que hay en el mundo. Habiendo países que en 48 horas tienen el tema resuelto.
Yo creo que no están trabajando mal. Tal vez al principio hubo errores, pero son seres humanos. Por ahí se creyeron una cosa y era otra. Lo que sí creo es que de una manera u otra tienen encontrar al culpable. No tenemos resultados de ningún tipo, lo único que sabemos es que hubo dos varones en la escena del crimen. Cuando tengo algo que decirle al fiscal, lo hago de frente. Nosotros no los molestamos, pero que los investigadores hagan las cosas como tienen que hacer. Quiero respuestas”, advierte.
Por otro lado, los familiares de Sandra hablaron de la actitud adoptada por el dueño del salón de fiestas infantiles que fue escenario del crimen, cuya “pasividad” –indicaron- los tiene sorprendidos.
“La mujer del dueño del pelotero vino hace quince días, con su hijito, pero él hace más de dos meses que no viene. Hasta ahora ningún contacto, ni siquiera para preguntar nada. Está bien que está trabajando, pero sale a las siete de la tarde y si quiere tiene tiempo de darse una vuelta. La última vez que lo vi fue en la casa de un vecino de él, se arrimó a decirme que estaba con nosotros y que no pensáramos que había sido él. Yo le dije que nunca había dicho eso y que si él se encontraba en el tapete era por las circunstancias. Después no apareció más”, relató Juan Colo.
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En el día en que su hija cumpliría 44 años, Juan y María Luisa, salieron a reclamar respuestas concreta de los investigadores. “De una manera u otra tienen que encontrar a los culpables, no podemos creer que no sepamos nada”, afirmaron.
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